El pueblo cautivo

IGNACIO CAMACHO – ABC – 28/07/16

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· En un Estado de Derecho, al que desacata con premeditación y chulería una resolución judicial le tienen que pasar cosas.

Ellos y su matraca. Su obsesión, su mapa, su calendario. La gran ventaja del nacionalismo es que nunca desfallece en su pesadez ni se concede tregua a sí mismo en su cargante monomanía. Vive de eso, de dar la tabarra, de profesionalizar el incordio, de convertir la provocación en una estrategia. De huir siempre hacia delante para hacer de cada conflicto propio un problema ajeno.

A ese cansino afán de la secesión le viene de perlas el bloqueo de las instituciones españolas. Los separatistas son expertos en aprovechar las fisuras del Estado; no en vano el gran impulso de su proyecto surgió en plena crisis nacional, cuando la recesión destruía la confianza en el sistema y provocaba el desencanto ciudadano. Entonces activaron el plan de fuga, que era lo más parecido que tenían a una idea política: marcharse, romper con un país colapsado. Han fracasado, pero no pueden dejar de insistir porque carecen de modelo alternativo. No saben gobernar y después de prometer la independencia, el destino manifiesto y todo eso, resulta complicado conformar a la gente con la administración de una autonomía en quiebra. Las mitologías no admiten apaños resignados.

Así que ayer decidieron insuflarse ánimos por el procedimiento de pasarse por el forro una resolución del Tribunal Constitucional. La desobediencia es un buen combustible para inflamar el espíritu: el pueblo cautivo no acepta la justicia de la nación opresora y tal. Puigdemont, que era un alcalde de provincias al que le han complicado su plácida existencia, no da el tipo épico de un William Wallace, pero tiene que conservar el poder que le han prestado los sandalios de las CUP y aparentar brío amotinado, energía insurgente. Es la tragedia de una clase media cuyo delirio de emancipación le ha llevado a entregarse a un manojo de revolucionarios estrambóticos. Una burguesía secuestrada.

El enésimo desafío independentista ha generado algún efecto anecdótico como el de sacar de su escondrijo a Pedro Sánchez para hacerlo comparecer con el disfraz de estadista responsable y circunspecto. El líder socialista va a tener difícil urdir, si lo pretendía, una alianza de gobierno con gente de tan flagrante vocación sediciosa. Pero esta insubordinación ha de tener más consecuencias porque no se trata de una fanfarronada política, sino de un acto de indisciplina legal, de rebeldía al ordenamiento jurídico. Y en un país donde rige el Derecho, al ciudadano que desacata con premeditación y chulería una providencia judicial le tienen que pasar cosas.

Cosas severas y ejemplares. Cosas que dejen claro, con tanta serenidad como firmeza, que en una democracia no se puede promover con impunidad un golpe rupturista. Cosas que demuestren que España es una nación, no un simulacro. Cosas que prueben que por mucha inoperancia política que comprometa la estabilidad institucional, podrá no haber Gobierno, pero hay Estado.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 28/07/16