EL CONFIDENCIAL 21/04/16
JOAN TAPIA
· El ‘civet’ anual de Luis Conde se ha vuelto a celebrar pese a las elecciones y a la fuerte tensión entre Rajoy y el Gobierno catalán
La pequeña localidad de Fonteta, a seis kilómetros de La Bisbal, en pleno Baix Empordà -una de las comarcas más bellas de Cataluña-, fue sujeto político por primera vez cuando todavía mandaba Franco. Entonces, el industrial Higinio Torras Majem (presidente de la papelera Torras Hostench) convocó en su finca de Mas Anglada una reunión de prohombres del conservadurismo catalán. Querían resucitar la Lliga, el partido conservador de Francesc Cambó que agrupó antes de 1936 a la derecha catalana. Aquella reunión, que salió con perfil muy bajo en los asustadizos diarios de la época, no llevó a ninguna parte. Franco no quería partidos.
Schumpeter, el economista austriaco, ya explicó lo del capitalismo y la “destrucción creadora”. Higinio Torras Majem -que también presidió un fugaz y fallido banco, el Industrial de los Pirineos- murió arruinado en Brasil unos años más tarde. Y Mas Anglada fue adquirida por un profesional, Luis Conde, que tras su paso por la fenecida Banca Mas Sardá (comprada por el entonces Banco de Bilbao) y el Banco Consolidado de Venezuela, había vuelto a Barcelona y montado, con su amigo Gerardo Seeliger, una exitosa empresa de cazatalentos y selección de directivos (sector emergente), que ha expandido no solo por Madrid (donde fichó a Esperanza Aguirre cuando dejó la presidencia de la comunidad) sino también por varios países de América Latina.
Luis Conde revitalizó Mas Anglada, plantó viñas donde produce un vino de calidad y tiene arte en combinar la vida familiar y profesional con el cultivo de amistades plurales y diversas actividades sociales. Es, por ejemplo, impulsor y patrón de la Fundación El Trampolí de la Bisbal, dedicada a la atención a personas con discapacidad intelectual, a la que incorporó a destacados miembros de la burguesía catalana como José Manuel Lara, el editor de Planeta fallecido hace poco más de un año.
En 2012, Luis Conde y su esposa Susana, que manifiestan su convicción católica y su fe en la empresa privada como motor de progreso, decidieron reunir en un almuerzo con ‘civet’ -un guiso, en este caso de jabalí- a un grupo de amigos, clientes y políticos de distinto signo el sábado de febrero que sigue a la festividad de La Candelaria, uno de los más fríos del año. Conde, que no oculta su amistad con Artur Mas y otros dirigentes de CDC, su creencia en una Cataluña que se sienta a la vez autogobernada y cómoda en “la amada España”, y su frustración por la pertinaz sequía en el entendimiento entre los políticos catalanes y españoles, optó por invitar solo a amigos y gente conocida personalmente y con una apuesta clara por la pluralidad. Quería que ‘el civet de Fonteta’ fuera un lugar de encuentro y de relación amable entre Madrid y Barcelona. Y que además ayudara a recaudar fondos para El Trampolí.
· A la cita que se mantiene desde 2012 acudieron este año 320 invitados, la gran mayoría empresarios y políticos de signo diverso, 80 de ellos desde Madrid
Entonces Artur Mas había reconquistado la Generalitat (finales de 2010) y Mariano Rajoy acababa de ganar las elecciones españolas. Y los políticos de ambos partidos -CiU y PP- no tuvieron ni de lejos el monopolio, pero sí una cierta ventaja numérica. El mundo del centro-derecha catalán y español se encontraría así con una élite empresarial y con políticos de otro signo que dejarían patente que Fonteta quería ser un puente de diálogo. De exclusiones, nada. O pocas, aunque, eso sí, sin renunciar a la identidad. Por eso el almuerzo se inicia siempre -tras un largo e informal aperitivo al aire libre que propicia múltiples contactos- con la bendición de la mesa por parte de Susana Conde.
Tras 2012, la relación de Rajoy con Mas se encrespó -esta vez, al revés que en el 96, el PP tuvo mayoría absoluta y no hubo pacto del Majestic- y en 2013 Fonteta se convirtió de hecho -con la presencia entre otros de José Bono– en una llamada a la preservación del diálogo. En 2014 el ‘civet’ tuvo que torear el incremento de la tensión porque el ambiente estaba caldeado tras la decisión de Artur Mas de celebrar ‘la consulta’, un referéndum de autodeterminación que era considerado en Madrid casi como una traición. Hubo cordialidad educada, pero con mucha tensión de fondo… aunque nadie creía que pocos meses después las cosas llegarían tan lejos.
En 2015 -tras las querellas del Gobierno de Madrid contra Artur Mas, la vicepresidenta Joana Ortega y la ‘consellera’ Irene Rigau-, creo que el ‘civet’ habría sido imposible. Pero Luis Conde es un hombre de suerte y ya había decidido que quería celebrar su 65 aniversario haciendo de director de orquesta (dirigiendo una sinfonía de Mahler) en el modernista Palau de la Música de Barcelona. Una temeridad que deseaba cometer desde que la vio realizar muchos años antes al cumplir esa edad al presidente de una prestigiosa sociedad americana. Se preparó a fondo e incluso pasó algunos días en La Concha de San Sebastián, en casa del notario y gran pianista Eduardo Clausen, sumergiéndose en Mahler. En un clima político muy cargado, una copa de pie tras un concierto es más llevadera y menos comprometedora que un largo aperitivo seguido de almuerzo con sobremesa en el Empordà. Pero alguien de la Generalitat faltó.
El gran reto era 2016. Había que encontrar la fecha posible tras un año electoral complicado y con unos resultados endiablados del 20-D. Había que asegurar la presencia relevante de las fuerzas amigas de 2012 -CDC y PP- enfrentadas a cara de perro desde noviembre de 2014. Y había que mantener abierto el encuentro a la máxima pluralidad y a las nuevas fuerzas en un momento convulso. Lo más cómodo era recurrir a aquello de ‘laissez faire, laisser passer’.
Pero en eso Luis Conde es más tenaz que liberal y el sábado -eso sí, ya en primavera y no por La Candelaria- hubo Fonteta 2016. Por parte catalana, estuvo la plana mayor de CDC. El ‘president’ Puigdemont, el ‘expresident’ Mas, el portavoz en Madrid, Francesc Homs, los ‘consellers’ Santi Vila (Cultura) y Jordi Jané (Interior), el ‘embajador’ en Madrid, Ferran Mascarell, Germá Gordó, empeñado en recentrar el partido. También asistió el vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, Oriol Junqueras, al que se vio en distendida charla con Gerardo Seeliger (exsocio de Conde y el nuevo presidente del Club Siglo XXI), que quiere invitarlo a hablar en Madrid, y con otros asistentes como el ministro García-Margallo, con el que tiene relación desde que los dos eran eurodiputados en Bruselas.
· La asistencia de cuatro ministros y de Puigdemont y Artur Mas indica que en ambos partidos hay nostalgia de la hoy inexistente relación entre CDC y el PP
Y también circulaban, algo sorprendidos por la amabilidad ambiente, el ‘expresident’ Montilla, Narcis Serra, Miquel Iceta, así como Albert Rivera e Inés Arrimadas, la líder de C´s en Cataluña, acompañada de su pareja, un exdiputado de CDC.
El Gobierno de Madrid volvió a apostar por Fonteta, porque envió a cuatro ministros. No solo Jorge Fernádez, que viene a Barcelona muchos fines de semana, sino también Ana Pastor, quizá la ministra más próxima a Rajoy y que siempre ha cuidado la relación con Cataluña, García-Margallo y Rafael Catalá, el ministro de la querella de la Fiscalía contra Artur Mas, querella que tras remolonear por las salas del Tribunal Superior de Cataluña se ha medio trasladado a Madrid a raíz de la imputación sobrevenida de Francesc Homs, en 2014 portavoz del Gobierno catalán y hoy jefe del grupo parlamentario de CDC en Madrid. Y tenían que ser cinco ministros, pero la famosa lista de Panamá decapitó a uno el día anterior. Por el contrario, esta vez no hubo PSOE. Ni el legendario José Bono ni nadie del equipo de Pedro Sánchez, excepto, claro, el ubicuo Miquel Iceta, que no es del PSOE sino del PSC.
También estaba el exalcalde de Barcelona, Xavier Trias, aunque no la actual alcaldesa, Ada Colau, que al parecer sí ha comprometido su asistencia para el próximo año. Y hubo -aparte de Rivera y Arrimadas- una incorporación muy significativa, la del presidente del PNV Andoni Ortuzar que viajó en coche desde Bilbao y que hablaba relajado, apoyado en la mesa de bebidas sin alcohol, con el ministro Fernández (al parecer viejos conocidos) o con Albert Rivera, que se acercó a saludarlo. Dicen que Ortuzar es tan poderoso como otrora Arzalluz, pero no exhibe aristas sino voluntad de pacto. El PNV es pequeño pero matón y ya pasó los sarampiones que ahora sufre CDC. ¿Elecciones vascas junto a las españolas del 26-J? No está decidido, es algo a reflexionar.
Y circulaban empresarios y profesionales. La familia Puig, no al completo, que es imposible, pero si el veterano Mariano Puig, que fue presidente del Instituto de la Empresa Familiar junto a la siempre aguda María Guasch. Y Marc Puig, el hoy presidente ejecutivo del grupo (y vicepresidente del Círculo de Economía). Consuelo García, la viuda de José Manuel Lara, su hijo José y Josep Crehueras, presidente de Planeta y patrón de Antena 3 y de La Sexta. Josep Lluis Bonet, presidente de Freixenet y de la Fira, Josep Oliu, del Sabadell, Rafael Vilaseca, de Gas Natural-Fenosa, Francisco Reynés (Abertis), Taxo Benet (Mediapro), Joaquim Gay, presidente del Foment, Josep González (Pimec), Miquel Valls (Cámara de Comercio), Joan Josep Bruguera (Inmobiliaria Colonial), Carles Tusquets (preocupado por Messi), Antoni Esteve, Sixte Cambra… Por parte de Madrid, Javier Vega de Seoane, del Círculo de Empresarios, María Dolores Dancausa, presidenta de Bankinter, Rami Abukhair, presidente de Santander-España, que vino de Londres con Ana Botín, José Montes, presidente de Unesa, Arturo Fernández…
Los empresarios sonreían, pero con tres dolores de cabeza. Uno, la repetición de elecciones, que muchos creen inconveniente pero inevitable y otros (menos) consideran que al final no tendrán lugar por un pacto de último momento PSOE-Podemos (que temen). Nadie creía ya -y menos tras el caso Soria- en una aproximación PP-PSOE. Dos, la pérdida de confianza exterior (y subsecuente descenso de inversiones) que podía ocasionar una larga inestabilidad o, peor aún, un Gobierno que no tuviera sintonía con Bruselas. Por último, pero no lo último, el conflicto permanente entre el Gobierno de Cataluña y el de Madrid, que no puede llevar a nada bueno.
Junqueras, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y el del PNV, Andoni Ortuzar, fueron los políticos más destacados que asistieron este año por primera vez
¿Conclusiones de Fonteta 2016?. La primera es que pese a que Manuel Milián Mestre, uno de los asistentes, acaba de publicar un libro titulado ‘Els ponts trencats’ (‘Los puentes rotos’), no todos los puentes se han destruido. El de Fonteta sigue ahí. Rajoy apuesta por mantenerlo, pues avaló la presencia de cinco ministros (que al final fueron cuatro) y él mismo asiste cada año en mayo a la reunión de Sitges del Círculo de Economía. Lo extraño, lo inexplicable, e incluso misterioso, es que este esfuerzo del PP se queda en eso (Fonteta, Círculo de Economía), en diplomacia, y no se haya traducido durante cuatro largos años en nada que haga bajar la tensión que se desencadenó con el recurso contra un Estatut que ya había sido aprobado en referéndum. Una consulta, la de hace 10 años, que ni el PP ni los independentistas tienen hoy interés en recordar.
CDC se esfuerza también, con su presencia destacada en Fonteta, en no tirar por la borda su capital de partido pragmático que ganó sus primeras elecciones en 1980 con el famoso “Ara convé…” (Ahora conviene). Subliminalmente decía que había que votar a CDC porque aunque no se creyera que era lo mejor, era lo que más convenía para evitar (faltaban nueve años para la caída del comunismo) el desorden y un Gobierno de Frente Popular. Pero CDC, buscando mantener la hegemonía y no sufrir la desafección a los partidos instalados, emprendió el rumbo a lo desconocido y no sabe, o no quiere, o las dos cosas a la vez, dar marcha atrás sin perder la compostura.
Lo que me quedó claro, tanto en los asistentes del PP como en los de CDC, fue que flotaba una cierta nostalgia proustiana del tiempo perdido que no volverá. Rebobinar es a veces imposible, pero seguir directos hacia el choque de trenes no es lo más inteligente. Tuve la impresión de que ninguno de los de Fonteta quieren ir por ahí, pero que han practicado tanto la prepotencia (los unos y los otros) que no desean la embestida pero tienen vergüenza de pisar el freno.
Aunque Puigdemont da algún signo de haber captado la dura realidad, de saber que Artur Mas aceleró más de lo conveniente. Por eso unos días mantiene el discurso (no lo de los 18 meses) con el que Juns pel Sí fue a las elecciones del 27-S pero otros inflexiona y dice -como el domingo en La Sexta- que no simpatiza con el mantra falso del “España nos roba”. E incluso en algún momento parece que Puigdemont y el vicepresidente Junqueras están inmersos en una doble y contradictoria competición. ¡A ver quién de los dos es más independentista y, al mismo tiempo, a ver quién muestra más voluntad de diálogo! Una carrera un poco surrealista, a lo Salvador Dalí, que era ampurdanés, de no demasiado lejos de Fonteta.
Pero todo está supeditado ahora a saber qué tipo de Gobierno habrá en España en el último trimestre del año. Luis Conde dijo -en los tres minutos de discurso que se permite- que hoy cuesta más ser moderado que radical.
La mayoría de los empresarios y los políticos de Fonteta predican la moderación, pero no siempre la practican. Ya se sabe que del dicho al hecho va mucho trecho.