El puente y el río

IGNACIO CAMACHO – ABC – 22/10/16

· Sólo los servicios de prospectiva elevan su clamor jeremíaco en el desierto de trivialidad de un país sin estrategia.

Una letra del Tesoro a cincuenta años, como las que se subastaron el jueves con gran éxito de demanda, requiere tanto en el emisor como en el comprador la dosis de optimismo recíproco suficiente para confiar en que a vuelta del plazo haya un Estado en condiciones de pagarla. Mucha esperanza parece esa a tenor de las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, que el mismo día dibujaba un panorama demográfico inquietante para dentro de medio siglo: una España con cinco millones de habitantes menos, otros tantos en hogares unipersonales y una altísima tasa de envejecimiento. El vivo retrato de una catástrofe. Pocos, ancianos y solitarios: un país de y para viejos.

Si esa prevista curva de población no sufre un vuelco por algún cambio de ciclo económico o migratorio, la pirámide de edad española va a ir poco a poco volteándose boca abajo. El aumento de la esperanza de vida en una media de siete años augura severas complicaciones del ya muy comprometido sistema de bienestar. El Estado que está emitiendo deuda para sostener los servicios asistenciales y jubilares de hoy mismo no hace sino descargar el problema sobre unas generaciones que se las pueden ver negras cuando venzan los pagos. Patada a seguir, que se dice en el rugby, y dentro de medio siglo todos calvos. Y tiesos.

Pero hace mucho tiempo que nuestra política se mueve sólo en clave de presente, y de un presente banalizado por prioridades estúpidas cuando no directamente irresponsables. No hay luces largas. Sólo los servicios oficiales de estudios cumplen su jeremíaca obligación de clamar por el futuro en un desierto de insensatez y trivialidad. Sin un mínimo consenso sobre cuestiones perentorias –¿hace falta recordar los diez meses sin Gobierno?–, ¿quién podría plantear las estructurales? Sin saber cómo será la España de dentro de un par de años se antoja una triste utopía adivinar la de media centuria adelante. Tampoco parece interesarle a nadie; no mientras se pueda tirar –¿hasta cuándo?– dándole a la manivela mágica de los bonos.

La prospectiva es cosa de cenizos. Ya proveerán los dioses de la improvisación; la frase política que ha hecho fortuna en este tiempo es la de que cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente. Sólo que entonces seremos demasiado viejos y el puente estará, con alta probabilidad, derruido.

El gran fracaso de la España actual es el de la ausencia de una estrategia de país. Ni sobre educación, ni sobre industria ni sobre pensiones. La vida pública es mera táctica electoral, regate corto, cháchara declarativa. No existe un modelo de referencia, ni un pensamiento anticipatorio ni una ética de la responsabilidad. La ofuscación ideológica enfatiza la revisión del ayer y desprecia la planificación del mañana. Al otro lado del puente que nadie quiere cruzar nos espera un porvenir de estatuas de sal añosas, pobres y petrifica.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 22/10/16