El pulso final

EL CORREO 09/04/14
ALBERTO AYALA

· Tras el portazo, el nacionalismo catalán debe decidir si negocia lo posible o se lanza rumbo hacia lo desconocido

Nadie contemplaba una sorpresa y no llegó. El Congreso, en una de esas sesiones con vitola de histórica, dio ayer el portazo anunciado al Parlament. Así pues, el Estado no cederá de forma temporal a Cataluña la potestad de convocar referendos para que la Generalitat consulte a los ciudadanos del Principado si quieren la ruptura con España.
Habrá que examinar los resultados de las elecciones europeas en Cataluña; sin permitir extraer conclusiones, tampoco serán inocuos

No es usual que Rajoy, Rubalcaba y UPyD estén de acuerdo en casi nada. Ayer sí coincidieron en el argumento nuclear para rechazat la petición catalana que defendieron tres diputados de CiU, ERC e ICV, en lugar del president Mas: no cabe trocear la soberanía nacional. No es posible, pues, consultar a una parte lo que corresponde decidir a todos. No con la actual Constitución en la mano.
Pero, además, se habló de confianza. O mejor dicho de desconfianza. El Parlament pedía permiso para un referendo de carácter exclusivamente «consultivo». Pues bien, los grupos mayoritarios dejaron claro que no se lo creen. Que están persuadidos de que el nacionalismo catalán quiere que el resultado de la consulta sea políticamente «vinculante».

¿Y tras el ‘no’ del Congreso, qué? Todas las miradas se tornan ahora hacia el president Artur Mas, hacia su Govern y la coalición CiU que lo sustenta. También, hacia ERC. Y a una Asamblea Nacional Catalana (ANC), la convocante de la multitudinaria cadena humana de la última Diada, cuyo creciente peso popular amenaza con desbordar a los partidos.
Ayer ni Rajoy ni Rubalcaba plantearon ofertas concretas a Convergència a cambio de que aparque el desafío soberanista al Estado, si es que aún puede. Ni en materia de financiación ni de nuevas competencias, de aumento del poder político.

El líder del PSOE volvió a poner sobre la mesa su oferta de una reforma federalizante de la Constitución para mantener la unidad del Estado, pero sin más apellidos. El presidente del Gobierno, ni eso. Rajoy, tal vez para no quedarse solo en el ‘no’, planteó a quienes no están de acuerdo con las cortapisas que pone la Constitución a sus aspiraciones que propongan su refroma según el procedimiento legal establecido. Obvió decir que ni él ni el PP les acompañarán en semejante viaje.
Lo probable es que ahora se abra un cierto compás de espera hasta después de las elecciones europeas del 25 de mayo. Unos comicios cuyos resultados catalanes habrá que leer con atención. No permitirán extraer conclusiones definitivas, pero tampoco resultarán inocuos.

Luego el nacionalismo deberá decidir. Tendrá que optar entre plantear alguna contraoferta concreta al Estado, lo que no parece demasiado probable, o avanzar hacia el choque. Buscar directamente que el Gobierno español impida la celebración de la consulta el 9 de noviembre.
Llegados al pulso final sólo cabrían dos salidas. O la declaración unilateral de independencia que predijo hace unos días el exlehendakari Ibarretxe, el camino directo hacia la frustración y el conflicto. O unas elecciones anticipadas plebiscitarias. Si el nacionalismo llegara a arrasar en ellas sería difícil que el Estado permaneciera impasible. El modelo canadiense pasaría al primer plano de la agenda política.

Mientras, el PNV se limita a esperar acontecimientos. CiU arriesga en el actual envite su primacía en Cataluña. Los jeltzales no están por la labor de hacerlo tras la mala experiencia que tuvieron con el desafío de Ibarretxe. Pero ello no implica renunciar a nada. Su tiempo y sus demandas llegarán puntuales tan pronto y en función de cómo se despejen las interrogantes en Escocia y Cataluña. El lehendakari Urkullu y Aitor Esteban fueron ayer meridianamente claros al respecto.