- Lo que liga a aquellos artistas e intelectuales occidentales sirviendo a los intereses de la Unión Soviética con los despojos del wokismo es la voluntad de pertenecer notoriamente al «bando del bien»
Merz, el canciller democristiano (ja y ja) alemán, tiene un problema. De él sabíamos que su respeto a la verdad solo es comparable al de Sánchez. La rapidez con que Merz comunicó, al saberse canciller, que no pensaba cumplir nada de lo que había prometido en campaña en materia de inmigración ilegal marca un récord de mendacidad con recochineo difícil de superar. Está claro: si hay alguien capaz de disputárselo, poniéndose en cabeza de la infamia europea, ese es Sánchez. En el continente se celebra la principal competición mundial de la modalidad, puesto que aquí, a las habituales lacras del político inmoral, se une la necesidad de que te consideren bueno.
Stephen Koch escribió la obra definitiva sobre la decantación del mundo occidental de las artes, el cine, la cultura en general, hacia la URSS. Lo logró el genio de la propaganda Willy Muntzenberg, cuya viuda reveló en 1989, el año de la caída del muro de Berlín, jugosas claves al autor estadounidense. Lo que liga a aquellos artistas e intelectuales occidentales sirviendo a los intereses de la Unión Soviética con los despojos del wokismo es la voluntad de pertenecer notoriamente al «bando del bien».
Inquieta que una manada de lobos, mezclada con una piara de cerdos salvajes hambrientos, no solo deseen comérsete a ti y a tu familia a dentelladas secas y calientes —que diría Hernández—, sino que además busquen el aplauso, se les tenga por desprendidos, sacrificados, solidarios que actúan movidos por ciertas causas que convierten su carnicería en una buena obra. Su alma podrida gira en torno a una tautología y cuatro falacias: la tautología les permite no aprender nunca nada a base de cerrar su lógica a interferencias externas (por ejemplo, la de la lógica). Así, bien e izquierda son lo mismo. Sus falacias definitorias son las peticiones de principio (constantes en su discurso), el hombre de paja, la pregunta compleja y la falacia ad baculum. El curioso puede consultar su móvil.
Hay gran confusión en el bando del bien doméstico, el de los españoles progresistas. No necesitamos recordar que «progresista» define en España al enemigo del progreso, un fenómeno solo existente en la tecnología. El hombre no progresa. Sus valores no progresan. La clave está en que el progreso verdadero, el tecnológico, se consolida, en tanto que el avance de la libertad, por ejemplo, no. Europa puede volver a caer pasado mañana en el totalitarismo. Basta con que olvide su historia, en especial la de la primera mitad del siglo XX. Porque a usted le dicen hace unos años que un Merz cualquiera, un canciller democristiano alemán, iba a tomar una decisión que puede desproteger a Israel ante una amenaza existencial, y simplemente no lo creería. ¿Otro canciller antisemita? ¿Acaso cabe algo más repugnante? Merz encarna el mal. A Dios gracias, las consecuencias de su dejación de la responsabilidad histórica no las sufrirá Israel, que no olvida. Las sufrirá él, destacado miembro de Canallitas sin Fronteras. No llega a octubre.