Santiago González, EL MUNDO, 21/9/11
Despedida hace una semana la sesión de control al Gobierno en el Senado, hoy toca la última en el Congreso de los Diputados. The last session show, habría titulado Peter Bogdanovich estas gestas parlamentarias de una legislatura agónica.
Es de suponer que el tono general de la sesión se alivie en el momento de las despedidas con el tono versallesco que inauguró Pío García-Escudero en la Cámara Alta. Mientras todo se hace otoñal, luz dorada y rumor de hojas caídas, se tramitaban asuntos de menor cuantía, iniciativas que ya no podrán ser por la disolución de las cámaras. Por la mañana, en un acto de cierta solemnidad, se habían colocado los retratos de los presidentes Azaña y Suárez en la galería de parlamentarios ilustres.
En este momento crepuscular no podía faltar el rayo verde, un fenómeno visible en el ocaso, cuando el sol se pone sobre una superficie llana, el mar, un suponer. Sobre este fenómeno escribió Verne a finales del siglo XIX y Eric Rohmer hizo una película 104 años más tarde. Pongamos que hablo del presidente del Congreso, José Bono. El sol se está poniendo sobre dos legislaturas manifiestamente mejorables desde todos los puntos de vista y Bono se hizo destello verde en el almuerzo de despedida con los portavoces parlamentarios el tiempo justo para dejar en suspenso la credulidad de sus invitados. Ayer, ante aquellos invitados, contó las líneas generales del libro en dos tomos que le va a publicar Lara, y por el que le ha ofrecido un adelanto de 860.000 euros. Según Bono, el editor había vendido poco las memorias de Aznar, «pero con éste nos vamos a forrar».
En Peggy Sue se casó, Kathleen Turner viajaba 25 años atrás en el tiempo, a su época del instituto, y al ver los coches de antes de la primera crisis del petróleo pronosticaba: «En el futuro se llevarán los coches pequeños y los transistores muy grandes». Después de que el director de esta casa se haya aliviado con un libro de 1.500 páginas sobre la Revolución Francesa, Bono anuncia unas memorias destiladas de los diarios que viene escribiendo desde la dimisión de Alfonso Guerra y la ruptura entre ambos, cuando Bono preguntó: «¿Se puede ser amigo tuyo sin darte la razón en todo?», y el recién dimitido respondió: «No puedo prohibir a nadie que me quiera». Quién nos iba a decir que se iban a volver a llevar los libros muy gordos. El autor, a juzgar por el anecdotario que relató durante el almuerzo, no piensa defraudar.
Contó prolijamente los pormenores de la destitución del general Alejandre como jefe del Estado Mayor del Ejército por haber insultado al presidente y confesó galanamente «la primera arbitrariedad» que cometió como presidente del Congreso: permitir que Izquierda Unida tuviera grupo propio. No reunía los requisitos, pero el Gobierno salvó las formas con un informe ad hoc encargado por la vicepresidenta De la Vega. Fue un momento de resplandor, ya digo, y el libro, puro chascarrillo en el que no queda nadie bien parado, va para superventas. «Mariano», le dirán los suyos al presidente del PP, «menos fair play y aprende».
Santiago González, EL MUNDO, 21/9/11