Nacho Cardero-El Confidencial
- Según el Observatorio Electoral de EC, Feijóo sacaría 35 escaños de ventaja al presidente Sánchez en unos hipotéticos comicios
«Qué bien, ya tenemos dos años para vivir tranquilamente con estos presupuestos’, recuerdo que me comentó Rajoy. Lo dijo un miércoles de mayo de 2018. Dos días después, me encontraba recogiendo las cajas del despacho para salir de la Moncloa». La anécdota, contada por un miembro del gabinete del expresidente, más que describir la moción de censura que lo sacó del Gobierno, alerta de la autocomplacencia en que se mueve la formación conservadora. En el Partido Popular piensan que les quedan 100 metros cuando, en puridad, están disputando una maratón.
En la planta noble de Génova exudan optimismo a raudales a causa del furor demoscópico que les coloca con una ventaja aplastante sobre el PSOE. Según el Observatorio Electoral de EC, Feijóo sacaría 35 escaños de ventaja al presidente Sánchez en unos hipotéticos comicios. Atendiendo a las encuestas internas, también pasarían el rodillo en las autonómicas y municipales, especialmente en Madrid, obteniendo la mayoría absoluta en la comunidad y situándose al borde de la misma en el ayuntamiento.
De confirmarse estos presagios, serían tres absolutas: Andalucía, Galicia y Madrid, algo inédito tras el fin del bipartidismo. Resulta impensable mejor cartel para competir con Sánchez en unas generales. Como recordaba Joan Navarro este fin de semana, las elecciones municipales y autonómicas son un trampolín para mantener el Gobierno central o acceder a él.
La especie sobrevoló el pasado 12 de octubre en los corrillos del Palacio de Oriente. «Está muerto y no lo sabe», decía un conocido periodista mirando al presidente al bies. En la prensa, en tanto en cuanto termómetro de la opinión pública, ha calado la idea de que el Ejecutivo socialista ha perdido su estrella y todos miran a Feijóo como revulsivo, no tanto por la confianza depositada en él como porque, a día de hoy, es el único instrumento viable para sacar a Sánchez de la Moncloa.
«Dios lo ha abandonado. Hasta hace poco, todos los aciertos del Ejecutivo, hasta los más pequeños, se engrandecían, y todos los errores grandes, que los había, se minusvaloraban como si fueran peajes que había que pagar. Ahora sucede justo lo contrario», añadía otro avezado periodista que peina canas socialdemócratas. Lo cierto es que el Ejecutivo ha cosechado algunos indudables éxitos en los últimos meses, especialmente en el ámbito internacional, que han pasado inadvertidos, solapados por las crisis y los contratiempos. No solo se le ha acabado la baraka. También falla la comunicación y, además, cae antipático. La anécdota del retraso en el desfile abona la idea.
Ni la prensa ni la libertad de expresión parecen merecer el respeto del actual Ejecutivo
Este cambio de dirección del viento explica el nerviosismo de la ‘guardia de corps’ del presidente desde finales de agosto, cuando se dieron cuenta de que la estimación de voto continuaba cayendo a pesar del paréntesis estival y de que se acercaba a un punto difícilmente reversible. Es ahí cuando activan la campaña bautizada como ‘El Gobierno de la gente’, cuyo nombre supone toda una declaración de intenciones. El invento busca sin éxito dulcificar la imagen de Sánchez, acercándola al ciudadano de a pie y alejándola de los empresarios con puro y de la satánica prensa madrileña.
Ni la prensa ni la libertad de expresión parecen merecer el respeto del actual Ejecutivo. Como dispone de una máquina de la verdad, que es precisamente la de la verdad oficial que proclama la Moncloa y difunden sus corifeos, todos aquellos que discrepan de la misma son unos mentirosos, una fábrica de ‘fake news’ al servicio de la derecha más casposa y rancia. Los argumentos no tienen con qué sustentarse, pero como se ha instaurado la infocracia en sustitución de la democracia tradicional, dichos mensajes van camino de convertirse en auténticos, de tanto repetirlos. Es la verdad oficial, insisto, porque también la verdad hay que inventarla, que decía el poeta.
Ante tan incierto panorama, el presidente del Gobierno lleva semanas rearmándose. No tanto para las autonómicas y municipales, a las que difícilmente va a llegar por el contexto económico, como para las generales, que son las suyas. Así hay que interpretar movimientos tales que el cese inducido del presidente de Radio Televisión Española por no adaptarse a la línea editorial sugerida por la Moncloa o la dimisión por similares motivos del presidente del Instituto Nacional de Estadística, que al parecer publicaba unos datos macroeconómicos que no eran del gusto de la Moncloa, donde impera otra máxima, la de los hermanos Marx: estos son mis números, y si no te gustan, aquí tengo otros.
A todo ello hay que añadir la posición genuflexa que ha adoptado el ínclito Tezanos al frente del CIS, reconvertido en un instrumento al servicio del poder, y el intervencionismo público en sectores clave de la economía para sujetar a las compañías del ronzal, amén de la manguera de la que disponen, vía BOE y fondos Next Generation, para regar el sistema clientelar el próximo 2023.
Para más inri, está también la presidencia de España en la Unión Europea. Los que aseguran que no generará ni un solo voto es porque no conocen al presidente del Gobierno, capaz de levantar una catedral de tres naves con una pala y un cedazo. Ya verán cómo aprovecha Sánchez dicha circunstancia para cerrar la reforma del sistema eléctrico europeo, como él mismo demanda, o para hacerse una fotografía con Zelenski, quién sabe si con Putin, al estilo ‘House of Cards’, en unos acuerdos de Kiev. Pongan su imaginación a correr. Cualquier cosa resulta plausible.
Sirvan estos ejemplos para entender por qué no hay que dar a nadie por muerto a más de un año para las generales, y menos aún a Sánchez, que ha demostrado poseer un instinto político y una pituitaria fuera de lo común para interpretar los tiempos actuales y las inquietudes de la sociedad. La nueva cúpula del PP debería tomar nota y no dejarse llevar por el ‘dolce far niente’.