ETA y su entorno político eran conscientes de la importancia de los países latinoamericanos como retaguardia lejana y se han esforzado en buscar lazos políticos y solidaridad con las autoridades locales y con todo el arco político de esas naciones. Hasta ahora, Venezuela ha sido el último refugio sin restricciones y sin riesgo de persecución policial.
El mecanismo funcionaba de la siguiente manera en los años 90. Un dirigente de ETA en Francia llamaba a un teléfono convenido de Caracas y anunciaba: «Hemos conseguido los medicamentos para el colesterol y pronto te los llevaremos». Su interlocutor sabía entonces que un miembro de la banda iba a viajar de Europa a Venezuela y que tendrían que recogerlo a su llegada. El comunicante añadía en su mensaje: «Tienes que hablar con el médico. Te daré su número». En el número estaba la clave de la hora, el día y el mes en el que tendrían que ir a la cita con el viajero.
La conversación, por último, tenía que incluir una frase más: «Hemos comprado dos cajas». La cantidad de cajas indicaba el lugar al que tenía que dirigirse el etarra que huía de Francia y donde tendrían que esperarle sus compañeros de Venezuela. Si decían que habían comprado una, el punto de recogida era el hotel La Floresta, de la avenida Roche; si hablaban de dos cajas se trataba del hotel Gran Galaxie, en la avenida Baralt; y si se mencionaban tres, del hotel Mont Park, en la calle Los Cerritos, todos de Caracas.
El etarra que llegaba al país tendría que esperar con un ramo de flores en el hall de entrada hasta que el encargado de recogerlo se acercara a él preguntándole si era «el amigo de Antonio». «Sí, soy su primo», era la respuesta correcta(…).
Una vez en Venezuela, el recién llegado tenía que dar los primeros pasos para instalarse, intentar legalizar su situación o buscar trabajo. Para esas actividades, a menudo contaba con redes de solidaridad formadas por otros miembros de ETA o por personas de la extendida comunidad nacionalista asentada en el país desde el exilio de muchos vascos tras la Guerra Civil; un colectivo con prestigio, respetado y bien considerado por las autoridades locales por su implantación social.
La influencia de esa comunidad nacionalista y su solidaridad hacia los miembros de ETA se puso de manifiesto, por ejemplo, en agosto de 1997, a raíz de la captura del presunto etarra Ramón Sagarzazu Gaztelumendi al regresar al aeropuerto de Caracas tras ser rechazada su entrada en Holanda. En ese país había presentado documentación falsa. El detenido quedó en libertad y recibió permiso de residencia en Venezuela después de que el presidente del Centro Vasco de Caracas mediara ante las autoridades en favor de él. El permiso lo concedió el Ministerio del Interior con el visto bueno del presidente Rafael Caldera, del partido Copei.
El ministro de Justicia, Hilarion Cardozo, justificó esa medida en los siguientes términos: «No todos pueden presentar cartas de gente venezolana muy notable que ha servido al país, así como personas residenciadas, quienes aseguran que (Sagarzazu) es una persona seria y honorable». Para facilitar el permiso de residencia, el Centro Vasco ofreció trabajo al etarra «honorable». Pero no debió permanecer mucho tiempo en aquellas tareas porque siete años más tarde fue detenido en Romans sur Isere (Francia) y le fueron incautados 250 kilos de explosivos.
La tolerancia de las autoridades venezolanas hacia los etarras ha sido histórica, muy anterior a la llegada de Hugo Chávez al poder, y ha sido mantenida tanto por los gobiernos democristianos como por los socialdemócratas. El líder bolivariano la ha continuado, añadiendo el error no menor de nombrar a uno de esos etarras, Arturo Cubillas, para un alto cargo del Ministerio de Agricultura y no hacer nada por impedir los contactos entre la banda terrorista y la narcoguerrilla colombiana de las FARC.
Hasta ahora, Venezuela ha sido el último refugio sin restricciones y sin riesgo de persecución policial que han tenido los etarras en Latinoamérica. Y ETA ha aprovechado esa circunstancia para hacer del país su plataforma de contactos con las FARC.
ETA y su entorno político eran conscientes de la importancia que tenían los países de Latinoamérica como retaguardia lejana para los miembros de la banda y han realizado un esfuerzo notable para establecer lazos políticos con las autoridades locales y con todo el arco político de esas naciones en busca de solidaridad. El esfuerzo, que no siempre ha sabido contrarrestar España, fue especialmente notable a partir de los años 90, en los que la banda creó una estructura específica para realizar esos contactos y al mismo tiempo tender canales de comunicación con sus miembros instalados en Venezuela, México, Uruguay o Cuba (…).
Durante una gira realizada por una delegación encabezada por Korta, en julio de 1997, lograron entrevistarse en Caracas con dos ex presidentes venezolanos, con el viceministro del Interior y con portavoces de la inmensa mayoría de las fuerzas políticas. «El viceministro nos aseguró que no habría ninguna irregularidad en relación con los compañeros (de ETA) y que, de darse algún tipo de medida, se respetará el marco jurídico legal y tendrán la oportunidad de defenderse», explica el informe intervenido luego a la banda.
En aquel documento, los enviados de la cúpula etarra ponen ya la vista en un político nuevo que se presenta por primera vez a las elecciones tras haber sido excarcelado tras participar en un fallido golpe de Estado: «El panorama político puede cambiar totalmente tras las elecciones de diciembre si se confirma la irrupción de Hugo Chávez», escriben (…).
Florencio Domínguez, EL CORREO, 5/10/2010