EL MUNDO 17/10/13
MANUEL JABOIS
Hace años se puso de moda el relato aplicado a naciones, equipos de balompié o comunidades de vecinos. De repente, si se juntan en la calle tres personas, pareciera que su obligación es tener un relato. El Gobierno se formó con un relato impuesto: el de la recuperación económica. El nacionalismo es un relato en sí mismo que bebe de Michael Ende y pizquitas de Carlos Baute. Pero el PSOE, ¿qué relato tiene el PSOE? Los pasos propuestos para salir de la crisis siempre eran los desandados en la legislatura anterior, cuando gobernaba. Con ese panorama estalló el caso Bárcenas y la bancada de la oposición se impregnó toda ella de un relato: la caída del Gobierno.
Desprovisto de Bárcenas, que aún no se sabe si está muerto o de parranda, el PSOE bracea en la melancolía, que es donde mejor se desenvuelve Rajoy. Los socialistas ayer preguntaron cómo va la ciencia, los robos en el campo y el IVA cultural, esto último lanzado por Valenciano a Wert, que se giró hacia ella mientras cruzaba las piernas y sonrió a punto de preguntar: «¿Y tú estudias o trabajas?». No era para menos. Los ministros respondieron a las cuestiones con alegría contenida; se les había devuelto por fin el relato. Sólo Soraya Sáenz de Santamaría perdió los papeles, o más bien los guardó en la cartera para salir corriendo, cuando Soraya Rodríguez la interrogó sobre parados defraudadores, que la vicepresidenta había elevado a medio millón con precisión desalentadora. El Gobierno suele equivocarse con los parados como los tenderos con el cambio: siempre del mismo lado. Básicamente, les caen mal.
En vista de que se le estaba organizando un escándalo, Soraya comenzó el protocolo de huida con tímida recogida de lápices. Un socialista lo hizo notar: «¡Se va a escapar!». Sin perder la sonrisa (a Soraya le ha crecido la sonrisa de la sucesión, ésa que se le pone a los delfines cuando una mañana, delante del espejo, se dicen a sí mismos: «No limits. No fear. No rules») Soraya embocó la puerta llevándose con ella a dos inmaculados, Floriano y Moragas. De espaldas parecía Danaerysde la Tormenta en moreno, en bajo y con aversión al fuego; eso sí: la tormenta la llevaba puesta.
Para entonces ya había preguntado Duran Lleida sus cosas sobre Cataluña. «La agenda política de Rajoy», ni más ni menos, que al presidente, con la cara que puso, le faltó mirarse en los bolsillos. Siempre que le toca hablar temprano a Duran se le aprecia la marca de la almohada del Palace, algo que da a sus reivindicaciones un aire aristocrático. El día en que, además de la marca de la almohada, traiga el pijama puesto y el café se le da la independencia sin rechistar, aunque a Duran esto no le haga gracia: lo que vino a decirle a Rajoy, resumiendo, es que por favor atienda a Convergència para que le dejen dormir cinco minutos más.