TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Es imposible un antecedente equiparable a estos primeros cien días

Los fenómenos del relato en Moncloa llevan días construyendo un marco de lo sucedido para satisfacer la incomodidad de su clientela: el PSOE no es el PP, «tolerancia cero», «lecciones del PP, ninguna», con el ensayado tono angelical de Pilar Alegría o la desabrida sintaxis montaraz de María Jesús Montero, y percutir los sintagmas diseñados por los cabezas de huevo: «caiga quien caiga», «sea quien sea», «venga de donde venga»… Hay que quitarse el sombrero o directamente el cráneo, como decía Valle, ante el espectáculo del sanchismo presentándose como vestales de la virtud contra la corrupción. Precisamente este PSOE que ha sido capaz de reformar el Código Penal para rebajar la malversación al dictado de los propios corruptos y después blanquear toda la corrupción del procés, toda, con la ley de amnistía a cambio de siete votos. ¿Tolerancia cero? Como diría el castizo, hay que joderse y agarrarse para no caerse.

Es literalmente imposible un antecedente equiparable a los cien primeros días de esta XV legislatura, marcados por un Gobierno dispuesto impúdicamente a todo para asegurarse el poder, incluso desdecirse de sus convicciones sobre la inconstitucionalidad de esa amnistía rindiendo honores al prófugo bajo el mural de la urna sagrada del 1-O en Bruselas y asumiendo la perspectiva ‘indepe’ y el ‘lawfare’, pero además con la entrega de Pamplona a Bildu y el veto a la prohibición de los ‘ongietorris’, un fiscal general declarado no idóneo, el Tribunal Supremo anulando la promoción de su predecesora y exministra, la enésima reprobación de Marlaska tras los asesinatos en Barbate, la trinchera de récord a golpe de decretazos, Tezanos… Impresiona el cinismo inagotable de este Gobierno en el escenario dictando lecciones de honorabilidad, y en particular Sánchez ante la Internacional Socialista con la engolada prosopeya del gallo en el gallinero.

La corrupción emana de un sustrato moral –el viejo Tácito, en sus ‘Historias’, la vinculaba a una carencia fundamental de honor– y por eso el sanchismo decreta el borrado del que fuera su número dos, su mano derecha durante el asalto a los cielos, aquellos días evocadores en que el ‘aizkolari’ Koldo, ese «gigante de la militancia», era su custodio como evoca en el ‘Manual de resistencia’. A Ábalos no le van a perdonar que haya optado por defender su inocencia sin prestarse a un enjuague como cortafuegos, cuando ya le habían dado boleto para engrosar la lista interminable de cadáveres con que Sánchez ha sembrado su trayectoria: Iván Redondo, González Laya, Màxim Huerta, Paz Esteban, Lastra, Sánchez Corbí, Maritcha… lista donde acabará todo el clan del Peugeot y adláteres, como Santos Cerdán, fontanero para los trabajos sucios; Patxi, tonto útil del argumentario; o el propio Óscar Puente, su portero personal de discoteca. No existe la ‘Koldosfera’ sino la ‘Pedrosfera’, una forma de ocupación del poder siempre al límite. Y como advertía Steinbeck, nada corrompe tanto como el miedo a perder el poder.