En la hemeroteca de la prensa nacionalista, radical o no, y en las videotecas y audiotecas, apenas hay referencias a Euskal Herria anteriores a abril de 1992. El término usado más frecuentemente es Euskadi. Ese año, ‘Mikel Antza’ empezó a escribir Euskal Herria en sus comunicados. La explicación de los fenómenos complejos es a veces tan sencilla como estremecedora.
Los futbolistas de Euskal Herria se han plantado ante la Federación Vasca de Fútbol. No están dispuestos a que la selección vasca vuelva a llamarse selección de Euskadi, el nombre que tuvo hasta 2007, en que pasó a ser de Euskal Herria para jugar su partido navideño contra Cataluña.
La tradición vasca es cemento que fragua en un suspiro y en este 2008 el nombre de Euskal Herria se ha convertido en seña de identidad para los futbolistas, en sus raíces y sus razones profundas: «Nosotros queremos representar a una nación de siete territorios y 21.000 kilómetros cuadrados, cuyo nombre a día de hoy es Euskal Herria». No parece que el Señor les haya llamado por los caminos de la historiografía, aunque, si echamos un vistazo a las tablas clasificatorias, podría pensarse que tampoco por los del fútbol.
Hasta que Sabino Arana se inventó el término Euzkadi, en los ambientes euskaldunes se decía mayormente Euskal Herria. Resurrección María de Azkue, fundador de Euskaltzaindia, fue un eminente vascólogo que ganó la cátedra de euskara en el Instituto de Bilbao a Sabino Arana y Unamuno. Invitado a dar una conferencia en el primer batzoki abierto en Bilbao a finales del siglo XIX, fue contestado por los militantes nacionalistas. Cada vez que él decía Euskal Herria, los asistentes le rectificaban gritando a coro: «¡Euzkadi!», con un enojo considerable del ponente.
La primera sesión celebrada en la historia por un Parlamento vasco se produjo el 31 de marzo de 1980, 22 días después de haberse celebrado las primeras elecciones autonómicas vascas de la historia. Tendremos 7.000 años de antigüedad como pueblo, según dice el incansable Ibarretxe, pero todo lo importante ha pasado hace casi nada. Ustedes se imaginarán que el lehendakari es una figura ancestral que presidía consejos de ancianos bajo un roble en la edad media. Pues no. El primer lehendakari de los vascos juró su cargo el 7 de octubre de 1936, una fecha al alcance de cualquier memoria histórica.
Aquella primera sesión parlamentaria estuvo dedicada a debatir el nombre de la cosa: si se escribía con s o con z. El PNV era partidario de la grafía ortodoxa de Sabino, que, al fin y al cabo, era el bautista. La Academia de la Lengua Vasca defendía la s, al igual que el resto de los partidos, nacionalistas o no y la banda terrorista ETA, acrónimo de Euskadi ta Askatasuna. Mario Onaindia, parlamentario de Euskadiko Ezkerra, envió una nota al grupo del PNV, en la que decía: «Si habéis renunciado a todo lo demás, ¿por qué os aferráis a la z? Firmado: Sabino Arana». En los años 80, el presidente de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne, se declaró contrario al término Euskadi, por ser un neologismo aranista: «Siempre hablaré de la gran Euskal Herria, que es la tierra de mi madre».
Si alguien se toma la molestia de buscar en la hemeroteca de la prensa nacionalista, radical o no, y en las videotecas y audiotecas de la radiotelevisión vasca, se encontrará con que apenas hay referencias a Euskal Herria anteriores a abril de 1992. El término usado más frecuentemente es, con diferencia, Euskadi. El 29 de marzo de aquel año, la policía francesa detuvo a la cúpula dirigente de ETA en Bidart: ‘Pakito’, ‘Txelis’ y ‘Fiti’. El segundo, José Luis Alvarez Santacristina, era el encargado de redactar los comunicados. Por razones obvias, el redactor pasó a ser ‘Mikel Antza’, que empezó a escribir Euskal Herria. La explicación de los fenómenos complejos es a veces tan sencilla como estremecedora.
Santiago González, EL MUNDO, 14/11/2008