Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El lunes nos enteramos de que, tras hurgar bien bien en los cajones en los que deposita los datos de la economía, el INE había encontrado casi 20.000 millones de euros que se le habían escapado en sus cálculos anteriores del PIB. Sin duda, una buena noticia aunque quizás haya pasado inadvertida a los ciudadanos, agobiados por los precios y los tipos de interés. Ayer supimos más cosas de ese cálculo y todas ellas son interesantes. Por ejemplo, que el responsable del incremento inesperado fue, fundamentalmente, el consumo, que ha sido empujado con brusquedad por los salarios. Nada extraño dada su evolución tras las nuevas aplicaciones de los convenios, las subidas de los funcionarios y del SMI. Lo que no sabíamos, y nos lo descubre el INE, es que los salarios han subido con más fuerza que los beneficios de las empresas, aumentando su peso relativo en el reparto de la tarta de la riqueza.
¡Vaya por Dios! Nos pasamos toda la legislatura recién terminada oyendo al Gobierno como despotricaba contra los empresarios en general y contra algunos en concreto, a quienes acusaba de tener una voracidad sin límites y de obtener unos beneficios escandalosos. Un argumento que, repetido hasta la saciedad, pretendía justificar las numerosas subidas de impuestos realizadas y explicar las interminables mejoras en el gasto público destinado a ampliar el llamado ‘escudo social’.
Antes de que empiece la lapidación cotidiana, le diré que me parece estupendo que los salarios suban mucho. Es bueno para todos y no solo para quienes los perciben, siempre claro que consigamos eludir los efectos de la segunda ola sobre los precios –provocada por el traslado hacia ellos de los nuevos costes–, y que no dañen la productividad de las empresas, de cuya actividad ¡qué faena! vivimos todos y cuyos beneficios sostienen su actividad. Pero hay cosas que no se entienden. ¿A qué viene esa andanada contra empresas y empresarios utilizando datos erróneos y parciales? Si al Gobierno le han parecido ‘escandalosos’ y fuera de lugar los beneficios obtenidos por ellas y ellos, ¿qué le parece la evolución de los salarios que han crecido más? No le veo a la vicepresidenta Díaz apaciguando su santa ira, ni reconociendo que el comportamiento de los agentes económicos tras la dura, para todos, pandemia sufrida en estos años ha sido bueno.
Siempre podrá escudarse en que siendo buena, la tendencia es insuficiente. Total, ella no paga salarios y los que reciben sus colaboradores proceden de su bolsillo. Del suyo de usted, claro.