Luis Ventoso.ABC
- El ilustre socialista representa a un PSOE ya extinguido; hoy es el Partido Sanchista
Joaquín Leguina ha elegido la plataforma de más prestigio en los periódicos españoles, la Tercera de ABC, para responder a la macarra intención de Sánchez de expulsarlo del PSOE junto a Nicolás Redondo. En su texto le ha propinado un repaso, fundamentado en argumentos irrefutables (el principal, la felona alianza de Sánchez con el separatismo supremacista). El estupendo Leguina es un espíritu libre. Se puede permitir expresar de manera diáfana lo que le place por tres motivos: acaba de cumplir 80 tacos y está de vuelta, posee el patrimonio de su prestigio personal, y lo adorna una muy cántabra testarudez a la hora de mantenerse fiel a sus principios. En una era en la que cada vez que repasamos el
currículo laboral de nuestros dirigentes nos sonroja su liviandad, Leguina puede acreditar una trayectoria de fuste. Presidente de la Comunidad de Madrid durante doce años, doctor en Económicas por la Complutense y en Demografía por la Sorbona (¡y sin plagios!); alto funcionario estadístico, autor de novelas y ensayos de calidad…
Como viejo socialista, denuncia también en su Tercera la abulia de Sánchez ante el problema del ‘mal reparto de la riqueza y de las rentas’. Resulta demoledor su recordatorio de que el famoso ‘heteropatriarcado’ ocupa más espacio en el discurso del Gobierno que la justicia económica, la bandera de la socialdemocracia. Titula su alegato como «Carta abierta a Pedro Sánchez». Pero puede esperar sentado si aguarda una respuesta. Estamos ante un divo alérgico al debate intelectual. En toda la semana ni siquiera ha tenido a bien ofrecer a los españoles su valoración de las elecciones de Madrid, donde el PSOE obtuvo el peor resultado de su historia. La carta de Leguina, necesaria y llena de razón, tiene un hándicap: el autor representa a un partido -el PSOE de la etapa de Felipe González- que en realidad ya no existe. Lo de hoy es el PS (el Partido Sanchista), cuya brújula es la amoralidad táctica, el poder por el poder más maquiavélico envuelto en un celofán de clichés hueros del catecismo ecoprogresista.
En contra del mito que todavía pervive en la sociedad española, la historia del PSOE dista de ser la de 141 años ‘de honradez’. UGT y Largo Caballero colaboraron encantados con la dictadura de Primo. Facciones del PSOE sabotearon a la propia República en las revueltas de 1934. La mitad de la bancada del PSOE bramó contra la aprobación del voto femenino. Militantes socialistas respaldaron en Barcelona la proclamación independentista de Companys. El partido apoyaba la ‘autodeterminación de los pueblos de España’ hasta bien entrados los setenta. Con González, a pesar de las sombras de corrupción, el PSOE abraza por fin el orden constitucional, la senda atlantista, la economía de mercado y un elemental respeto a las instituciones. Con Zapatero la cabra vuelve al monte, y con Sánchez, se desboca por completo, asociándose con separatistas antiespañoles y filoetarras. Por eso Leguina se dirige a un frontón. Su PSOE ha desaparecido (véase, por ejemplo, el infame trato del sanchismo al veterano Gabilondo).