ROGELIO ALONSO – ABC – 16/11/15
· Los atentados de París han vuelto a poner de relieve rasgos fundamentales del terrorismo islamista: su carácter internacional y transnacional, así como su dimensión interna y externa. La relevancia de estas facetas convierte en decisiva la cooperación antiterrorista al enfrentarse a esta amenaza. Por un lado, su violencia obedece a la inspiración de una red de alcance global cuyos objetivos, tanto políticos como religiosos, trascienden los ámbitos geográficos en los que perpetran sus atentados.
Este terrorismo sin fronteras mantiene estructuras y desarrolla actividades en diversos países, obligando a diseñar respuestas multifacéticas hacia dentro y hacia afuera. En una Europa que garantiza la libertad de movimientos, el reto adquiere una mayor dimensión. Por tanto, si deseamos mantener el espacio Schengen no podemos ignorar la necesidad de redoblar esfuerzos para neutralizar los riesgos derivados de esa permeabilidad de fronteras.
Por un lado es ineludible el reforzamiento de la seguridad en fronteras exteriores. Pero además la cooperación policial y judicial debe incrementarse y perfeccionarse para reforzar los controles internos. Existen órganos que permiten esa cooperación dentro de la Unión –Eurojust, Frontex, Europol entre otros–, pero como ha reconocido el propio coordinador antiterrorista, Gilles de Kerchove, los déficits son importantes y el terrorismo yihadista los está exponiendo con crudeza.
A pesar de los mensajes de unidad tras cada atentado, tan necesaria cooperación muestra problemas derivados de la propia naturaleza de la institución, conformada por estados cuyas tradiciones, políticas y prioridades divergen con frecuencia y en la que existe una competencia de intereses. Además, cuando se trata de compartir un preciado bien como la inteligencia, las dificultades aumentan. De ahí que las recomendaciones estratégicas sean difíciles de trasladar al plano operativo revelando la ausencia de una voluntad política firme para diseñar y aplicar instrumentos sobre los que se teoriza en exceso.
Si la cooperación es mejorable en el propio ámbito interno de nuestro país, donde Policía y Guardia Civil compiten por recursos y competencias, lógico es que también lo sea en el externo. Pero inexcusable resulta el decepcionante espectáculo de líderes europeos que tras cada asesinato vuelven a prometer el perfeccionamiento de sistemas de cooperación policial y judicial que siguen sin recibir el impulso necesario. Por ejemplo, continúan prometiendo la mejora de instrumentos de intercambio de datos personales que ya anunciaron meses atrás y la puesta en marcha del PNR, registro de identidades de pasajeros, que sigue sin ver la luz.
La cooperación bilateral entre estados suple algunas de las carencias derivadas de la burocratización en un nivel multilateral y muestra el potencial de tan esencial instrumento. La cooperación entre España y Francia frente a ETA aporta un eficaz modelo que requiere su adaptación a las peculiaridades del terrorismo islamista. Asimismo la mejora de la cooperación entre España y Marruecos en la última década ofrece un útil referente. Diversos son los focos de conflicto en las relaciones entre ambos vecinos que han pasado a un segundo plano en aras de una mejora de la cooperación judicial y en seguridad. Esta se ha traducido en un incremento notable de operaciones de colaboración y conjuntas, y de otros eficaces mecanismos como magistrados y oficiales de enlace y convenios bilaterales de extradición.
ROGELIO ALONS