HENRY KAMEN-El Mundo
El autor resalta que la manipulación del pasado ha llegado en Cataluña a extremos tan ridículos como el protagonizado por el alcalde de Cervera, ignorante del papel que jugó su ciudad durante la Guerra de Sucesión.
«LAS COSAS de este mundo», escribió un pensador en el siglo XVI, «se pueden entender correctamente solo cuando se miran al revés». El «reverso» significaba una contra-imagen, una forma de penetrar a través de la realidad aparente en otro aspecto de la realidad. Era un concepto expresado posiblemente con su máxima claridad por el gran filósofo griego Heráclito, y también por esa obra maestra del discurso filosófico del siglo XIX, Alicia en el País de las Maravillas. Varios otros pensadores en esos siglos consideraron que la verdad se podía lograr no solo al revés, sino también de cualquier otra manera que colocara al mundo entero de cabeza abajo. «Estaremos encima», proclamó un portavoz de unos rebeldes campesinos en el siglo XVI, refiriéndose a las clases altas ricas, «y ellos estarán abajo». El desafío de un mundo al revés también involucraba el género: las mujeres, se proclamaba, jugarían el papel decisivo, no los hombres. Al revés, hacia atrás, cabeza abajo, de adentro hacia afuera: eran todas las maneras de llegar a la verdadera realidad que yacía en el corazón de la existencia.
A la luz de tales ideas, no hay nada sorprendente en la decisión este año de un alcalde en la ciudad catalana de Cervera, de colgar boca abajo en las paredes de su ayuntamiento los retratos de ciertas personalidades históricas, entre ellos un rey de España de tres siglos atrás. Tal vez el alcalde esté haciendo una declaración filosófica. A lo mejor Cervera, el hogar de una universidad, se dedica a los gestos filosóficos. Deberíamos alegrarnos de tal diversidad intelectual en una época en la que casi se ha perdido la capacidad de crear un pensamiento original.
Sin embargo, existe otra explicación más probable para el gesto del alcalde de Cervera. Desde el comienzo de la historia de España, casi con certeza nunca ha habido una ópera cómica para igualar a la representada en los últimos meses por un sector de la clase política de Cataluña. La prensa, de todos los matices de opinión, ha sido despiadada en su crítica a la conducta de algunos activistas en Cataluña, quienes, al parecer, preferirían destruir su país antes de permitirle recuperar la normalidad constitucional. Este seguramente sea el único caso registrado en el que una alianza extraña de la burguesía rica y de radicales populistas hayan conspirado juntos en un intento de destruir el movimiento nacionalista tradicional en Cataluña.
El incidente de Cervera ocupa un lugar dentro de esta duradera y todavía no acabada ópera cómica. Parece que el alcalde de Cervera, cansado de la reputación de su pueblo como uno de los más fieles seguidores de la monarquía borbónica durante la Guerra de Sucesión de 1705-1714, ha decidido proclamar el descubrimiento de que su ciudad era de hecho hostil a los Borbones en 1705. Para celebrar este descubrimiento (que hizo público por primera vez hace seis años), ha ordenado que todos los retratos del rey se cuelguen al revés, un acto de malicia juvenil que no ha hecho más que revelar el escaso conocimiento que él y el ayuntamiento parecen tener de la historia de su propio país. Desafortunadamente para el alcalde, la verdad se puede ver aún más claramente cuando se pone de cabeza abajo.
El hecho es que Cataluña durante la Guerra de Sucesión tuvo pocas dudas sobre su lealtad al rey Felipe V y los Borbones. Sin embargo, en el año 1705 la armada británica y su ejército ocuparon Barcelona y buena parte de Cataluña, lo que hizo inevitable que ciudades como Girona y Lleida, que tenían guarniciones y armamentos insuficientes, se vieran obligadas a aceptar a los británicos, que ejercieron el poder en nombre del archiduque Carlos de Austria. Barcelona fue finalmente tomada por los austracistas y británicos en septiembre de 1705 y salieron de la ciudad 6.000 catalanes borbónicos. La historia nacionalista conserva un discreto silencio sobre estos catalanes que decidieron no apoyar al nuevo rey impuesto por los británicos. Al igual que Barcelona y gran parte de Cataluña, la pequeña ciudad de Cervera no pudo evitar unirse a los británicos en 1705.
Pero Cervera y Cataluña de ningún modo fueron hostiles a Felipe V. Tan solo dos años antes, las Cortes de Cataluña habían proclamado su inmensa satisfacción con el rey. Cervera, al igual que otras ciudades, era indudablemente partidaria del rey Borbón. En los años posteriores a 1705 no dejó ninguna duda al respecto: los documentos del régimen borbónico, que era poco probable que pasara por alto cualquier deslealtad, hablan a menudo de su «fidelidad ejemplar». A pesar de su fidelidad, sin embargo, cuando el gobierno abolió los fueros de Cataluña, la élite de Cervera se encontraba entre los que más protestaron ante el rey. En su protesta, «recordaban los cerverinos, con razón, lo que ellos habían hecho por Felipe V, los grandes daños y perjuicios que por su causa habían sufrido, y como ahora con la supresión de los fueros se castigaban por igual á los amigos que los enemigos», Cervera expresó «su continuo aborto de suspiros y lastimoso parto de lágrimas». Es obvio que el actual alcalde de Cervera desconoce la posición felipista del pueblo después de 1705, o la fidelidad constante del pueblo a los fueros históricos. Cervera, y con Cervera una buena proporción de las ciudades de Cataluña, apoyó a los Borbones, pero estaba enojada con la decisión de los Borbones de abolir los fueros.
Sin embargo, el alcalde persiste en su versión de los acontecimientos. Da la casualidad de que no es el único político culpable de una manipulación deliberada de la historia. Los que viven en Cataluña han sido testigos en los últimos años de la increíble manera en que los hechos simples de lo que sucedió en el pasado, especialmente el pasado asociado a esa desafortunada Guerra de Sucesión, han sido sistemáticamente falsificados en todas las plataformas públicas disponibles: en la televisión, en la prensa radical y en los discursos políticos. Esta imagen falsa del pasado ha sido cuidadosamente inventada por un puñado de burócratas, algunos en la Generalidad y otros en TV3, cuya principal preocupación ha sido hacer creer al público que Cataluña ha sido oprimida sistemáticamente desde el siglo XVI hasta hoy, por un régimen tiránico español dedicado a destruir sus libertades y aplastar a su pueblo.
LA FALSIFICACIÓN de la historia de Cataluña es parte del actual proceso de la ópera cómica. Es la parte que realmente debe tomarse en serio por aquellos que se preocupan por la verdad como un valor de nuestra civilización. El pasado es la base de nuestra cultura y no debe ser el juguete de los pequeños burócratas. Es el pasado lo que necesita defenderse. No hay necesidad de preocuparse por el rey que se encuentra a sí mismo víctima del gesto infantil de haber sido volteado sobre su cabeza trescientos años después de su muerte. Felipe V puede defenderse. Su destino no es peor que el de Henri Matisse, una de cuyas pinturas fue colgada accidentalmente boca abajo en el MoMA de Nueva York en 1961. Cuando un experto horrorizado señaló el hecho a un guardia del museo unas semanas más tarde, este último comentó: «No se sabe qué es arriba, y no se sabe qué es abajo, y nosotros tampoco lo sabemos». De hecho, el revés puede ser perfectamente aceptable como un comentario sobre la realidad. El pintor alemán moderno Georg Baselitz ha hecho una práctica de producir pinturas al revés con el fin de presentar una visión del lado más oscuro de la experiencia humana. Esa es la creatividad, para la cual casi todo puede ser perdonado. Lo que no se puede perdonar es el diktat de un burócrata que considera que su versión de la historia justifica que su país se ponga en ridículo ante el mundo.
Henry Kamen es historiador británico. Entre sus obras se encuentra España y Cataluña. Historia de una pasión (La Esfera de Libros, 2014).