ETA, agonizante organización criminal. Así califica el periodista a la organización terrorista vasca en un artículo de opinión sobre las extorsiones derivadas de las buenas relaciones entre Hugo Chávez y las FARC.
El rey Atila gustaba hacerse de una fácil renta con la cláusula de los tributos que pactaba en cada “tratado de paz” con sus pueblos vencidos. Los elegía poderosos, pudientes y civilizados. Se molestaba cuando alguno incurría en morosidad, volvía a asaltarlos y reducirlos, de ahí sobrevenían los ataques de pánico de los desgraciados moradores y gobernantes de aquel terrible siglo IV después de Cristo.
Al observar algunos reyes del occidente europeo haciéndole frente con algún éxito, palpitó el desagrado de morder el polvo de la derrota. No todos eran tan giles como Teodosio II del Imperio Romano de Oriente con cuya debilidad hizo el más pingüe negocio de aquella antigüedad. Evaluó los riesgos y supo cambiar de profesión. Cobrar los usurarios impuestos forzosos traía sus inconvenientes. Se dedicó directamente al saqueo y la destrucción masiva de cuanto estuviera en pie. Fueren edificios, obras de arte, muebles, animales o seres humanos. Atila, llamado “el azote de Dios”, después de una vida de matar hombres y pueblos como moscas encontró su muerte natural en la propia noche de bodas. Literalmente en la cama. Extraño final para un emblemático de la barbarie. Llegó a mover ejércitos de 700.000 hombres y una brutal fanfarronería cruel e inútil.
Algunos intelectuales de la izquierda y otros personajes del estilo Luís D´Elía intentan otorgarle a los terroristas colombianos de las Farc una tonalidad romántica. Han acuñado su propia fe de bautismo certificando el nacimiento de esta secta criminal junto al “Bogotazo” y simultáneo asesinato del líder liberal colombiano Jorge Eliecer Gaitán de 45 años. Si bien desde la fecha del Bogotazo derivó un movimiento insurgente, lejos está la Farc de aquel acontecimiento conmovedor. La víctima Gaitán era exactamente lo contrario, un político civilizado, ministro liberal desde 1938 al 46 y destacado jurista, alejadísimo –en todo sentido- de las personalidades de Atila y Hugo Chávez.
Se ha dado a conocer una investigación del SINCI (Sistema de Monitoreo Satelital de la ONU). Las románticas fuerzas armadas revolucionarias de Colombia producen más de 500 toneladas anuales de cocaína. Sabiendo el precio final de esta famosa droga calcula el Sinci una utilidad neta superadora de los 750 millones de dólares por año calendario, sin impuesto, ni gravamen, ni retención alguna ¡por supuesto!. El negocio guerrillero de las Farc en un principio se orientó hacia el secuestro extorsivo seguido del pago de rescate. El mismo que practicaron e hicieron sus jugosas diferencias los Montoneros y el ERP, criminales de lesa humanidad en los años setenta, hoy protegidos y condecorados con cargos públicos por el matrimonio Kirchner en la Argentina.
Estos grupúsculos violentos y de sádico proceder fueron relativamente “aniquilados” por el régimen dictatorial iniciado en 1976. Colombia fue una de las raras naciones sudamericanas que en la última mitad del siglo XX no conoció golpes de estado ni regímenes militares después de la dictadura del general Rojas Pinillas. Las Farc sobrevivieron hasta el presente y se estima que muy pronto dejarán de abusar del aguante ciceroniano de la paciente Colombia. De cualquier modo aparecería acá una atroz jurisprudencia. Se vislumbra -pero no es verdad- que estos grupos violentos, sádicos y atrasistas necesitarían inexorablemente de la terapia de un régimen militar brutal y torturador que los extermine. Esa tenebrosa ciclotimia no se da en todos los países. Pero podría reaparecer, muy a nuestro pesar .
Un sector de la población –desinformado, ansioso y descuidado- es bombardeado por una propaganda abrumadora basada en una emisión aluviónica de sandeces delirantes. El dinero chavista, repartido en miles y miles de valijas viajeras permite la constante exhibición de shows televisivos, escraches piqueteros, periodistas paniaguados, patotas sindicales o pseudo indigenistas, embelesados en el apoyo a organizaciones como las Farc y a regímenes imperialistas como el chavismo, el castrismo y las sectas yijadistas del Medio Oriente. Todos inclinados a imponer por la fuerza sus tortuosos y fanáticos esquemas económicos, raciales y religiosos. Quiera Dios no vuelvan a ocurrir estas tragedias cíclicas de no terminar nunca. Por lo pronto, ya estuvimos al borde de alguna amenaza de guerra talvez sobreactuada e histriónicamente fanfarronizada.
Atila repartía sus botines de guerra con la soldadesca. Sembraba simpatías entre los pueblos sumergidos en la ignorancia y la miseria. No los ayudaba pero sabía cosechar su apoyo y aportes en milicia, sólo respondía con las falsas ilusiones de las utopías. ¡Qué fácil…! Su fuerte consistía en generar resentimiento contra la cultura y la civilización “donde pisan mis botas y mis caballos nunca más crecerá la hierba…”. Su frase preferida. Se proclamaba enemigo mortal del “imperio” de la Roma decadente. No se diferenciaba en nada de Mussolini, Hitler, Stalin, Castro, Chávez y el “mártir” Raúl Reyes. Las alusiones al “imperio” constituían el pasaporte del rey Atila a la popularidad. Vale decir, el método no lo inventó don Benito ni Hugo Chávez. Lleva una antigüedad de dieciséis siglos. Ni siquiera en eso se torna original el verborrágico coronel golpista de las camisas rojas o la fajinosa vestimenta verde oliva.
EL NEGOCIO DE LOS SECUESTROS
¿Dejaron las Farc de secuestrar gente…? ¿Las utilidades del narcotráfico no les alcanzan…?. Los secuestros extorsivos continúan pero con una siniestra variante. El pingüe negocio informal del narcotráfico requiere del lavado del dinero tanto como del oxígeno. Caso contrario sería una pena guardarse los caudales en otro incómodo lugar como hacía el célebre Papillón. Apareció en escena el odiado Alvaro Uribe, el frágil, algo pálido y de anteojitos presidente de Colombia durante ocho años, alias “el genocida” para Luís D´Elía. Salieron 18.000 hombres del ejército regular de Colombia a combatir en esa selva, madriguera de las sensibles huestes guerrilleras. Los soldados de la patria colombiana los desplazaron de los lugares que solían pernoctar. Los auxilios del amigo Chávez fueron cada vez más frecuentes y cariñosos con los campamenteros de las Farc.
Era difícil mantener la actividad cuantitativa de los secuestros extorsivos. Debieron pasarse al método cualitativo. Menos secuestros pero que resuelvan el problema financiero del lavado del dinero. Ordenarle a los muchachos insurgentes la necesidad de traer de visita por unos años a los campos de concentración (¿gulag…? porqué no…) unos cuantos empresarios o políticos con sólidas cuentas corrientes bancarias para mover muchos millones de dólares. El sueño dorado de los más inescrupulosos hampones, manejar millones de dólares a nombre de un infeliz esclavo reducido y encadenado en las selvas. También se hizo necesario recordarle a las familias y los amigos del cautivo algo muy sencillo, si no cooperan, si denuncian o se dan a conocer las realidades de las cuentas personales: “papito muere…”. Agregaban otra tortura adicional al infeliz y la familia: la espada de Damocles del descubrimiento del chantaje. La desgracia fatal priva de toda reacción coherente al que padece el miedo. Los de la Farc, los chavistas, los de Al Qaeda, los yijadistas y los que les siguen en el Cono Sur lo saben de sobra. ¿ Y COLOMBIA NO ES AGREDIDA…?
Antes, durante y después de la muerte de Marulanda y Raúl Reyes, la nación, el territorio y la población colombiana fueron víctimas de los más horrendos crímenes, atentados, daños y estragos por parte de esta secta terrorista, desembozadamente amparadas y protegidas por Chávez y Correa. Tienen directa responsabilidad estos dos mandatarios showmans de la TV globalizada, resultaron asqueantes y grotescas sus conferencias de prensa y exhibiciones televisivas ante un mundo que no cesa de asombrarse al contemplar la autopropaganda hipócrita desplegada en los eventuales foros que aprovechan al máximo. Las Farc dinamitaron el oleoducto trasandino de Colombia en varios tramos. Antes ya lo habían hecho. Ni una palabra de repudio surgió de las cansadas democracias. Envían la cocaína desde los puertos venezolanos -con su monstruoso hijo residual “el paco”- por quinientas toneladas anuales para envenenar el planeta. Nunca una organización tan criminal ha sido tan venerada por determinados jefes de estado y bulliciosas muchedumbres enfermas, por suerte minoritarias en el granel del planeta. ¿No se deciden a protestar los ecologistas contra quienes siembran coca y destruyen 40.000 hectáreas de selva nativa…?. ¿Las organizaciones de derechos humanos pensarán que los 700 secuestrados de las Farc son menos humanos o sus torturas serían placenteras…? Las bombas que pone la Farc –y los campos minados- para matar inocentes con el siniestro nitrato de amonio ¿pensarán que procuran una muerte más dulce…?. ¿Cuantas poblaciones colombianas han soportado esos ataques violentos de las Farc y consecuentes redadas de secuestros…? ¿No es una agresión descomunal sembrar de minas explosivas los suelos del territorio de la nación víctima…? ¿Reclutar por la fuerza o por el engaño a los menores de edad para llevarlos al combate es lícito…?
La Carta de las Naciones Unidas y la doctrina sobre las Expediciones Punitivas justifican a Colombia. Meterse unos metros en territorio ecuatoriano para terminar con su enemigo mortal fue un acto de “derecho inmanente de legítima defensa…” como lo prevé el art. 51. Mucho más cuando su vecino ecuatoriano hace la vista gorda o mira con cariño a los terroristas. En la reunión del Grupo de Río el presidente Correa se manifestó “molesto” y hasta víctima de esos huéspedes que dormían plácidamente en su territorio. La expedición punitiva del ejército colombiano fue justa. No intentaron en ningún momento entrar en territorio ajeno para quedarse o anexionar, no generaron daños materiales, el enemigo “dormía” en campamentos protegidos por el propio presidente Correa. El cual a su vez emitió órdenes para amparar los movimientos de la secta criminal. La misma que todavía no se cansó de ejecutar “ataques armados” a la nación colombiana. Es fácil negarlo en la reunión del Grupo Río pero no creíble.
Los datos obtenidos en las computadoras de Raúl Reyes comprueban fehacientemente la hostilidad y los delitos cometidos por Farc, Chávez y Correa. Los 50 ks. de uranio generan una proyección investigativa por las presuntas intenciones nucleares que puedan abrigar tanto la secta criminal como sus cómplices. Los corceles del rey Atila se habían propuesto no dejar crecer más la hierba. Es vieja la lucha entre la civilización y la barbarie. Sudamérica, el Medio Oriente y en gran parte del África anidan fuertes resabios de la vieja barbarie. Salvo la agonizante ETA, no quedan más organizaciones criminales en el primer mundo. Uribe terminó su mandato infligiendo una derrota épica a las Farc dejando la posta democrática a quien fuera su ministro de Defensa. La lucha no ha terminado del todo. Como en el final de Himmler, las Farc sólo van a “permitir” abrir los campos cercados por alambres de púa después de la rendición incondicional, tal cual lo lograron los aliados con los nazis. Desde luego, sería mejor el camino de la negociación y capitulación pacífica. Pero ya han demostrado estos canallas que no son como los combatientes del IRA. Aquellos irlandeses luchaban tan sólo por una separación de Inglaterra. Nunca fueron narcotraficantes ni descarados enriquecidos a través de su lucha insurgente.
*Ernesto Poblet es autor es historiador, periodista y fue profesor de derecho internacional público en la Universidad de Buenos Aires. Publicó “DESENCUENTROS EN AMÉRICA. Un mensaje con figuras notables de la Historia. OLMO Ediciones. Buenos Aires. Mayo 2009.
Ernesto Poblet, Periodismo de Verdad (Argentina), 9/8/2010