Julián Quirós-ABC
- De alguna manera, compramos su discurso cuando exaltamos la presencia del Rey en un territorio más de España, cuando celebramos como un pequeño triunfo cada vez que pisa suelo catalán
El Rey ha vuelto a Barcelona, para cumplir con el rito de entregar los despachos a la nueva promoción de jueces. Una tradición interrumpida el año pasado por el veto indigno del gobierno a la Corona, con fin de no soliviantar a sus socios, instigadores de un boicot a la monarquía desde antes incluso del decisivo discurso de Felipe VI contra los golpistas en octubre de 2017. Tras el escándalo, vuelve la normalidad, con algo de reparación pública. Pero incluso en este escenario, estamos cayendo en la trampa de los secesionistas. De alguna manera, compramos su discurso cuando exaltamos la presencia del Rey en un territorio más de España, cuando celebramos como un pequeño triunfo cada vez que pisa suelo catalán. Lo más relevante, no obstante, resulta el alineamiento de la jefatura del Estado con el Poder Judicial. Los jueces se han convertido en estos tiempos en la última frontera, la barrera infranqueable con la que se topan los variados hostigadores de nuestro sistema constitucional.