Juan Carlos Viloria-El Correo
La barra libre abierta contra la jefatura del Estado está calando como lluvia fina
Los Reyes Felipe y Letizia han dedicado las últimas semanas a recorrer España con mascarilla. Sin ceremonial. Casi en mangas de camisa y vestidos de diario. La mirada triste. El gesto solidario. Intentando insuflar esperanza a una sociedad angustiada y atenazada por el jinete del Apocalipsis que vino de Wuhan. Pero a la zozobra del virus que tiene colapsado al país, el jefe del Estado suma la inquietud ante la acometida política que se ha desatado para desprestigiar, someter y derribar a la máxima institución. Aunque las voces antimonárquicas son un Guadiana que aparece y desaparece desde la recuperación de la democracia, en esta coyuntura histórica el ataque parece tener una envergadura desconocida hasta el momento. No hay más que reparar en que las fuerzas políticas minoritarias pero decisivas que apoyan a Sánchez están exigiendo para apoyar los Presupuestos que don Juan Carlos abandone la Zarzuela. El relato de los partidos englobados en lo que se podría llamar el republicanismo plurinacional, sumados al secesionismo anticonstitucional, está calando en una parte de la opinión pública, sin que en la balanza mediática exista un relato antagónico que lo compense. Aprovechando el goteo de historias sin confirmar sobre irregularidades financieras del anterior jefe del Estado, se asume una derivada que establece que la monarquía constitucional es una institución «corrupta». Los ahijados políticos de Jordi Pujol acusan a la Familia Real de «organización criminal». Precisamente cuando el fiscal acaba de establecer que eso ha sido la familia del exhonorable durante décadas.
Es cierto que la opinión pública en su inmensa mayoría no está preocupada por la institución. Al contrario, según la clasificación de los problemas del Estado en el CIS, la monarquía le preocupa al 0,5% de los ciudadanos. Muy por debajo de la clase política, que le desvela al 12,5%. Sin embargo, la barra libre que se ha abierto contra la jefatura del Estado contando con la actitud autista de Sánchez y su partido está calando como lluvia fina en la percepción de la sociedad sobre la Familia Real. Incluso las personas que pasan de política habitualmente pero son espectadores atentos de los programas de entretenimiento han comprado el relato que mezcla Corinna, Villarejo, Urdangarin, La Meca, la Zarzuela, y Felipe VI. Desde el punto de vista de la estrategia de comunicación, para hacer frente a esa propaganda falaz. el Rey está prácticamente solo ante el peligro. Sánchez viene a decir: que se defiendan ellos. Y de vez en cuando algunos nombres de la política o del periodismo con prestigio, pero sin poder, levantan la voz o la pluma para recordar el decisivo papel que juega la monarquía constitucional.