Gorka Angulo Altube-El Correo

  • Después de perder a un gran aliado, la derecha democrática, ahora su objetivo es sobrevivir el mayor tiempo posible en cohabitación virtual con los socialistas

El presidente Emmanuel Macron ha decidido alargar la combinación de psicodrama y circo en la que ha convertido a la segunda economía de la Unión Europea. Francia atraviesa la crisis política más grave desde 1958, con un jefe de Estado que, enrocado en su contumacia desde hace un año y cuatro meses, corre el riesgo de una crisis de régimen de la V República.

Este esperpento tiene dos ganadores y dos perdedores. Ganadores, los dos líderes de los extremos a izquierda y derecha, La Francia Insumisa (LFI) y Reagrupación Nacional (RN), Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen, cuyo único programa es la dimisión de Macron y la disolución de la Asamblea Nacional. En tal situación, las encuestas conceden hasta un 36% a RN, virtual vencedor sin mayoría absoluta. Los dos perdedores son la derecha republicana y el llamado bloque central macronista.

El dilema de la salida o participación de Los Republicanos (LR) en el Ejecutivo galo ha dividido sus filas en dos grupos haciendo realidad lo que su líder, Bruno Retailleau, advertía hace un mes: «El problema de la derecha es la derecha». La gestión de Retailleau en el Ministerio del Interior creó hace semanas un espejismo en LR, porque algunos dirigentes soñaban con que el presidente de su partido repitiera la carrera de Nicolas Sarkozy desde Interior hasta el Elíseo en 2007. Sarkozy estuvo en Place Beauvau veintiún meses y dejó huella, como ahora con su encarcelamiento. El presidente de LR ha estado en Interior durante un año, un periodo corto para alcanzar una popularidad significativa, que sí logró Sarkozy con un índice del 57% frente al último 39% de Retailleau.

Las elecciones municipales del próximo marzo, a dos vueltas y con doble lista en París, Marsella y Lyon, plantean un debate tabú en el seno de la derecha democrática desde 1984. En 1998, la elección como presidente del consejo regional de Ródano-Alpes del exministro de Defensa Charles Millon, con los votos del entonces Frente Nacional, fue un auténtico escándalo que terminó con Millon expulsado de su partido, la giscardiana Unión para la Democracia Francesa, y con un precedente que instalaba en todo el Hexágono un cordón sanitario esterilizante de cualquier tentación de algunos cargos de la derecha civilizada de pactar con la ultraderecha lepenista en todos los ámbitos.

La línea roja se mantuvo mal que bien hasta la crisis del año pasado, cuando el presidente de LR, Éric Ciotti, intentó un acuerdo con Marine Le Pen en las elecciones legislativas. Ciotti creó una nueva formación, pero demostró que su partido no estaba preparado para tal alianza a pesar de que más del 50% de sus votantes y afiliados la apoyan. No entienden por qué el Partido Socialista (PS) puede aliarse con Mélenchon mientras que LR no lo hace con Le Pen. La porosidad entre los electorados de RN y LR y el voto útil que favorece siempre a la fuerza dominante, en este caso a los de Le Pen, puede crear un peligroso precedente en Europa con acuerdos electorales que serían el suicidio o el chaleco salvavidas de los neogaullistas.

De momento Macron ha perdido a un gran aliado en el Gobierno, pero empieza a decir adiós a otros que hasta ahora le respaldaban incondicionalmente en sus filas. Los exprimeros ministros Gabriel Attal y Édouard Philippe han declarado sobre el presidente que ya no entienden sus decisiones o piden elecciones anticipadas. No es para menos. Sébastien Lecornu sucede a Sébastien Lecornu el viernes 10 de octubre después de que el lunes 6 había renunciado, catorce horas después de formar el Gobierno Lecornu 1. El objetivo ahora de Macron y su «monje soldado» Lecornu es sobrevivir el mayor tiempo posible con una cohabitación virtual con una alianza parlamentaria desde el PS hasta LR.

En las últimas semanas, el primer secretario del PS, Olivier Faure, y el jefe del Ejecutivo han retomado la relación de confianza rota en febrero con François Bayrou por el ‘caso Bétharram’, con el que el exprimer ministro no se mojó ni en la ducha. En las conversaciones de estos días los socialistas, sabiéndose imprescindibles en el sudoku parlamentario y aprovechando el caos de los aliados de Lecornu, no sabían si querían el Palacio de Matignon o su lista a Papá Noel que empezaba con la suspensión de la reforma de las pensiones (plan estrella de Macron) y la tasa Zucman para los grandes ricos, en éxodo hacia Italia.

Ahora el Gobierno Lecornu 2 acepta lo hasta hace días inaceptable, negocia los Presupuestos después de sobrevivir a dos mociones de censura, gracias al PS, y todo bajo la tutela de un mandatario cuyo principal legado es la destrucción de la arquitectura de la V República. Un rey elegido cada cinco años que desde su poder vertical y concentrado ha puesto a Francia frente al abismo. Hoy hace falta algo más que un presidente, un Charles de Gaulle, quien dijo que «solo el peligro puede unir a los franceses».