Isabel San Sebastián-ABC
- Pese al acoso que sufre porparte del Gobierno y sus socios,la mayoría de los españoles caminamos junto a él
El quincuagésimo cuarto cumpleaños de Su Majestad Felipe VI ha sido recogido en buena parte de la prensa con comentarios referidos a su presunta soledad, fruto de una compleja situación familiar añadida al acoso institucional y político que sufre por parte del Gobierno y sus socios. Sin refutar las premisas del razonamiento, yo niego rotundamente la mayor. El Rey de España no está solo. Representa a una nación cuya ciudadanía le respalda mayoritariamente, por más ruidosos que resulten quienes lo atacan directamente o a través de figura interpuesta.
Las cifras no engañan. Según la última encuesta de GAD3 realizada para ABC en agosto del año pasado, el 54,3 por ciento de los españoles se decantan por la monarquía como modelo de Estado, frente al 36,9 que lo hacen por la república. Entre los votantes del PSOE las preferencias están más o menos igualadas, con una ligera ventaja de los republicanos, mientras que los podemitas abrazan abrumadoramente ese sistema, al igual que los separatistas catalanes y vascos. ¿Cómo no habrían de hacerlo si fue el valiente discurso del Rey, pronunciado el 3 de octubre de 2017, el principal baluarte defensivo de los valores constitucionales frente a la intentona golpista perpetrada por Puigdemont y Junqueras? La Corona es símbolo y garantía de la indisoluble unidad nacional consagrada en nuestra Carta Magna, lo que pone a la institución en el punto de mira de quienes quieren quebrarla. Enemigos jurados de España que, por vez primera en democracia, gracias a Pedro Sánchez, se sientan en el Consejo de Ministros y condicionan con sus votos la estabilidad del Ejecutivo. En las filas del centro-derecha, en cambio, el apoyo a la monarquía arrasa tanto en Cs como en el PP y Vox, partidos respetuosos del marco legal vigente, aunque este último proponga cambiarlo recurriendo a los cauces que las propias leyes disponen. Esa es la principal diferencia entre Gobierno y oposición. El primero asienta su poder en una endeble mayoría apuntalada por fuerzas empeñadas en destruir el país, cuya influencia perniciosa se refleja no solo en la profunda crisis política, económica y social que padecemos, sino en el aislamiento preventivo a que nos someten, con razón, nuestros aliados de la OTAN. La segunda pagó sus errores con creces y sigue purgándolos, a la intemperie, dividida y enfrentada, aunque sin incurrir en la felonía de renegar de su patria.
El Rey no está solo. Le ha tocado resolver entuertos familiares graves y lidiar con un presidente empeñado en suplantarlo o cuando menos relegarlo al rincón más oscuro de la escena, pero caminamos junto a él millones de españoles leales, agradecidos por la dignidad con que nos representa allá donde va. Hasta el CIS de Tezanos reconoce, probablemente a su pesar, que Felipe VI brilla con luz propia y acrecienta con su buen hacer el prestigio de la Corona.