EL MUNDO 05/06/14
· Don Juan Carlos dijo a sus amigos que quería irse cuando estuviera bien y sin interferir en el calendario político
· También valoró la marcha de Rubalcaba, a quien Rajoy calificó ayer de «serio, con sentido de Estado y ejemplar»
· El Príncipe aboga por una España «unida y diversa» y los empresarios piden al Rey que siga siendo su embajador
«Esto ya era necesario». Es la afirmación prácticamente unánime de las personas que mantienen vínculos de amistad con el Rey Juan Carlos. Para ellas la abdicación del Monarca ha sido en el fondo una sorpresa muy relativa. Las que ha podido contactar EL MUNDO mantienen que el Rey, un hombre estrictamente celoso de la estabilidad de la institución que encarna, tenía esta opción presente, sobre la mesa, desde hace mucho tiempo, aunque fue en enero cuando realmente la tomó en consideración. «O ahora, o habrá que esperar dos años», fue su reflexión a la vista del complicado calendario político que se presenta hasta finales de 2015 y en el que él, en ningún caso, quería interferir.
Los problemas de salud que se manifestaron abiertamente tras el tropezón de Botsuana y llevaron a Don Juan Carlos a encadenar intervenciones y periodos de convalecencia, y la perspectiva de un largo periodo marcado por las citas electorales en el país, pusieron coto por delante y por detrás al momento concreto y más apropiado para dar paso al Heredero.
Al Rey «le hubiera gustado cumplir 40 años de reinado pero el calendario no lo permitía», explica uno de sus próximos, que llama la atención sobre el hecho de que ese aniversario se produciría el 22 de noviembre de 2015, coincidiendo casi milimétricamente –salvo adelanto sorpresa– con la celebración de las próximas elecciones generales.
Una de las obsesiones del Rey, según explican en su círculo más cercano, era dar los pasos más trascendentes –y lógicamente el de la abdicación lo era– en un buen momento físico –«al alza», decía–, no en plena convalecencia. Y desde abril de 2012, la vida del Monarca ha estado marcada por las entradas y salidas del hospital. El final del calvario físico sólo empezó a vislumbrarse en noviembre de 2013, cuando se le sustituyó la prótesis provisional de la cadera izquierda por una definitiva. Apenas mes y medio después, a principios del pasado enero, comunicaba al Príncipe de Asturias su intención de abdicar.
A partir de ahí, y mientras esperaba una mejoría clara, inició un particular «juego de los barquitos», como describe gráficamente un amigo. «Se trataba de buscar en la cuadrícula del calendario los huecos apropiados para acertar. Y había muy pocos».
Junto al deseo de aparecer físicamente bien, el Rey se había autoimpuesto otra condición imprescindible: «En ningún caso interferir en un proceso electoral o en un debate político de enjundia». Y echó cuentas.
Se descartaba la primavera por estar ocupada con la campaña y los comicios europeos; tras el verano se encendería el debate de Presupuestos, en esta ocasión con clara impronta electoral; a continuación llegarían las municipales y autonómicas de mayo de 2015 y, por último, las elecciones generales.
La única pista de aterrizaje que estaba despejada era muy corta: el mes de junio de 2014. Después tocaba atinar con la fecha: los malos resultados en las urnas de los dos grandes partidos y, sobre todo, la intención de Rubalcaba de abandonar la Secretaría General del PSOE fueron condicionantes de peso.
«El paso del Rey necesitaba del respaldo sólido de populares y socialistas; los primeros no ofrecían dudas y los segundos, con Rubalcaba al frente, tampoco», aseguran las fuentes consultadas, que dan por hecho que el líder del PSOE ha aplazado hasta mediados de julio su marcha definitiva para garantizar el apoyo de su partido al Monarca y a la estabilidad institucional.
Ayer mismo, el presidente del Gobierno destacó al término de la Cumbre Hispano-Portuguesa el comportamiento «serio, ejemplar y con sentido de Estado» de la dirección del PSOE y, especialmente, de su secretario general. Rajoy no tiene dudas sobre esto y el Rey, tampoco.
Quienes bien le conocen describen ahora a Don Juan Carlos como un hombre en estado de calma, aliviado tras haber dado el paso y confiado en que su hijo, el futuro rey Felipe VI, demostrará estar a la altura de todo lo que se espera de él.
Pero, añaden las fuentes, «todavía tendrá que asumirlo». Deberá pasar la etapa de duelo. «Va a dejar algo que forma parte esencial de su vida. Abandona el trabajo que lleva en la sangre y que ha desempeñado desde que era un niño. El Rey, como todos, es humano», confía uno de sus amigos.
En su entorno más cercano dan por hecho que Don Juan Carlos mantendrá el título de Rey y el tratamiento de majestad. Él ya posee el de conde de Barcelona. «Para él», añade otro de sus próximos, «sería muy reconfortante porque siempre ha mantenido que un Rey lo es hasta el día de su muerte».
Estos aspectos serán abordados en un real decreto que se elabora con el máximo sigilo en la Presidencia del Gobierno y que, previsiblemente, será aprobado por el Consejo de Ministros el viernes 13. El presidente del Gobierno, por su parte, según fuentes de La Moncloa, tiene en su agenda completamente despejado el próximo día 18, un detalle que señala esa fecha como la elegida para la proclamación de Felipe VI como el nuevo Rey.