EL CORREO 26/12/12
El Monarca llama en su mensaje navideño a «cerrar heridas» y a trabajar unidos «desde el respeto y la lealtad recíproca»
Zarzuela había advertido de que este año el discurso de Nochebuena del Rey tendría «alto contenido político». En su último mensaje navideño, Don Juan Carlos tuvo que rescatar la institución de las garras del ‘caso Urdangarín’, que ya se ha digerido relativamente –la vía judicial está avanzada y el duque de Palma ha sido apartado de la familia real–, pero en esta ocasión, el jefe del Estado, rehabilitado de algunos deslices, entró realmente en materia con sentido de la oportunidad: España está sumida en una profunda crisis económica, a las puertas de un hipotético rescate y al límite de sus fuerzas, mientras los nacionalista hablan de independencia.
De todo esto versó el discurso del Monarca, tradicionalmente la más relevante y específica de las intervenciones regias. Don Juan Carlos entró de lleno en la amarga coyuntura actual, que se caracteriza por la persistencia de una gravísima crisis, mal gestionada por una clase política desacreditada que genera creciente desafección.
El Rey fue claro: esta crisis, probablemente el episodio más difícil de la Historia reciente de España, está cebándose en no pocas familias y en muchísimos jóvenes, generando pesimismo, deterioro de la calidad del clima social y desapego hacia las instituciones y la función política. Una situación, a su juicio, que debe generar nuevos modos de actuar y una puesta al día de las respuestas, en el bien entendido de que la austeridad y el crecimiento deben ser compatibles. Para crecer, según apuntó, hace falta poner orden en las cuentas y generar optimismo. «Hay estímulos que son creados por medidas de política económica o fiscal, o por políticas de fomento de la innovación o el emprendimiento», enumeró. Pero el principal estímulo para salir del pozo es la confianza. En su discurso, Don Juan Carlos recordó que este país ha salido de otros atolladeros y no hay razón para creer que ahora no será posible.
La médula del tradicional mensaje navideño fue metodológica: frente a estas circunstancias de decadencia socioeconómica y desapego de lo público, el Rey abogó por una «política grande, con mayúsculas», volcada en el interés general, «tendente a integrar y no a dividir», capaz de aceptar renuncias, cimentada en el espíritu de servicio, basada en los grandes valores de la transición: «respeto mutuo y lealtad recíproca».
Tal reivindicación es un mensaje tanto a los protagonistas de la política estatal como a las corrientes secesionistas. Porque fue aquella política superior la que hace más de treinta años contribuyó «a poner en pie un nuevo marco de convivencia, el reconocimiento de nuestra pluralidad y el amparo de las diferentes lenguas, culturas e instituciones de España». En la hora presente, conviene que «todos miremos hacia delante y hagamos lo posible por cerrar las heridas abiertas», expresó. Don Juan Carlos se refirió, aunque sin nombrarla en ningún momento, a la situación que se vive en Cataluña. El propio Artur Mas, recientemente investido como president de la Generalitat, afirmó ayer, en respuesta al mensaje, que su pretensión es la de «sumar», aunque «bajo el paraguas de la Unión Europea y no de esquemas antiguos». «Eso –subrayó– no tiene nada que ver con dividir». A las declaraciones de Mas, que aseguró no haber visto el discurso del Monarca en directo por estar diseñando su Gobierno, se sumaron las del líder de ERC, Oriol Junqueras: «Atendemos a las palabras del Rey para pedir que el respeto sea mutuo y que se aplique la voluntad del pueblo de ejercer su derecho a decidir», defendió.
«Soluciones inteligentes»
Don Juan Carlos, titular de una institución cenital que arbitra y modera pero que no cuenta con poder ejecutivo, no puede hacer más que aconsejar, influir. En este caso, sugirió un cambio profundo de procedimientos, otra forma de hacer política, más realismo en las estrategias, más preocupación cualitativa en los procesos de selección de la clase política, más solvencia y dedicación en la gestión de lo público. Una crítica profunda, así podría entenderse a las derivaciones del sistema.