Antonio Casado-El Confidencial
- Ante un conflicto declarado entre poderes del Estado, Felipe VI toma la palabra esta noche en su mensaje navideño
El Rey tiene la palabra. Es su turno. Como cada año en tal día como hoy se dirige a los ciudadanos para felicitar las Navidades de 2022, compartir sus problemas, comentar los sucesos del año que termina y expresar sus mejores votos ante lo que nos espera en tiempos venideros.
La guerra de Ucrania, la economía, las desigualdades sociales, la salud del planeta, etc. serán objeto de su comparecencia, grabada con anterioridad para ser difundida por todas las cadenas de televisión, excepto las autonómicas de Cataluña y País Vasco, que son comunidades gobernadas por objetores declarados de la Corona y del propio Estado español.
El rey está obligado a advertirnos frente a eventuales procesos de demolición institucional
Las partes más iluminadas del mensaje navideño del Rey por el foco mediático y político serán las apelaciones a la paz institucional. Falta hace cuando un Gobierno aparece querellado por conspiración para la rebelión, mientras su presidente denuncia el atropello de la democracia por parte de un complot político-mediático-judicial y se declara un conflicto abierto entre los poderes del Estado.
Frente a semejante desbarajuste, Felipe VI no tiene escapatoria. Basta atenerse al mandato cincelado en la Constitución: «arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones». La reseña, que no la opinión, también nos remite al minuto y resultado de la vida política nacional, de la que se deduce una grave alteración en el ordinario juego de equilibrios institucionales cuando estamos iniciando el último tramo de la Legislatura alumbrada tras las elecciones de noviembre de 2019.
El rey está obligado a advertirnos frente a eventuales procesos de demolición institucional. Así que en su tradicional mensaje de Nochebuena (hoy, 21.00 horas), tendrá que caminar por el alambre de la neutralidad. Pero sin despachar el compromiso con un discurso complaciente con los actores de la vida pública. Si no fue absolutorio el año pasado respecto a su padre, el rey emérito, tampoco lo será ahora respecto a una clase política malversadora del espíritu de la Constitución.
No olvidemos que Felipe VI es un poderoso avalista de la marca España
Consenso, divino tesoro. No enfrentamiento. Ese es el aliento fundacional de nuestra Carta Magna. Y esa será la moraleja central del mensaje de Felipe VI, ya comunicado al Gobierno para su conocimiento previo, como es costumbre. Con las obligadas referencias al imperio de la ley y el equilibrio de poderes, que son categorías ajetreadas en la confrontación política e institucional que vivimos de un tiempo a esta parte.
Autoridad moral no le falta cuando se dispone a entrar en los hogares españoles por novena vez desde su mensaje navideño de 2014. Frente a los enemigos de la Monarquía que representa, incluso los instalados en el Gobierno de la Nación, la figura de Felipe VI ha ido creciendo en el afecto del pueblo en la misma medida que desde su coronación él se ha ido reafirmando en su declaración de principios: «La Corona debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente».
No solo es retórica de mensaje navideño. Son acciones valientes en defensa de la Monarquía y la imagen internacional de nuestro país. No olvidemos que Felipe VI es un poderoso avalista de la marca España. No desentonó en el Parlamento de Westminster (julio de 2017), donde hizo una apología de Europa en el país del Brexit. Ni en la Asamblea Nacional Francesa (junio de 2015), donde levanto a los diputados de sus asientos mientras aplaudían esa versión de España: moderna, progresiva, tolerante, plural y abierta al mundo.