Juan Carlos Viloria-El Correo
- El juego del presidente castellano-manchego no hace más que aletargar al partido y reforzar al jefe
En la última entrevista de prensa concedida por Pedro Sánchez, el presidente, defendía su gestión de la cuestión catalana diciendo que «los independentistas ahora discuten sobre el IVA del aceite». Sólo una militancia muy abúlica está preparada para asumir, sin rechistar, semejante placebo improvisado para camuflar una política de cesiones inimaginables hace solo unos meses. Si Moncloa entrega a Junts y ERC, la amnistía y antes el delito de sedición, la rebaja de la malversación, la condonación de la deuda, el control de la emigración, Cercanías, ‘lawfare’, el mediador y el blanqueo internacional del Puigdemont a costa del ridículo de la justicia española, es normal que ahora Carles y Oriol se entretengan en hablar del IVA del aceite.
Pero probablemente ignora el inquilino de la Moncloa que existe una canción tradicional catalana que se llama: «Volem pa amb oli» (Queremos pan y aceite) y que ha servido de inspiración para otras canciones y múltiples versiones. Según los enterados hay un punto de discrepancia entre las versiones que se han hecho y se encuentra en el último verso de la letra cuando, ante la negativa de que les den pan y aceite dicen lo que harán. Mientras una versión amenaza con no callar, otra, más radical, va por derecho y dice: si no nos lo dan, lo tomaremos.
Cuando el presidente define sus cesiones como «acuerdos entre diferentes», hay que entender que efectivamente ha asumido el discurso y las exigencias de los nacionalistas que siempre han reclamado ser tratados como «diferentes» al resto de los españoles y quieren: Pa am oli. El problema debería ser como colar esta mercancía a un partido que proclama en su frontispicio el principio de la igualdad. Pero la realidad es que el PSOE no reacciona. Indiferente y aletargado. Solo Emilio García-Page alza semanalmente la voz para expresar su desacuerdo. Así que el presidente de Castilla la Mancha ha decidido jugar el rol crítico y censor de las políticas de Sánchez generando el espejismo de que el partido de no es monolítico y el presidente acepta la crítica. Pero, precisamente, el juego de García-Page, no hace más que reforzar al jefe y aletargar al partido.
Alguien ha comparado su habitual discrepancia con los personajes que se inventan en los programas de televisión y radio para que un colaborador haga como que critica al líder. Pero si desde dentro, nadie es capaz de mover la silla a Sánchez, hay quien aspira a que ese papel lo jueguen los desterrados: Redondo Terreros, Cándido Méndez, Tomás Gomez, Pedro Bofill, Cesar A de Molina -y ¿Felipe González?- desde el germen del colectivo Fernando de los Ríos. Aunque más que una plataforma política de contrapoder apunta a construir una conciencia moral que desmonte el andamiaje de falsos progresismos de los que se ha ido rodeando el imperturbable Pedro Sanchez.