Tanto el nacionalismo como el multiculturalismo, tal como se definen en este libro, ponen en cuestión el principio fundamental de la democracia: la convicción de que todos los seres humanos son iguales en sus derechos fundamentaleS, sin verse limitados por su lengua, su etnia, su religión o su supuesta adscripción nacional.
Autor: Aurelio Arteta
Alianza, 2008. 405 pp., 18 e.
Idiotas, para los antiguos griegos, eran quienes se desentendían de lo público para preocuparse sólo de lo suyo (idíos en griego). Nos lo recuerda Aurelio Arteta, catedrático de filosofía moral y política en la Universidad del País Vasco, en el primer ensayo de los que integran El saber del ciudadano, una obra destinada a divulgar los conceptos básicos de la democracia y contribuir así a que haya más ciudadanos comprometidos con el bien común y por tanto menos idiotas (tanto en el sentido griego como en el actual). De los trece ensayos que integran el libro, algunos son de carácter académico, pero otros abordan problemas de gran actualidad, como la relación entre democracia y nacionalismo, de la que trata Luis Rodríguez Abascal, y la cuestión de la tolerancia y el multiculturalismo, de la que se ocupa Aurelio Arteta.
Hay muchas variedades de nacionalismo, pues éste tiende a combinarse con otras ideologías, desde el liberalismo hasta el fascismo, pero en todos los movimientos nacionalistas se encuentra sin embargo un núcleo duro, que Abascal identifica con precisión: se trata de la convicción de que la humanidad está dividida en un tipo peculiar de grupos, llámense naciones o pueblos, a quienes corresponde la soberanía de un territorio. A partir de ahí el nacionalismo conduce inevitablemente a dos problemas que afectan a la democracia: el de la exclusión de quienes habitan en un territorio pero no comparten las características ancestrales que supuestamente definen a esa nación, y el del choque entre nacionalismos incompatibles. Su impecable análisis es puramente abstracto, pero de fácil aplicación a casos concretos. Resultan muy esclarecedores sus argumentos respecto a la controvertida cuestión del derecho de autodeterminación de los pueblos, entendido como derecho de secesión. Desde la perspectiva democrática sólo cabe aceptarlo en dos casos: cuando se trata de un territorio en el que los derechos humanos han sido masivamente violados por las autoridades del Estado al que pertenece (Kosovo); y cuando se trata de una separación libremente acordada por las partes implicadas (Chequia y Eslovaquia).
Arteta disecciona por su parte la aparente paradoja de la tolerancia, que es una virtud democrática básica, pero resulta falseada cuando conduce a una renuncia a las propias convicciones. Como ejemplo de falsa tolerancia, Arteta alude al multiculturalismo, entendido como la tesis de que las personas deben subordinarse a los valores de su cultura de origen, evitar el debate racional con individuos de otras culturas y renunciar a la búsqueda común de unos valores universales. En último término, tanto el nacionalismo como el multiculturalismo, tal como se definen en este libro, ponen en cuestión el principio fundamental de la democracia: la convicción de que todos los seres humanos son iguales en sus derechos fundamentales y que todos están llamados a participar en el debate público que conduce a la toma de decisiones, sin verse limitados por su lengua, su etnia, su religión o su supuesta adscripción nacional.
Juan Avilés, EL CULTURAL, 21/2/2008