Jesús Cuadrado-Vozpópuli

Una gran mayoría de la opinión pública española asume que el nivel de riesgo exige un rearme

Todo vale para seguir en Moncloa, incluso sacrificar la seguridad de los españoles, como demuestra el esperpento del contrato de las balas con Israel. Sánchez, presidente del Consejo de Seguridad Nacional, actúa como si ignorase -o no le importara- qué grado de dependencia de la tecnología israelí tienen varios sistemas de armamento imprescindibles para España. Irresponsable, alardea de romper relaciones contractuales con Israel que paralizarían decenas de proyectos de la industria española de defensa.

Que los sistemas antimisiles o la seguridad marítima se pongan en riesgo por una trifulca entre facciones comunistas retrata el estado clínico de la política española. Para valorar la anomalía, basta preguntarse por dónde están los comunistas en Alemania, Reino Unido, Suecia, Polonia, Países Bajos, incluso en Francia o Italia. Desde luego, no en los gobiernos, como en España, decidiendo sobre la política militar que protege a sus habitantes. Y en qué momento geopolítico.

Llueve sobre mojado. Sánchez, para disimular el giro radical al que le obligó el ultimátum de la OTAN y la UE, asume la obligación de un incremento del gasto en rearme, pero sin armas. Solo un sexto de ese aumento es para armamento, subrayó. No quería aumentar esos 10.500 millones, pero le obligaron, vino a decir. Que lo sepan los socios comunistas Yolanda Díaz, Antonio Maíllo, Enrique Santiago, o el propio Iglesias. Él se habría resistido, hasta el punto de enviar a su ministro Cuerpo a Bruselas y Washington para hacer el ridículo con propuestas absurdas sobre mediciones y financiación mancomunada.

Con una inconsciencia marca de la casa, Sánchez irá a la cumbre OTAN de los días 24 a 26 de junio en La Haya con la intención de colar sus trampas, sobre etéreos compromisos presupuestarios o sobre programas de gasto que no se sabe si son para capacidades militares, protección civil o transporte ferroviario

Es más fácil engañar a los españoles, plató a plató, que a los contables de la Alianza Atlántica. El 2% de PIB anual lo había comprometido Sánchez, cumbre a cumbre, para 2024 como fecha límite. Ahora, como es habitual en el sanchismo, se sube la apuesta. Quieren convencer a los aliados sobre la posibilidad de garantizar un gasto recurrente, anual, sin compromiso presupuestario ni acuerdo del Parlamento. Como si alguien pudiera tomarse en serio que, rompiendo las reglas del derecho tributario y presupuestario, todo se pudiera resolver con una simple “reorganización” de un presupuesto elaborado en 2022. Nada que ver con “planes de financiación creíbles”, que proporcionen estabilidad y previsibilidad para un horizonte financiero de años, décadas, como exige el FMI.

A la espera de lo que dictaminen Alianza y Comisión Europea, la única preocupación del sanchismo es cómo afecta esto a las expectativas electorales de la coalición. Con una inconsciencia marca de la casa, Sánchez irá a la cumbre OTAN de los días 24 a 26 de junio en La Haya con la intención de colar sus trampas, sobre etéreos compromisos presupuestarios o sobre programas de gasto que no se sabe si son para capacidades militares, protección civil o transporte ferroviario. Pocas bromas cuando, además de los 10.500 millones anunciados, en junio se sumará otra obligación de no menos de 16.000 más. ¿Pasar de un gasto militar anual de 20.000 millones a más de 45.000 y sin respaldo parlamentario? Anótese como suicidio financiero a la española.

La coalición sanchista se está enredando en un laberinto sin salida. Con un hándicap añadido: una gran mayoría de la opinión pública española asume que el nivel de riesgo exige un rearme, como detectan las últimas encuestas. Por mucho que resuenen los altavoces mediáticos del sanchismo, no podrán evitar que los españoles, en materia de gasto en defensa, estén en el lado contrario al del Gobierno de Sánchez y sus socios. Van a tener que esforzarse mucho para banalizar lo que se ha convertido en una seria preocupación ciudadana, y por razones muy fundadas.

Su problema es que un pacto de Estado solo es posible con el PP de Núñez Feijóo. Ocurre que la “coalición del no” -una trampa de la que el PSOE ya no puede escapar- se fabricó, no para un programa de gobierno, sino para evitar que gobiernen otros

En el texto que Pedro Sánchez leyó el pasado martes para presentar su plan de los 10.500 millones, solemnizó que se trataba de un “asunto de Estado”. Pues sí. Su problema es que un pacto de Estado solo es posible con el PP de Núñez Feijóo. Ocurre que la “coalición del no” -una trampa de la que el PSOE ya no puede escapar- se fabricó, no para un programa de gobierno, sino para evitar que gobiernen otros. De los riesgos mortíferos de ese artefacto ya advirtió a los socialistas el historiador Santos Juliá en 2018. Le ignoraron.

La crisis del gasto militar retrata una coalición de gobierno que tiene asumida su incapacidad para gobernar. Hasta que todo reviente. Ninguna sorpresa, cuando se entrega el volante a mequetrefes sin escrúpulos.