IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El presidente quiere escenificar un viaje al centro moderado y socialdemócrata

Primero fueron Redondo, Ábalos, González Laya, Calvo, Celaá … Desde el pasado 10 de julio en que se hizo pública la gran remodelación o escabechina, Sánchez anda metido en una desanchización icónica de su equipo que va más allá del propio Gabinete de ministros. En estos días, suenan como candidatos al despido fulminante los nombres de Dolores Delgado y Adriana Lastra. Al relevo de la primera Sánchez amaga una caballerosa resistencia, mientras que el de la segunda se da ya por hecho: la sustituirá como portavoz en el Congreso el diputado canario Héctor Gómez. La sospecha de que acabarán cayendo las dos resulta verosímil por lo que tendría de coherente con ese proceso desanchizador del sanchismo. Remataría ese lavado de cara con el que el presidente quiere escenificar un viaje al centro moderado y socialdemócrata que relaje la legislatura y haga olvidar su época de imposturas populistas y excesos demagógicos.

Sin duda, hallará, en esa operación de reinvención de sí mismo, un buen número de aliados mediáticos y no sólo por afinidad ideológica de éstos, por sumisión temerosa o por intereses económicos (que también) sino por una suerte de desinteresada inercia que rige en el ámbito de los medios de comunicación; por un mecanismo automático que funciona desde hace años y que consiste en una consigna de cese de la crítica a cualquier personaje de la vida pública al que se ha vapuleado largo tiempo. Da igual que ese vapuleo fuera o no justificado. Soy de la opinión de que, en ese indulgente mecanismo, hay algún resabio de la vieja caridad cristiana y también mucho de prejuicio estético. En este país está como mal visto ir al fondo de una tropelía política, desenmascararla en toda su perversa dimensión. Hay como una colaboración piadosa en la rehabilitación del político que quiere reinventarse; como un acuerdo tácito de ‘no hacer más leña del árbol caído’, aunque ese árbol de caído no tenga nada o aunque ese absolutorio alto el fuego le permita más bien hacer caer a los demás y seguir más derecho que una vela en el altar del poder. Si a esa buena disposición de nuestros medios se añade el cazo a los fondos europeos, o sea, si el guapo en ciernes es además rico y reparte, la reinvención está servida.

Sánchez quiere desanchizarse sin renunciar al sanchismo, o sea a sus apoyos y a sus socios, a una Yolanda Díaz que sueña con inversores que quieran perder dinero, así como a una Ley de Memoria Democrática y a otra de Seguridad Nacional que son monumentos a la inseguridad jurídica y a la fuga de la inversión. Pero aún así, hallará aliados en su ‘performance’, como digo. El desanchizador que desanchice el sanchismo buen desanchizador será. Y bien pagado.