Eduardo Uriarte-Editores
¡“Expropiése”!, mandó el comandante, y la gente huye hoy de Venezuela para poder comer. Después del fracaso del intervencionismo de estado, ¿no sabía Sánchez que su medidas recaudatorias en vez de paliar la inflación pueden acelerarla?. De entrada, sólo el enunciado de sus impuestos a “los del puro” (una imagen sacada de la Codorniz), banca y energéticas, ha supuesto un descalabro en la bolsa superior a todo lo que va recaudar. Una decisión disparatada, mucho más si se hace por un titulado doctor en economía.
Es evidente que los impuestos sobre las grandes empresas los acaban asumiendo los clientes, estas empresas dan servicios no caridad, y el medio para paliar la deriva inflacionista no está en maltratar a los que pagan la parte del león fiscal, sino acudir al origen de ella, que reside fundamentalmente en nuestra dependencia energética. Y de eso, salvo su rotundo rechazo a las nucleares, a pesar de la declaración de la UE en su favor, no dio pie a ningún debate. No tenemos ningún plan energético pero si uno para la transición ecológica dirigido a los que sobrevivan el futuro invierno.
Posiblemente, lo único que consiga el presidente del anuncio precipitado de las nuevas cargas fiscales sea el crack bursátil. Porque interesado exclusivamente en sobrevivir en el poder a cualquier coste -y han sido más siete mil millones-, el valor de la ocurrencia de sus medidas, que ni siquiera conocían sus socios de gobierno ni sus aliados, y que ahora los ministerios correspondientes intentan articularlas para salvar muchos obstáculos legales, muestran la improvisación que denunciaba Aitor Esteban. Porque creo que en el fondo lo que quería era reafirmar su figura tras el batacazo andaluz, a cualquier precio, evitando que el debate sobre el estado de la nación fuera tal, donde se le podría pedir cuenta de su gestión de la pandemia, la situación económica, la dependencia energética, el giro en el contencioso saharaui, sus derrotas electorales, etc. y volcar el foco sobre las medidas a “los del puro”, amén de las dádivas populistas para clientelismo electoral. Y creo que lo consiguió ante una oposición que le entra al capote. Ya debiera el PP haber cambiado la dinámica meramente reactiva que puso en marcha Casado.
Que sus anuncios no estaban meditados ni estudiados se aprecia claramente en el cabreo que manifiesta el portavoz del PNV Aitor Esteban. Y con toda razón, porque siendo la fiscalidad competencia de las diputaciones forales existe una arbitraria invasión de competencias por parte de Sánchez, el mismo que en la gestión de la pandemia organizaba una especie de Cortes medievales con las autonomías para endiñarles toda la responsabilidad en su tratamiento, o que acaba de decir que Euskadi y España son países libres. Pues bien, todo eso hasta que busca cómo sabotear el debate de la nación y salir en la foto a cualquier precio.
Teniendo Vizcaya domiciliada importantes firmas bancarias y energéticas no es desmesurado el enfado y reproche que Aitor Esteban le lanza a Sánchez, porque si alguien sale perjudicado, si entre bambalinas no se corrige, es el PNV, convertido en defensor del Concierto Económico y su cupo, ese estrecho istmo que nos une al resto de España del 6,24 por ciento. Esteban debió de sentir una bofetada cuando oyó el anuncio de las medidas fiscales invadiendo el sacrosanto Concierto. Si algo hay que reprocharle es que no se atrevió a ser claro, y sólo los viejos del lugar éramos conscientes de que las medidas unilateralmente anunciadas por Sánchez atacaban de frente el Estatuto de Autonomía. Un hecho importante que muestra la improvisación de toda medida que adopta Sánchez sólo disculpable por su supina ignorancia, y la actitud servil del PNV ante el nuevo Perón.
El contencioso abierto por Sánchez con el Concierto Económico es serio, en otro momento y ante la derecha el PNV habría movilizado todos sus resortes agitativos, pero ahora es de suponer que busque la vía del apaño con las entidades afectadas lo que provocaría un efecto llamada. Quién le iba a decir a la Caixa, que se escapó de Cataluña por el desmadre secesionista, que se iba a encontrar con el mismo desmadre en el resto de España. El PNV podría, si se indigna de verdad, apañar los impuestos y provocar el efecto llamada. Convertiríamos Euskadi en la Suiza española, y nos pondríamos los vascos a fabricar relojes de cuco.
Bromas aparte, del debate del Estado de la Nación una cosa si hemos sacado en claro: los pequeños impositores que guardamos las cuatro perras para seguir tirando, hemos perdido de un ocho a un diez por ciento de su valor. Por favor, que no se repitan estos debates, al menos mientras dure Sánchez.