Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 3/8/2011
De haber vivido en la actualidad, san Ignacio, en el mejor de los casos, hubiera sido tachado por la izquierda abertzale de colono y unionista, calificativos a los que se reduce la influencia de Irlanda del Norte en el mundo de Batasuna.
Los de la izquierda abertzale son así. Todos los años acuden a Maya de Baztan para homenajear a los defensores de la última fortaleza que resistió a la ocupación castellana de Navarra hace casi quinientos años. Pero el lunes los representantes institucionales de Bildu acudieron a Loyola con motivo de la celebración del día de San Ignacio, santo local y fundador de la Compañía de Jesús.
Aunque es cierto que no entraron en misa, participaron al menos en la comitiva de autoridades que marcha desde el Ayuntamiento de Azpeitia hasta la puerta de la basílica. La cosa, en términos de coherencia política, no daría para más si no fuera porque Ignacio de Loyola fue uno de los capitanes al servicio de la corona de Castilla que participaron en la ocupación de Navarra y que resultó herido defendiendo Pamplona de las tropas francesas aliadas de los navarros que se levantaron para recuperar la independencia del reino. Ello hace que la izquierda abertzale aparezca festejando al opresor y, al mismo tiempo, haciendo homenajes a la resistencia. Eso sí que es estar repicando y en la procesión de Loyola.
De haber vivido en la actualidad, san Ignacio, en el mejor de los casos, hubiera sido tachado por la izquierda abertzale de colono y unionista, calificativos a los que se reduce la influencia de Irlanda del Norte en el mundo de Batasuna. Al conjunto de la izquierda abertzale le gusta acudir a la historia para justificar sus actuaciones políticas del presente. ETA, por ejemplo, en estos últimos años tenía un texto titulado Recuperando las raíces de Euskal Herria que usaba como material de formación de sus miembros.
Ese texto empieza diciendo que “Euskal Herria es un pueblo de al menos 30.000 años de historia” y, tras jactarse de ser muy anterior al nacimiento de la civilización egipcia, se centra en el hombre de Cro-Magnon: “El hombre de esta época habla, tiene una lengua, y se piensa que esta lengua es el protoeuskera o euskera. La nación vasca ha nacido”. ETA describe los “pilares de la civilización vasca” hacia el 15000 antes de Cristo y menciona la red de ciudades existentes en las cuevas, la religión panteísta, la mujer viviendo en igualdad y libertad, la mitología y, a su lado, la inexistencia de la propiedad privada: “Los rastros de este comunismo colectivo perduran hasta nuestros días”. Y ETA también destaca que “el calendario originario vasco era de tres días: lunes, martes y miércoles”.
Tanta felicidad laboral no podía durar mucho: llegaron las invasiones celtas y, aparte de apropiarse de la tierra (aunque pagando una compensación a la comunidad), ampliaron la semana a cinco días, añadiendo el jueves y el viernes. Para que luego le echen la culpa de todos los males económicos a los mercados, a Angela Merkel o a la prima de riesgo. Lo que la historia de ETA no explica es quién tuvo el detalle de completar la semana con el sábado y el domingo. Es el héroe anónimo de esta película.