- Sánchez promovería políticas de derechas –exactamente opuestas a las que ahora hace para contentar a Sumar– si fuera necesario para mantenerse en el sillón
De todo lo que ha ocurrido en España esta semana, lo más revelador para quien todavía no hubiera querido darse cuenta es la decisión del sanchismo de no presentar presupuestos ignorando el mandato constitucional. Aquí se han caído hasta los palos del sombrajo. Porque lo sucedido en los últimos días apunta a que Sánchez empieza a darse cuenta de que ha perdido el control de la situación y corre peligro de verse apartado de su único objetivo: seguir en la Moncloa.
El objetivo de todo presidente del Gobierno es poder ejercer sus funciones. Y para ello necesita, antes que ninguna otra cosa, unos presupuestos con los que ejecutar sus proyectos políticos. La displicencia con que Sánchez ha actuado renunciando a conseguir una mayoría para poder formular unas cuentas del Estado demuestra que el primer objetivo para él no es llevar adelante unas políticas de uno u otro signo. Su único objetivo político es mantenerse él en el poder. Por más que le aplaudan los sanchistas, lo que él busca no son las políticas de izquierda que promueve ahora. Promovería políticas de derechas –exactamente opuestas a las que ahora hace para contentar a Sumar– si fuera necesario para mantenerse en el sillón. Su objetivo nada tiene que ver con promover un modelo de sociedad. Lo que busca es su beneficio personal a costa de cualquier principio ético o moral. Todo se reduce a su interés personal. Y esa es la actitud que suele acompañar a la mayoría de los dictadores.
Esta semana ha quedado claro que el pomposamente llamado «bloque de investidura» no pasa de eso. La investidura. Fue investido en noviembre y desde entonces todo el proyecto legislativo del parlamento de la nación ha consistido en ejecutar las promesas de Sánchez a Puigdemont. Promesas que no sólo no iban en su programa electoral y contradecían su discurso anterior sobre la materia, es que no tienen en cuenta las necesidades ni deseos de la inmensa mayoría de los españoles, incluyendo su propio electorado. El llamado «bloque de investidura» no sirve para gobernar porque no puede ni presentar un primer proyecto de presupuestos de la legislatura. Así que hemos convertido las Cortes en un campo sembrado por una mies –la que da el poder de disponer de dinero público– que se va a ir cosechando con el único objetivo de mantener a Sánchez en el poder el máximo tiempo posible. No se usa el parné para realizar proyectos que puedan beneficiar a sus potenciales votantes en diferentes partes de la geografía nacional. Ya ni eso. Sólo para hacer concesiones que beneficien a los que quieren romper España a cambio de que sus votos garanticen unos días más la continuidad de Sánchez en Moncloa. El problema es que estos juegos no pueden durar para siempre.
Entre abril y mayo, en solo tres semanas, las cuatro principales patas parlamentarias que sostienen el sanchismo se enfrentan en dos elecciones en las que intentan conseguir el poder regional a costa del otro soporte que Sánchez tiene allí. PNV y Bildu en Vasconia y Junts y ERC en Cataluña. ¿Buscará Sánchez tras esos comicios lo mejor para España o para esas comunidades autónomas? Por supuesto que no. Buscará exclusivamente lo mejor para sus intereses personales. La única pauta inalterable de su política desarrollada del saqueo de España que lleva perpetrando desde 2018 de forma indisimulada. Y con el aplauso de tantos.