ABC 18/07/17
EDITORIAL
· Pretender imponer la tesis de que en el «proceso» no caben dudosos es ocultar que el separatismo se ha resquebrajado
LA dimisión del director de los Mossos d’Esquadra, Albert Batlle, tras la purga de varios consejeros catalanes por sus dudas sobre la deriva separatista de Puigdemont no solo abre otra profunda grieta en el frente independentista, sino que genera una crisis política de primera magnitud. Pretender imponer, como hace Puigdemont, la tesis de que para el «proceso» no caben tibios o dudosos, ahora que ya está lanzado el referéndum ilegal, es hacerse trampas al solitario y ocultar la realidad de que el separatismo se ha resquebrajado en cuanto que muchos altos cargos y funcionarios de la Generalitat han asumido que las consecuencias penales para ellos, y para su bolsillo, son un riesgo evidente. Batlle siempre mantuvo la exigencia de que los Mossos sean un cuerpo policial neutral al servicio de los ciudadanos y que la obediencia a la ley es una exigencia inexorable. Ahora paga con su dimisión la irresponsabilidad política de unos dirigentes que apelan a la desobediencia de sentencias, a la rebeldía frente a las leyes y a la secesión como solución para Cataluña. Como Batlle, hay cientos de funcionarios preocupados por el abismo al que les conducen Juntos por el Sí y la CUP, pero aún no han superado la cobardía de reconocer sus temores y hacer pública su oposición a la barbaridad antijurídica que pretenden cometer Puigdemont y Junqueras.
No se trata solo de una dimisión basada en motivos personales y discrepancias políticas. Batlle conocía el juego desde mucho tiempo antes de que faltaran dos meses y medio para la consulta fraudulenta. Pudo hacer advertencias mucho más contundentes desde dentro del propio Gobierno. Por eso, el valor de esta renuncia reside en las consecuencias que pueda generar. Es evidente que Puigdemont solo provoca recelos y desconfianza, incluso entre sus propios altos cargos. Y más aún, entre una parte significativa de dirigentes del PDECat, incapaces de alzar la voz para denunciar lo absurdo de un proceso que pretende pisotear la Constitución sin conciencia alguna del perjuicio que está causando a todos los catalanes. La consulta no podrá celebrarse en ningún caso, sean los Mossos o sea el Gobierno de la nación quien se encargue de impedirlo. Ahora Puigdemont buscará un relevo suicida para Batlle, alguien a quien no le importe incumplir las leyes ni arrastrar a todo un cuerpo policial a la disyuntiva entre obedecer a la ley u obedecer a unos golpistas. Es el Puigdemont más autoritario quien está regalando a ERC el espacio electoral de una derecha burguesa catalana que hace tiempo renunció a muchos principios y valores para embarcarse en una locura separatista con la extrema izquierda. El daño está hecho, y quienes sobrevivan a Puigdemont en el PDECat solo podrán hacerlo sobre las cenizas de ese partido.