- Clara Ponsatí, golpista fugada, exhorta a «asumir la represión, la cárcel o el exilio». Lo dice desde Bélgica
La prima de Raimon Obiols, ex primer secretario del PSC, Clara Ponsatí, ha dicho a los cachorritos del lazismo que hagan que pasen cosas «muy visibles», aunque eso suponga costes personales. Esta eurodiputada por Junts – que tiene como Puigdemont o Comín suspendida su inmunidad parlamentaria – pertenece a lo que denomina «una familia de federalistas desengañados». Ni que decir tiene que estos buenos burguesitos son todos partidarios del proceso, aunque no dejan de presentar un rasgo característico del separatismo catalán: aprovechar cualquier oportunidad para vivir de España. Y aclaro, la hermana de Clara Ponsatí, Agnès, está contratada a dedo como directiva de la Biblioteca Nacional de España, fundada por Felipe V, el coco de los separatistas.
Y estas probas personas se ven con autoridad para, desde su posición de privilegio, llamar a conseguir una independencia que salga cara, y ya nos entendemos cuando se dicen esas barbaridades. «No es cierto que podamos hacer una independencia low cost. Si lo que queréis es que sea así, dejémoslo estar», arengaba a la gente de la Asamblea Nacional Catalana. Por videoconferencia, claro. Desde su sillita. Desde su tranquila y plácida vida. Ponsatí añade: «Pretender que la independencia llegue sin que exista más gente que acabe en la cárcel o en el exilio no es posible, solo se conseguirá con mucha gente que sufra represión» porque «hasta que no tengamos jóvenes dispuestos a pagar el coste de este combate ya podemos organizar conferencias, pero el movimiento no se recuperará, lo que nos lleva a preguntarnos que estamos dispuestos a perder». Ah, caramba. Es aquello de id yendo a que os machaquen que, ya si eso, yo vendré cuando tenga un ratito. Porque no lo que vive esta señora es exilio – ya lo hubieran querido para sí los presos republicanos de Argelès o Sant Cyprien – ni ha sufrido nada que no sea ese odio que atesora dentro de sí misma y que le corroe el alma.
En esta escalada de ver quién dice la barbaridad más grande entre Junts y Esquerra no cabe duda quien se lleva la palma: los de Puigdemont. Porque hay que tener mala sangre para decirles a los chavales catalanes que estén dispuestos a inmolarse en el altar de la patria del tres por ciento. Y hacerlo desde tu mecedora, tapadita con una manta escocesa y con carita de Miss Marple con acidez estomacal. No crean que se queda ahí la fugada. Su ideología queda retratada en esta fase: «No hace falta que los países que nos den apoyo nos parezcan bonitos, basta con que tengan interés en que Cataluña sea independiente. No seamos finolis». Lo mismo da la Rusia del autócrata Putin, la comunista China, las teocracias árabes o las narco dictaduras de Venezuela y Cuba. Lo que le importa a esta señora y a sus conmilitones es que haya carne de cañón dispuesta a lo que sea y a que exista un buen puñado de dinero para financiar tamaña insensatez. Mártires y oro. El viejo asunto de siempre. En esto hay que reconocerles a los burguesitos de Sarriá- San Gervasio coherencia histórica. Obraron igual en la guerra civil. La pasta que la pongan Hitler y Mussolini – bueno y Don Juan March, pero ese no es catalán, es mallorquín – y la tropa que la integren nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros jóvenes, mientras nosotros vemos cómodamente como se rompe toda una nación desde Biarritz o, mejor todavía, desde del cuartel general de Franco en Salamanca. Y así, mientras la gente muere por las ideas que nosotros les hemos dicho, nosotros nos reuniremos en un buen restaurante a una respetable distancia de los tiros y los cañonazos, para fer negoci, que es de lo que se trata.
Así eran, así son, así serán siempre.