El separatismo catalán y la respuesta de Moncloa: exceso de lío, falta de coraje

EL CONFIDENCIAL 14/12/16
JOAN TAPIA

· El separatismo catalán debe aceptar que no tiene mayoría y depende de la CUP, y el PP solo empieza a admitir que se equivocó con el Estatut

En unas sensatas declaraciones a ‘The Wall Street Journal’, Mariano Rajoy se permitió un tono condescendiente con Matteo Renzi: “El lío italiano es increíble. No sabemos quién gobernará, ni si va a haber elecciones, ni con qué ley electoral se harán”.

No le falta razón, pero podría haberse acordado de aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, porque aunque España va hoy mejor y el PIB crece más, hemos estado un año con un Gobierno en funciones, el actual no tiene mayoría y no sabe cómo ni cuándo aprobará los Presupuestos de 2017, y la situación en Cataluña —con un Gobierno sin mayoría efectiva que dice hablar en nombre del pueblo catalán— es provisional e inestable… como mínimo desde la sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Desde 2010.

Como guinda, Rajoy convoca una conferencia de presidentes autonómicos para el 17 de enero, a la que el presidente de la Generalitat afirma que no asistirá. Pero, para ir más lejos, Puigdemont ha convocado a fuerzas políticas y sociales catalanas a una cumbre sobre el derecho a decidir (en este caso, los separatistas quitan cafeína a la palabra ‘autodeterminación’) para el 23 de diciembre. Y el objetivo es hacer un “referéndum o referéndum” (o sea, legal y pactado o por las bravas) en septiembre de 2017. En nueve meses, o antes según algunos, si se produce alguna sanción contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.

Sí, en Italia hay exceso de lío. En España, también.

Y el presidente de la Generalitat acaba de declarar que al Gobierno español le falta coraje para negociar con Cataluña. Y la palabra coraje me ha recordado un libro del senador John F. Kennedy —todavía no era presidente— en el que glosaba a creo que eran ocho políticos americanos que habían tenido el valor de enfrentarse a las tesis dominantes. El libro se titulaba ‘Perfiles de coraje’ y debería reeditarse en España. Porque falta coraje —quizá solo decencia intelectual— por todas partes.


· La coalición de Artur Mas dijo haber ganado un referéndum con el 39,6% de los votos y Renzi dimitió la misma noche cuando solo obtuvo algo más del 40%

Para empezar, a la coalición independentista catalana, que dijo haber tenido una gran victoria electoral en unas elecciones que querían ser un auténtico referéndum —el que el Estado español no había dejado hacer— con solo el 39,6% de los votos. Bueno, en la Italia del lío, a Renzi le bastaron dos horas para dimitir el domingo 4, cuando obtuvo unas décimas más del 40% de respaldo. Cierto que, sumando el voto de la CUP —que quieren la independencia de Cataluña y la salida de Europa y la abolición del capitalismo y que todo se decida en asamblea y la biblia en verso—, sumaban el 47,8% y tenían mayoría absoluta en el Parlamento gracias a la ley electoral española (porque Cataluña, en 36 años de autonomía, no ha tenido tiempo de hacer una ley electoral propia).

Pero eso no era la mayoría en un referéndum ni una auténtica mayoría parlamentaria. La prueba es que la CUP exigió la cabeza de Artur Mas —el candidato del 39,6%— y que este aceptó “dar un paso al lado”. Pero desde enero —elegido ya Puigdemont—, no se ha hecho nada —excepto declaraciones, por supuesto— porque no ha habido mayoría para aprobar los Presupuestos de 2016 ni —hasta ahora— los de 2017. La coalición Junts Pel Sí entre la antigua CDC y ERC se lleva como perro y gato, pero además choca continuamente con la CUP.

A Puigdemont le falta coraje para reconocer que no tiene mayoría para gobernar. Porque es imposible gobernar un Estado de derecho con un grupo revolucionario que lo que quiere es precisamente liquidar ese Estado. Y además las encuestas —incluso las de la Generalitat— dicen que no hay mayoría independentista. Falta coraje para reconocer la realidad y sobra voluntarismo para seguir adelante, en la esperanza de que los errores del Gobierno español —innegables— y el ‘agit-prop’ propio —inasequible al desaliento— acaben logrando esa mayoría.


· Pedir la dimisión del ‘conseller’ de Interior porque no ordenó a los Mossos que desobedecieran a un juez es una aberración

Y  la guinda la acabamos de ver cuando la CUP ha exigido la dimisión del ‘conseller’ de Interior, Jordi Jané, antiguo diputado y vicepresidente del Congreso, por no haber ordenado a los Mossos que desobedecieran la orden del juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, que ordenaba la detención de cinco ‘cupairas’ porque —acusados de un delito de injurias al jefe del Estado— se habían negado a declarar. E incluso a hacerlo por videoconferencia sin necesidad de ir a Madrid.

Pero no es solo a Puigdemont y al separatismo a los que les falta coraje. Al PP le pasa lo mismo, porque sin su actitud —cuando estaban en la oposición y su objetivo era derribar Zapatero— contra el Estatut de 2006 y —más difícil de entender— sin su desidia ya una vez en el Gobierno, en Cataluña no hubiera habido incendio separatista.

Aunque es cierto que ahora el Gobierno Rajoy da alguna señal de revisionismo. Habla de diálogo, dice que es mejor ser prudente con la ‘judicialización’ y la vicepresidenta declaró el lunes —y nada menos que a la COPE— que algunos errores había hecho el PP al recoger firmas contra el Estatut y al no pactar con el PSOE la política con respecto a Cataluña. Aunque en puridad no es que no pactara, es que presentó un macro-recurso ante el Constitucional contra un Estatut que ya había sido enmendado —por el PSOE— en el Congreso y el Senado españoles (Alfonso Guerra habló de “afeitado”) y aprobado en referéndum en Cataluña (con la oposición conjunta del PP y de ERC).

Pero más vale tarde que nunca. La vicepresidenta ha dado un paso hacia el coraje al admitir errores del PP en el Estatut. Ahora quizás adelanta a Puigdemont, que todavía quiere seguir gobernando con la CUP después de que hayan exigido la dimisión de su ministro del Interior por no obligar a la policía autonómica a hacer caso omiso de una orden judicial.

Sí, sobra lío y falta coraje para enmendar los errores que por todas partes —no solo el PP y el separatismo sino también el PSOE y el PSC— se han cometido desde 2006. O quizá desde antes, desde que en 2004 el tripartito de izquierdas y CiU empezaron a elaborar un Estatut en el que competían fieramente por ver quién iba más lejos.


· El presidente saliente y el entrante del Cercle d’Economia subrayan que en Cataluña conviene un mayor consenso

Pero estamos donde estamos y se trata de poder vivir en el futuro, y escarbar en el pasado quizá fuera justo pero no lo más práctico. Por eso, conviene escuchar lo que el presidente saliente del Círculo de Economía catalán, Antón Costas —un catedrático discípulo de Fabián Estapé—, y el entrante, Juan José Bruguera —presidente de Inmobiliaria Colonial—, propusieron este lunes, el día del relevo en esta entidad que es un mixto de empresarios y profesionales.

Uno, Cataluña necesita concretar un amplio consenso interno —superior al 47,8% de 2015 o al ansiado 51%— de apoyo a un proyecto de mayor autogobierno. Y eso es posible porque más de las dos terceras partes de los catalanes indican persistentemente en las encuestas que lo desean.

Dos, una vez conseguido ese consenso interno, habrá que discutirlo con Madrid. Con bastante más que una fuerza política, por relevante que sea, para que el acuerdo sea sólido y tenga garantías de permanencia. No como el Estatut de 2006, que solo se negoció con el PSOE.

Tres, el pacto al que se llegue debe ser, después, sometido a referéndum en Cataluña. No es el derecho a decidir, pero se le parece y es lo que —curiosamente— también piden desde el PSC de Miquel Iceta hasta Joaquim Gay de Montellá, presidente de la patronal catalana y muy cercano a Juan Rosell, el presidente de la CEOE.

Y atención a lo que dijo Antón Costas. Este proceso podría hacerse seguramente —ahí está la propuesta de Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, que hay que recordar que fue candidato a la presidencia del PP— sin abrir en canal la Constitución del 78, que seguramente —hoy por hoy— es difícil de tocar.

En España y en Cataluña sobra lío y falta coraje. Pero, sobre todo, es urgente querer construir un futuro que —fundamentalismos aparte— sea transitable y habitable.