ABC 17/11/16
EDITORIAL
· El partido de Iglesias paga con rupturas territoriales ser palmero del independentismo, igual que se desinfla su presunta ética redentorista con solo rascar un poco
PODEMOS no ha tardado en convertirse en el enésimo palmero del independentismo en España y en un retrato grotesco del nacionalismo más rancio. Tras justificar el separatismo en Cataluña o el País Vasco, ahora le surgen desde dentro voces que reclaman un Aragón semiindependiente o una Andalucía anticapitalista y autónoma del resto de España. Es el colmo del esperpento. Por eso, España no merece que el populismo extremista avance ni un solo paso más en nuestras instituciones. Ni Ada Colau está legitimada para acuñar una «moneda para pobres» autóctona de Barcelona, ni Podemos debería dirigir el destino de los ayuntamientos más relevantes sin haber ganado en las urnas en casi ningún lugar. El PSOE sigue siendo el culpable de que esto ocurra, y está tardando demasiado en impedirlo. Pero además, Podemos es un partido roto en mil pedazos en el que Errejón aspira a remover a Iglesias; en el que sus concejales se dedican al insulto sistemático, a la mofa de las víctimas del terrorismo o al escarnio de las creencias religiosas; en el que las Mareas gallegas actúan por libre; en el que Colau fabrica en la sombra un nuevo partido separatista, y en el que la facción andaluza ya ni siquiera reconoce a Iglesias como líder. Podemos y su deseo de ver una nación rota conforman hoy el reino de taifas más nocivo para España. Pero por el momento, lo único que han conseguido con esta estrategia es una severa grieta interna.
Paga, pues, en sus carnes los efectos de su propia «medicina», de la misma manera que ya hay muchas pruebas que lo retratan como un fraude a los electores. Hasta ahora, múltiples corruptelas han revelado el auténtico rostro de dirigentes como Iglesias, Monedero, Errejón, Espinar, Echenique o Sánchez (Tania). Ahora, en el sumun del cinismo y la contradicción, ha aparecido también una concejal de Podemos en Madrid defensora del movimiento okupa, que no ha tenido más remedio que admitir que acumula hasta nueve inmuebles a su nombre.
La evidencia ha terminado por demostrar que Podemos no es un proyecto ideológico para cambiar las estructuras del poder en beneficio de los más desfavorecidos, sino un viaje al comunismo para apoderarse de esas estructuras y sacar un beneficio propio mientras miente a los ciudadanos. Iglesias y su equipo encarnan un «Podemos VIP», nutrido con «becas black», partidario de plusvalías opacas con la venta de pisos de protección oficial, y capaz de estafar sin rubor a la Seguridad Social o a la Agencia Tributaria, o de privilegiar a amigos y parientes con contratos públicos. Y una vez desenmascarados, son capaces de justificar cualquier prueba sólida de corrupción que afecte a uno de sus dirigentes, pero es inflexible con cualquier indicio que apunte a los demás.