EL MUNDO 02/07/14
HENRY KAMEN, HISTORIADOR. Su último libro es The Spanish Inquisition (Yale University Press, 2014).
· El autor asegura que las elecciones europeas han demostrado la endeblez de los movimientos independentistas
· Afirma que nunca en la Historia una comunidad ha intentado segregarse de un Estado con un 25% de respaldo
UN EDITORIAL en The Guardian esta semana resumió la situación con precisión: «Las elecciones europeas revelan un continente descontento con su suerte». El periódico fue, sin embargo, reacio a afirmar una conclusión que otros comentaristas no han tenido miedo a expresar, a saber, que a pesar de la considerable variación de los resultados a través de 28 países, un resultado claro es el caos absoluto que reina en las mentes de los votantes. Han votado a favor de casi todo, pero también en contra de casi todo. Han expresado, como en el caso del UKIP en Gran Bretaña, una hostilidad hacia la comunidad europea, pero los diputados del UKIP continuarán reforzando esa comunidad con su presencia en la asamblea. El UKIP ha expresado sentimientos de derecha claros, pero ha atraído el apoyo de los tradicionalmente proizquierda.
En cada país, la derecha se ha beneficiado de la insatisfacción del electorado, pero también se ha beneficiado del apoyo de los votantes de izquierda. Esa es evidentemente una situación absurda. De Escocia a Cataluña, de Holanda a Grecia, es la derecha la que ha dejado su huella en la política europea, pero lo han logrado con el apoyo de la izquierda. El Frente Nacional ganó en Francia, el Partido Popular de Dinamarca encabezó las encuestas en Dinamarca, Jobbik fue bien en Hungría y el partido de izquierda radical Syriza tuvo éxito en Grecia. En cada caso, la protesta no fue sólo contra Europa, sino en contra de la inmigración y contra la pobreza, factores que afectan más directamente a las clases trabajadoras.
«¿De Escocia a Cataluña?». La frase no es tan extraña como parece. En Escocia, el éxito totalmente inesperado del candidato del UKIP dio a este partido –que nunca antes se había presentado a las elecciones europeas en Escocia– su primer asiento escocés en el Parlamento Europeo. El éxito del UKIP derechista fue un golpe directo al SNP, que había tratado de presentarse como el partido más enérgico de Escocia, pero que terminó reconociendo que había sufrido un cierto revés. El número de votos emitidos en Escocia –menos del 29% de los votantes optó por el SNP– es una advertencia dura a los nacionalistas: si los votantes deciden de la misma manera en el referéndum de este año, el SNP habrá perdido por completo la lucha por la independencia.
El referéndum dista sólo tres meses. El SNP derechista tiene también el apoyo de la izquierda de Escocia, uno de cuyos líderes ha expresado la esperanza de que «el desmantelamiento del Estado británico de hace 300 años será un golpe psicológicamente traumático para las fuerzas del capitalismo». Pero si lo máximo que el SNP puede cosechar es el 29% de los electores, el partido puede olvidarse de su campaña y dar a Alex Salmond unas merecidas vacaciones fuera de la política. Las cifras son aún más terribles si tenemos en cuenta que sólo el 33% del electorado votó, por lo que, en realidad, sólo el 10% de los electores votaron en Escocia por el SNP. En otras palabras, el voto en las elecciones europeas en Escocia no estaba a favor del separatismo. Más bien al contrario: los votos afirmaron claramente que la lealtad al Reino Unido es una parte integral de la protesta contra el papel de la comunidad europea. Por supuesto, ya que vivimos en un mundo de sueños, Alex Salmond proclamó que había ganado. Podemos preguntarle, sin embargo: ¿qué victoria es, cuando sólo el 10% del electorado vota por usted?
El caso catalán, obviamente, no es exactamente lo mismo. El notable aumento de la participación electoral en Cataluña es una clara expresión de apoyo al separatismo. Pero ¿qué forma tomó ese voto separatista? La muy compleja situación de la política catalana hace que sea imposible llegar a conclusiones simples. De los que votaron, más del 55% respaldaba partidos que apoyan un referéndum sobre el futuro estatus de la región. Dado que el 48% del electorado catalán votó, eso representa una clara tendencia en favor del separatismo, que se reflejaría si la consulta ilegal se hace este otoño. Sin embargo, eso todavía da a los separatistas sólo un voto minoritario, poco más del 25% de los electores de Cataluña.
Los partidos separatistas hicieron muchos esfuerzos para convencer a los votantes de que las elecciones europeas demostrarían al mundo cómo Cataluña reclama en voz alta el separatismo. Pero la respuesta de Cataluña no ha sido del todo la que esperaban. He estado buscando en los periódicos de todo el mundo y la casi total ausencia de cualquier referencia a los resultados catalanes no podía ser más impresionante. El mundo está preocupado por Europa, no por pequeños desacuerdos en Cataluña. Según todas las reglas de la democracia, es la decisión del electorado total lo que cuenta, y en este caso más de la mitad no fue a votar, mientras que otra cuarta parte del electorado votó contra el separatismo y en favor de otros partidos. ¿Ha habido alguna vez un caso en toda la Historia de la Humanidad, que un país haya tratado de declararse independiente, porque el 25% del electorado apoyó esa opción?
EL ARGUMENTO que presenta este artículo, sin embargo, no trata simplemente de números. El hecho es que la ideología de los separatistas en Cataluña no tiene ninguna orientación política, y lo que hay de ideología es firmemente de derecha. La terminología absurda de izquierda y derecha, por supuesto, no tiene relación con los problemas reales. Como un editorial en este periódico ha declarado: «La tradicional dicotomía izquierda derecha ha desaparecido en Cataluña». La firme posición de CiU, un partido sólidamente de derechas fundado por la alta burguesía de Cataluña, confirma el predominio rígido de la derecha. Y el firme apoyo dado a todas las políticas de esa derecha por ERC, un partido que no tiene ideología en absoluto, aparte de republicanismo, ha ayudado más que nunca a confirmar que las elecciones europeas en Cataluña han consolidado una extraña alianza entre una burguesía de derechas y los republicanos.
En otras palabras, el colapso completo de los socialistas de izquierda y la posterior renuncia de sus principales líderes, muestra que el carácter general de las elecciones era de hecho un triunfo de la derecha. Pero no fue un triunfo que de forma automática se pueda traducir en una mayoría de votos en una consulta hipotética. De hecho, nunca ha habido ninguna decisión confirmada del electorado a favor del separatismo.
Si CiU y ERC juntos no pueden ganar más del 25% de los votos del electorado catalán en unas elecciones europeas altamente tensionadas, cuando hicieron el máximo esfuerzo para avivar el sentimiento popular, lo más probable es que no sean capaces de aumentar esa cifra en una consulta posterior en el mismo año. Por supuesto, ya se han ofrecido los sobornos al electorado crédulo: en una Cataluña libre, nos ha asegurado un consejero catalán, las pensiones se incrementarán, los impuestos se reducirán, y el desempleo casi desaparecerá. Un dirigente de ERC ha asegurado que Cataluña no necesita a la comunidad europea y que puede llegar a ser rica por su propia cuenta, con tal de no estar en España. Ese es, obviamente, el mensaje que los nuevos delegados separatistas llevarán a Europa, pero es dudoso que alguien esté dispuesto a escucharles. Las elecciones europeas descubrieron una serie de cuestiones importantes que el
Parlamento en Estrasburgo tendrá que mirar, y la hipotética secesión de una provincia de uno de sus estados miembros no será una de ellas.
Henry Kamen es historiador. Su último libro es The Spanish Inquisition (Yale University Press, 2014).