Miquel Giménez-Vozpópuli
- Una encuesta en Twiter y unas declaraciones de Lluís Llach. Adivinen acerca de qué tratan
El proceso ha afectado a los catalanes tanto en lo económico y político como en lo psiquiátrico, y no estoy hablando con hipérboles. Personas que parecían tan razonables y cuerdas como pueda estarlo un ser humano cualquiera se han convertido por obra y gracia de las manifestaciones histéricas, los embustes y la propaganda, en unos energúmenos cargados de odio. No es menos verdad, a fuer de ser sinceros, que ya existía un nacionalismo convergente proto fascista y con un racismo hacia España y los españoles enorme. Si no se veía más era porque la bestia estaba oculta con disimulo en la intimidad del hogar, en las tribunas del Barcelona, en los mítines convergentes o en los pueblos del interior, secularmente carlistas. No la sacaban a pasear porque Pujol lo prohibía, no porque no existiese.
Pero la época del disimulo hace tiempo que se terminó. Lluís Llach, un cantautor que en su momento hacía las delicias de mucha gente, que triunfaba incluso en Madrid y que se caracterizaba, digámoslo todo, por una languidez exasperante rayana en el bostezo, se permite ahora amenazar a los jueces por una sentencia que condena a la Universidad de Barcelona por su apoyo a los condenados por el 1-O. Dice el autor de La gallineta “¿Juzgar a una universidad por un manifiesto? Europa, España es diferente. Muy diferente. Tendremos que hacer limpieza cuando seamos independientes”. Cuidado. Al nieto de alcalde franquista e hijo de falangista le sale la vena exterminadora: “(…) tendremos que hacer limpieza, neteja en catalán, cuando seamos independientes”, repetimos. ¿Limpieza de quién y cómo? ¿Limpieza étnica? ¿Limpieza condenando al ostracismo a quienes no comulguen con la independencia, apartándolos de sus cargos a perpetuidad o, mejor todavía, metiéndolos en campos de concentración? ¿Limpieza física, es decir, eliminando a los malos catalanes? Da un poco de miedo abundar en las consecuencias. Sobre todo, viendo el carácter de esta gente.
¿Ha pesado más en estas gentes lo del sueldo o los muertos? Me inclino a pensar, por desgracia, que lo segundo. Los muertos los pondríamos nosotros, claro, no ellos
El segundo ejemplo es más claro, lo que ya es decir. Recordarán que el inhabilitado Torra se mostraba partidario de acceder a la independencia por la vía eslovena, aquella que costó muertos y un enfrentamiento civil. No es tan solo la opinión de un orate, de un hiperventilado, de un eixelebrat, que decimos en mi tierra. Hay muchos de sus correligionarios que opinan que si hay que asumir que habrá muertos, se asume y punto. Un tal Andreu Canals, ingeniero de caminos y puertos – el nivel académico no es óbice para que el fanático lo sea, miren el número de catedráticos que había en la cúpula de las SS, singularmente en la Ahnenerbe – colgaba el otro día esto en Twiter: “Una DUI puede comportar como escenario más que probable, alrededor de cincuenta muertos, con un cincuenta por ciento de posibilidades de conseguir la independencia. Eso sin descartar una guerra, que supondría unos cincuenta mil. Aún y así, si la consiguiéramos, podríamos doblarle el sueldo a todo el mundo. Sabiendo esto ¿eres partidario de la DUI?” Pues bien, con más de tres mil votos contabilizados cerca de un ochenta por ciento decían que sí, que no les importarían los muertos con tal de ser un estado propio.
¿Ha pesado más en estas gentes lo del sueldo o los muertos? Me inclino a pensar, por desgracia, que lo segundo. Los muertos los pondríamos nosotros, claro, no ellos. Porque para eso estamos los malos catalanes, para ser el chivo expiatorio de su corrupción, de su esterilidad política e intelectual y de su impotencia congénita para lograr nada que sea positivo. Les estorbamos, les molestamos, les inquietamos, les perturbamos. Somos la constatación de que, a pesar de los años y el dinero de todos invertido en domesticar a toda una sociedad, no lo han conseguido hasta el extremo que hubieran deseado. Por eso hablan ya sin complejos de hacer limpieza, de muertos y de guerras.
Con estos pacta el PSC, con estos pacta Sánchez, con estos pretenden sacar adelante el Gobierno. Si bien lo miran, es lógico. Entre totalitarios siempre acaban por entenderse. Acuérdense del famoso pacto Molotov-Ribbentrop o, lo que es lo mismo, de Hitler y Stalin. Los dos también hicieron limpieza a la que mandaron y no les importó un pito los muertos que acarrearon sus funestos sistemas políticos.
Es lo que tienen los totalitarismos.