Joan Tapia, EL CONFIDENCIAL 18/12/12
Contra pronóstico, la reunión del viernes (más de tres horas) entre Artur Mas y el líder de ERC acabó sin fumata blanca. El escollo: la famosa “consulta”, la que debía dar al president la mayoría absoluta y ahora amenaza su futuro. Mas propuso una fórmula para contentar a Junqueras: “CiU y ERC se comprometen a trabajar todos los procedimientos formales, jurídicos e institucionales posibles hasta el 31 de diciembre de 2013 para estar en condiciones, a partir de entonces, de convocar la consulta de acuerdo con el marco legal que la ampare”. Junqueras dijo no. Y se plantó.
El problema no es la economía, ni incluso la fecha de la consulta. Como dirían en América: ¡es la legalidad, estúpido! Artur Mas proponía “el marco legal que la ampare” para que nadie pueda acusar a CiU de ir a una consulta ilegal. Primero, porqueDuran Lleida no se ha cansado de repetir que debe ser legal. Y el aliado democristiano tiene trece diputados. Sin ellos (El País ya habla de un nuevo tripartito CDC-UDC-ERC), Mas se quedaría en 37 y la suma de CDC y ERC sería 58. Le faltarían 8 para la mayoría absoluta. Un desastre. Segundo, porque el anuncio de una insubordinación a plazo fijo -todo el mundo sabe que la consulta no tendrá la autorización precisa de Rajoy– es algo que no puede afrontar un Ejecutivo catalán que hoy mismo tendrá que pedir para 2013 al Fondo de Liquidez Autonómica (a España) una cantidad superior a la de 2012 (5.200 millones). Los mercados están cerrados para una Generalitat que debe enfrentarse el próximo año al déficit permitido (1.400 millones) y la refinanciación de la deuda que vence (mínimo de 6.000 millones). Es difícil afrontar esta encrucijada exhibiendo al mismo tiempo la fecha de la insurrección.
La tercera causa es el síndrome Companys: el lógico temor de CiU a deslizarse en la dinámica del president que en octubre del 34 se rebeló contra la República tras la entrada en el Gobierno Lerroux de tres ministros de la CEDA. Fue internado en una prisión-barco por el general Batet, el mismo que luego Franco ejecutó por no sumarse al alzamiento. CiU existe porque sabe ganar elecciones e inspirar confianza a un conjunto de entidades y empresas (Foment, la Caixa, Cámara de Comercio, La Vanguardia, la industria agroalimentaria y farmaceútica que venden a España, la SEAT, Banco Sabadell…) que la consideran una fuerza moderada, apta para mandar en Catalunya e incluso conveniente para apoyar la gobernabilidad de España (con Adolfo Suárez, Felipe González y Aznar). No es que estas instituciones vayan a ir contra CDC (tampoco han sido convergentes e, incluso, no son prioritariamente políticas) sino que necesitan vivir en la legalidad española y creen que la insumisión jurídica llevaría a Cataluña a una situación de gran tensión y al declive económico. En la sociedad civil catalana, el fantasma de Lluís Companys, rebelándose contra la República junto al PSOE en Asturias (algo que dañó mucho la credibilidad del republicanismo), es anatema.
Artur Mas no puede suscribir el compromiso de una consulta ilegal, porque Durán tiene 13 diputados, porque la financiación de la Generalitat en 2013 depende del Fondo de Liquidez y porque la rebelión jurídica sería considerada en la sociedad civil como un peligroso paso hacia la inestabilidadPor eso Mas no puede firmar -tampoco quiere, porque sería letal para su aproximación a la UE- un pacto que explicite respaldo a un referéndum ilegal. Agotada la legalidad española, Artur Mas solicitaría un difícil arbitraje internacional… y esperaría. A finales de 2015 habrá elecciones en España y es posible que el PP no tenga mayoría absoluta y le necesite. O que el PSOE se encuentre en la misma posición. O, incluso, que el PP sea derrotado, pero que los socialistas y Cayo Lara(juntos) queden lejos de la mayoría. Ese sería el momento de arrancar un compromiso. Quizás no habría consulta independentista, pero se abriría el camino a otra relación con España y a un nuevo pacto fiscal.
Pero eso es precisamente (que CiU volviera a algo parecido al conocido “peix al cove” de Pujol) lo que Oriol Junqueras no desea. Junqueras es astuto, sabe historia y habla, según el momento, como una abuela culta y comprensiva a sus numerosos nietos, o como un convincente predicador a sus fieles, pero es frío y calculador. Intuye que Duran Lleida pretende desactivar la consulta y sabe que ahora él tiene cogido a Artur Mas. Y que una parte de la sociedad catalana está muy movilizada (todavía no han desaparecido las banderas esteladas de muchos balcones). Cree que hay que forzar la consulta. Cuanto antes, mejor.
Junqueras apuesta por ganar el referéndum y ser uno de los padres fundadores de la República de Catalunya. Y si la consulta no da el resultado que espera (pese a queWert y la crisis ayudan), sería la primera marca del nacionalismo porque CiU (el catalanismo pragmático) se habría quemado. Y se cree en la cresta de la ola. Heredó una ERC arruinada por el fin del tripartito (10 diputados) y en sólo dos años ha ganado 270.000 votos, ha doblado sus diputados (hasta 21) y ha pasado del 7% al 13,6% del cuerpo electoral. Y, tras las elecciones, es el político más valorado por los catalanes (5,8 de nota contra 4,4 de Mas, según el Instituto Gesop). Además, porchurro (la norma electoral prima a las provincias frente a Barcelona), es la segunda fuerza política del Parlament pese a haber sacado 27.000 votos menos que el PSC. Su proyecto -curioso- es ser, al mismo tiempo, el aliado “fiel” de CiU y el “férreo” líder de la oposición.
Muchos observadores (algunos que conocen muy bien ERC) creen que el acuerdo final es cuestión de días (pocos). Pero el ‘no’ del viernes ha sorprendido y Junqueras puede tener otro escenario posible. Votar gratis la investidura de Mas (por nacionalismo, porque CiU es la primera fuerza y para que nadie le acuse de torpedear) y comprometerse poco. Luego, negociar punto a punto y día a día con la consulta como meta.
Curiosamente, es un escenario que puede no desagradar a Duran Lleida porque los tropiezos con ERC podrían forzar a Mas a buscar otras alianzas. Hacia el PSC (Navarro ha aguantado) o incluso, dentro de un tiempo, hacia un Rajoy y una Alicia Sánchez Camacho que quieran reducir conflictividad y se desembaracen de los que se disfrazan de inoportunos fundamentalistas (Wert).
Esa sería una ruta razonable para Duran (y para Pere Navarro). E incluso para Rajoy y Rubalcaba. Pero para Artur Mas sería gobernar con una corona de espinas. Parece que prefiere un pacto firme con ERC (Junqueras lo califica de “indefinido”) sin abdicar de la consulta ,pero acotándola. Un exalumno de Aula (la escuela más cara y exigente de Barcelona) no debe actuar como un abogadillo que defendía a sindicalistas como Companys. Luego tirar adelante la legislatura. ¿Prefiere el calvario a la corona de espinas?
Joan Tapia, EL CONFIDENCIAL 18/12/12