Nacho Cardero-El Confidencial
- No es un presidente. Es el superhombre de Nietzsche. Está un escalón por encima del Estado de derecho
Dice Raúl del Pozo que, de entre todos los presidentes del Gobierno, «al que más pronto se le ha averiado la azotea es a Pedro Sánchez«, que llegó al poder con una moción de censura enarbolando la bandera contra la corrupción y ahora, en una reforma exprés, rebaja la malversación para contentar a sus aliados separatistas y, además, culpa a la derecha política, mediática y judicial del choque entre poderes. Se refiere el maestro al complejo que afecta sin distinción a todos aquellos que alcanzan el poder, el conocido síndrome de la Moncloa, que se caracteriza por un exceso de soberbia, aislamiento en la toma de decisiones y una visión segmentada de la realidad.
Un complejo que alcanza con el tiempo a todos los presidentes, pero que, en el caso de Sánchez, ha sido de efecto inmediato. Un chute de cortisona. Que pregunten a Redondo, Ábalos, Calvo y otras personas de confianza laminadas o a los presentes en el homenaje a Almudena Grandes, que escucharon ojipláticos cómo se ufanaba de que «una de las cosas por las que pasaré a la Historia es por haber exhumado al dictador de un gran monumento como el que construyó en el Valle de los Caídos». Una de las cosas. Habrá más.
Es lo que David Owen, en el libro En el poder y en la enfermedad, denomina síndrome de hybris o embriaguez de poder, que guarda muchas similitudes con el trastorno de personalidad narcisista (TPN) e incluso puede confundirse con él. El síndrome de hybris se caracteriza por cinco síntomas: fusión del yo con la nación o la organización; uso del plural mayestático; fe inquebrantable en que un tribunal más alto (la Historia o Dios) justificará sus actos; temeridad e impulsividad, y rectitud moral que hace caso omiso de los detalles prácticos, el coste y el resultado. Ustedes mismos para las analogías.
No es un presidente. Es el superhombre de Nietzsche. Está un escalón por encima del Estado de derecho. De hecho, él es el Estado de derecho y todo el ruido exterior no es sino un «complot» para «atropellar nuestra democracia por parte de la derecha política» y «también por la derecha judicial». El mundo al revés, o la utilización perversa del lenguaje, distribuido eficazmente por sus corifeos, para hacernos creer justamente lo contrario de lo que es. Lo que George Orwell llamaba negroblanco, esto es, la neolengua empleada por algunos líderes para tratar de convencernos de que lo negro es blanco, y viceversa.
Al margen del argumentario oficial, que intenta que polemicemos con detalles y nos olvidemos de lo sustancial, la realidad es que el Ejecutivo, arropado por los socios que lo auparon al poder, ha reformado el Código Penal por la vía de urgencia (el presidente ha sido incapaz de explicar dónde reside dicha urgencia) para evitar los informes de los órganos consultivos; ha suprimido el delito de sedición y rebajado el de malversación para beneficiar a los socios independentistas y que estos puedan sostenerlo en el Gobierno, y ha reformado las leyes orgánicas del CGPJ y TC con el objeto de colocar a los suyos al frente de estas instituciones, controlar la Justicia y evitar reveses futuros.
Los indicios hacen barruntar que poco o nada se va a sacar en claro de la del lunes
Todo ello ciñéndonos a lo factual y sin entrar en elementos especulativos, aunque totalmente verosímiles si atendemos a los precedentes, como la posibilidad de que nos encontremos en el inicio de un nuevo proceso constituyente que derive en una reorganización territorial del gusto de las formaciones que sostienen al Ejecutivo.
Por todo ello, esta semana se antoja clave, ya veremos si trágica, para el futuro de la democracia de nuestro país. El Tribunal Constitucional se reunirá el lunes para deliberar sobre la suspensión cautelar de las enmiendas que fijan unas nuevas reglas para la renovación del alto tribunal, y el CGPJ hará lo propio el martes con vistas a sacar adelante la elección de sus dos candidatos sin que el nuevo sistema ideado por la Moncloa haya entrado en vigor.
Las espadas siguen en todo lo alto para la del lunes. Aunque hay una mayoría de magistrados que pretende admitir el recurso de amparo interpuesto por el PP y que se dicten las medidas cautelarísimas solicitadas, el bloque progresista tratará de boicotearlo de nuevo. Estos últimos pretenden ganar tiempo para que las enmiendas se puedan votar en el Senado y, por ende, se haga efectivo de forma inmediata el nombramiento de Juan Carlos Campo y Laura Díez.
Si el bloque de izquierdas insiste en Bandrés y desecha la opción de Lucas, será la prueba del nueve de que Sánchez va a por todas
Tan mollar como el del TC será el pleno extraordinario del CGPJ del martes, donde se tendrá que designar a los otros dos candidatos para el Constitucional y que podría desactivar esta guerra sin precedentes entre el poder ejecutivo y el judicial. Ya se sabe que, en su primer voto, el bloque conservador apoyará a César Tolosa, mientras que el segundo irá a un magistrado cercano a la izquierda, Pablo María Lucas, con el fin de acercar posturas con el bloque progresista. No por nada, Lucas fue uno de los nombres que el Gobierno incluyó en su lista corta para la renovación del TC, tal y como publicó en su día El País.
Los de Feijóo saben que Lucas ejerce de supervisor judicial del CNI y no admitirá veleidades con la cuestión catalana, amén de que su nombramiento serviría para desbancar al candidato finalmente elegido por los progresistas, José Manuel Bandrés, señalado por los populares como el auténtico puente de plata para que Cándido Conde-Pumpido se haga finalmente con la presidencia del TC, tal y como desea el Gobierno. Si el bloque de izquierdas insiste en Bandrés y desecha la opción de Lucas, será la prueba del nueve de que Sánchez va a por todas, de que no quiere ganar sino aplastar.
Tal decisión sería todo un ejemplo de «su capacidad narcisista para hacer que todo gire en torno a sí mismo. La gravedad de sus embustes y la profundidad de su ignorancia pueden apartar la atención, sin grandes dificultades, de otras implicaciones más duraderas de la historia: la facilidad con la que le autorizan los compañeros del Congreso, debilitando todo el concepto de controles y equilibrios que habían instituido los fundadores, y la pasividad con la que un tercio del país aceptó sus ataques a la Constitución».
Por su lado, el legado intelectual del presidente español ya quedó reflejado en su día en el libro ‘Manual de resistencia’
Este fragmento no pertenece a uno de esos elementos subversivos de la derecha mediática señalados por Felipe Sicilia, sino que sale de la pluma de Michiko Kakutani, autora de La muerte de la verdad, exjefa de Cultura de The New York Times y ganadora del premio Pulitzer, y no se refiere a Pedro Sánchez, aunque muchos así lo crean, sino a Donald Trump, pues no hay ideología que ostente el patrimonio del populismo y la manipulación.
Tanto Sánchez como Trump comparten perfil autoritario, un nulo respeto por las instituciones y el acoso visceral a quienes ejercen de contrapoder y garantizan el buen funcionamiento de la democracia, como es el caso de la Justicia y la prensa independiente.
Lo que pensaba el exmandatario norteamericano lo sabemos por los tuits incendiarios y repletos de faltas de ortografía que saliva sin cesar. Por su lado, el legado intelectual del presidente español ya quedó reflejado en su día en el libro Manual de resistencia, obra imprescindible para tratar de entender la psique de Sánchez sin quedar atrapado en sus contradicciones y morir en el intento. «La periodística es una élite temerosa del cambio, que defiende un statu quo que ya no existe», escribió en el libro. Del respeto que le tiene a la judicatura se puede decir otro tanto. Veremos si esta semana enmienda su tendencia autoritaria o si se reafirma en la misma.