ARCADI ESPADA, EL MUNDO 02/02/13
· Niños y viejos coinciden. Unos porque no han visto nada. Otros porque están a punto de dejar de verlo todo. La situación es de emergencia. En vano se espera al articulista que se erija en la conciencia de la nación. El Apocalipsis estalla fuera de los periódicos, en una tierra de nadie, a medio camino entre la intemperie y el cerebro. España es trending topic, y los nombres propios sólo son trending topics cuando están muertos. Niños y viejos, ya digo, protagonizan el griterío. Menos mal que existe el centrocampismo de la vida, tú y yo mismos, finos y pletóricos, Velázquez.
La situación es grave, gravísima. Un yerno del Rey está acusado de delitos fiscales y tráfico de influencias. Es probable que la responsabilidad alcance a la Infanta Cristina, la catalana, que decían en los felices tiempos de la Caixa. La situación recuerda mucho, por su gravedad, la de aquellos días en que el dúo La Rosa en el Prado cantaba las mañanitas al Rey de España. Entonces también empezó a actuar la Justicia. ¡La Justicia!: Fiat justitia et pereat mundus. Pero se paró. ¿Cuándo fue eso, amigo mío? ¿Veinte años? Fíjate que diría que han pasado 20 siglos.
La situación es grave, gravísima. Se anuncia que un tesorero del partido del Gobierno, ya apartado de su cargo, tenía dinero en Suiza y probablemente ilegal. En la mejor de las hipótesis colectivas ese dinero estaría vinculado a sus supuestas podredumbres privadas. En la peor, a Gürtel y la financiación del Partido Popular. La Filesa del PP, eso es lo que recordarían los viejos analógicos si no lo hubieran olvidado todo. Pero te insisto, para eso estamos nosotros.
La situación es grave, gravísima. Los tesoreros son gente peligrosa. Uno chileno que echaron del PSC -otra vez la pista catalana- se vengó desvelando Filesa, primero a los periódicos catalanes, que no se mostraron interesados, y luego a los periódicos. Según García-Abadillo, aún no se sabe del todo si lo de Bárcenas es venganza o chantaje. Pero parece que hay una serie de anotaciones contables con su letra manuscrita que indican que el presidente del Gobierno y otros dirigentes populares cobran en negro desde sus años mozos.
Ahora habrá que demostrarlo. Nosotros recordamos bien que hace menos de 20 años no pudo demostrarse que el presidente Felipe González fuera la cruz y raya de los GAL. Pero sí pudieron demostrarse otras cosas que acabaron 1/con el responsable del Banco de España en la cárcel; 2/con el director de la Guardia Civil en la cárcel; 3/con el fin de la carrera política del vicepresidente del Gobierno; y 4/con el ministro del Interior en la cárcel. En fin, tú te acordarás muy bien. ¡Nueva Constitución! ¡Pacto de Estado! ¡República! ¡Federalismo! Así se desgañitan. Te acordarás que entonces ni siquiera hubo que adelantar demasiado las elecciones.
La situación es grave, gravísima. Hay seis millones de parados. Estoy de acuerdo. No hay nada más grave en la vida de España. Pero, para empezar, los parados no deben contarse así. Contar los parados así es como contar los resultados electorales sin atender a la participación. Hay un 26% de paro. Una anomalía brutal en las estadísticas del primer mundo. Un punto y medio porcentual más del paro que había en 1994. El paro se mejoró trabajando, recordarás.
La situación es grave, gravísima. El partido que gobierna en Cataluña, su principal aliado parlamentario y los comunistas han suscrito por tercera vez en la Historia una declaración en favor del derecho a la autodeterminación. Insisten. Cuando entonces, ¿recuerdas, hace ¡ocho años!?, no sólo era el presidente Ibarretxe (plan.etxe) el que se enfrentaba a la ley por la nación, sino que lo acompañaba un grupo de asesinos, pistola en mano.
Y como lo nuestro es el centrocampismo, mas no la viciosa melancolía, lo dejaremos aquí, sin ir a los primeros 80, cuando asesinaban un hombre cada tres días, el paro real rozaba el 30% y un guardia civil levantaba la voz, el brazo y la pistola en pleno Parlamento.
Aquellos años, precisamente, en que España empezó a comportarse como una nación adulta, supo que la revolución había terminado y eligió, desde la pura hez franquista, el camino de la continuidad. Es decir, apartó de sí las ilusiones pueriles. Ahora vuelve la revolución. Pero su cariz más frívolo e indignante es que los revolucionarios tuentis sólo se apuntan al mágico instante final en que los problemas se habrán resuelto y descorreremos de nuevo el telón del mundo. Los viejos revolucionarios tenían al menos la grandeza y la honradez de prever un dilatado proceso, al que no ahorraban ni horizonte ni sufrimiento y al que llamaban, sin cohibirse un pelo, la dictadura del proletariado.
Los de ahora van a separarse de España, van a redactar una Constitución, van a obtener el pleno empleo y van a dejar los balances contables de bancos, partidos y empresas más limpios que una patena: van a hacer, en fin, esa tortilla prodigiosa, sin romper un solo huevo. Eso sí: tocándonoslos fríamente a las personas centrocampistas y adultas. Y demostrando que sólo por ellos, esa vacua digitación insolvente que cree que el mundo puede cambiarse como se cambia de sistema operativo, la situación puede calificarse, en efecto, de grave, gravísima.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO 02/02/13