EL MUNDO 22/05/14
· La crisis económica, la falta de identidad europea y la escasa solidaridad explican el creciente riesgo de balcanización
Puede resultar paradójico, pero en la Unión Europea que trata de avanzar hacia una mayor integración, los movimientos nacionalistas –igual que ocurre con los extremismos de todas las categorías– están siendo capaces de atraer con mayor fuerza la atención de los votantes. El desencanto social, la crisis económica y la ausencia de una auténtica identidad europea son factores que dan magnitud a los regionalismos dentro de la UE, que han sabido manejar con más destreza el discurso político frente a las fuerzas tradicionales.
Hasta ahora habían sido sólo objeto de conjeturas políticas, pero tras las elecciones del próximo domingo 25 de mayo Europa se enfrentará a un problema real para el que no existe una solución predefinida. El riesgo de una balcanización dentro de la UE amenaza con desvirtuar la esencia misma del proyecto comunitario, de la ampliación a la desintegración. «Hay una posibilidad real de que a partir de 2014 se inicien uno o varios divorcios nacionales», apunta Nicholas Siegel, socio de Transatlantic Academy, un centro de estudios enfocado en las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos.
El referéndum que celebrará Escocia el 18 de septiembre para decidir si quiere independizarse del Reino Unido es señalado por todos los analistas consultados como «el momento decisivo» para que el resto de movimientos nacionalistas, entre ellos el de Cataluña y Flandes (Bélgica) diseñen su estrategia.
En un estudio elaborado por la escuela de negocios Wharton, de la Universidad de Pensilvania, el analista del Institute for International Economics, Jacob Funk Kierkegaard, trata de encontrar el origen a este «fenómeno global» que acontece justo en la época de mayor globalización.
A su juicio, los movimientos independentistas son «pequeñas versiones de la ruptura en la solidaridad dentro de la Unión Europea» que ha descubierto la crisis económica. «El fracaso de los gobiernos nacionales y de la propia Unión Europea para restaurar la prosperidad previa a la crisis ha llevado a muchos ciudadanos a querer cortar con sus respectivos estados», argumenta. Los nacionalismos, dice, han existido siempre, pero los vínculos identitarios habían quedado suprimidos durante las décadas en que Europa era próspera y vivía en paz. Pero hay otros factores que avivan los nacionalismos europeos.
Uno de estos factores es el propio diseño institucional de la UE que otorga todo el gobierno a la cooperación entre sus Estados miembros en vez de a una estructura supranacional con poderes independientes. Eso hace, según el profesor Christopher K. Connolly, que conserve un significado para los nacionalistas, «ya que su reconocimiento en el sistema político europeo sólo tendrá lugar cuando sean Estados soberanos».
El protagonismo que los Tratados de Maastricht y de Lisboa trataron de dar a las diferentes regiones y realidades culturales y nacionales dentro de cada país no ha quedado materializado como se esperaba, a pesar de la existencia de un Comité de las Regiones donde las comunidades autónomas, en el caso de España, tienen voz propia para defender sus propios intereses.
La ciudadanía europea, el cumplimiento de las normas comunitarias y la defensa de los valores que promueve la UE son otras causas que llevan a los movimientos nacionalistas a buscar refugio dentro del bloque.
Claro que desempeña un papel decisivo el modo en que un territorio puede llegar a ser independiente. Los Tratados de la Unión Europea contemplan la expulsión inmediata para una parte de un estado miembro que se independiza, bien sea de forma consensuada o unilateralmente. Pero, a partir de esa premisa, todo es un territorio inexplorado para juristas y políticos europeos que obligará a actuar siempre sobre la marcha y sentar precedentes en función de las circunstancias específicas de cada caso.
Escocia, por ejemplo, defiende su derecho a pertenecer en la Unión Europea como el país número 29 con un argumento que condena a Cataluña a quedar para siempre fuera de ella. «La independencia adquirida mediante un proceso democrático, constitucional y consensuado, en línea con los valores europeos, otorgan el derecho a convertirse en un Estado miembro desde el mismo día de su separación», dice en un informe oficial encargado por el Gobierno de Alex Salmond.
El caso escocés es, de hecho, la excepción a lo que sucede en muchos otros países. Con más o menos ruido, regiones como Cataluña, el País Vasco, Baviera (Alemania), Cerdeña (Francia), Padania (Italia), Aaland (Finlandia), Narva (estonia) o Frisia (Holanda) pretenden iniciar un proceso sin contar con el respaldo constitucional. Y si algo tienen claro las instituciones comunitarias es que no van a elevar a problema europeo una cuestión que debe resolverse dentro de las fronteras de cada Estado.
En otros casos sí hay varias similitudes, como un idioma distintivo, diferentes grados de industrialización respecto al resto de territorios y una mayor autonomía administrativa. Una identidad propia, en definitiva, que para Teona Srmava, del think tankProject for Democratic Union (Proyecto para la Unión Democrática), casa bien con la Unión Europea: «El supranacionalismo que provee la Unión Europea refuerza las identidades regionales porque permite crear un tipo de localismo que puede desarrollarse dentro de la familia europea».