LIBERTAD DIGITAL 05/01/15
JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO
El propietario de la administración de lotería La Bruixa d’Or, Xavier Gabriel, lo pronóstico en agosto de 2013:»Veremos quién paga los premios cuando la mayoría de las administraciones devuelvan los cupones sin vender». Se refería, claro está, a la lotería catalana de fin de año, que, según su vaticinio (aunque, teniendo en cuenta el objeto de su negociado, más bien cabría hablar de profecía), estaba destinada al fracaso. «No puede mantenerse una lotería», adujo, «a la que sólo juegan 3 de los 7 millones de catalanes.» (El paralelismo, por cierto, entre el índice de participación en la Lotería Catalana y el número de apostantes en el referéndum del 9N no deja de ser inquietante). Ni que decir tiene que el lotero acertó de pleno, pues la mayoría de los boletos de la edición de este año se quedaron sin vender, incluido, ay, el gordo. Y no precisamente por falta de previsión del órgano competente: las papeletas empezaron a despacharse, con gran bombo y platillo en los medios afines, el 26 de junio, es decir, medio año antes del sorteo. A tal efecto, la Dirección General de Tributos y Juego de la Generalitat habilitó alrededor de 2.300 puntos de venta, entre los que se hallaban, además de toda suerte de asociaciones y fundaciones de la cosa, El Corte Inglés, lo que confirma la rara vocación autodestructiva de un país, España, capaz de poner su buque insignia en la gran distribución al servicio de la sedición catalana. Pero ni esa circunstancia ni el hecho de que los boletos costaran 5 euros (15 menos que los décimos de la Lotería de Navidad), confirieron a la Lotería Catalana categoría de estructura d’estat, que es, al cabo, de lo que se trataba.
El fiasco de la Grossa no ha sido el único síntoma de decaimiento del soberanismo. El mensaje de fin de año de Artur Mas a Oriol Junqueras fue superado en audiencia por la película de Antena 3, Caos, todo un canto al adocenamiento. (Disculpen, pero la tentación es irresistible: los catalanes, ante la disyuntiva de la independencia o el caos, eligieron el caos, que también somos nosotros.)
El último parte de la atonía o acaso remisión del prusés llega desde el flanco del comercio. La suspensión de la normativa autonómica por parte del Tribunal Constitucional ha llevado a algunos establecimientos catalanes a adelantar las rebajas al día 2, desoyendo así la ley de la Generalitat, que prohíbe aplicar este incentivo antes de Reyes. Y es que, parafraseando el soniquete con que Perich abrochaba sus Noticias del Quinto Canal, «sigue la mala racha de Artur Mas».