IGNACIO CAMACHO, ABC – 19/08/14
· Es menester deconstruir la superchería identitaria: el de Cataluña es un problema de España y de los españoles.
Acaso el mayor éxito del independentismo haya sido el de instalar la idea de que el problema de Cataluña es solo de los catalanes. Una estrategia de segmentación que se ha hecho fuerte desde el lenguaje político, a través del cual los nacionalistas han introducido con la naturalidad de un solapamiento el concepto de bilateralidad. A menudo se habla de Cataluña y España como si fuesen dos realidades distintas, dos sujetos colectivos en pie de igualdad enfrentados por un conflicto de naturaleza política, institucional y hasta sociológica. De este modo se solapa la esencia de la cuestión dando ventaja subconsciente al mito identitario, cuya relevancia se sobrevalora al rodearlo de un halo simbólico. El lenguaje construye una categoría intelectual en la que se desliza el concepto tramposo de un derecho inatendido y de una reivindicación reparadora.
Frente a ese indiscutible éxito en la creación de un marco mental favorable, la única alternativa es insistir, como vienen haciendo los promotores del manifiesto «Libres e iguales», en resituar el debate en sus justos términos: el problema de Cataluña es un problema español y de los españoles porque Cataluña es España. Una parte de España que no tiene derecho a alterar ni a privatizar la configuración, ni las fronteras, ni las leyes ni las reglas de convivencia de la nación. No «del resto» de la nación, sino de la nación entera, la nación de ciudadanos libres y, efectivamente, iguales en cuanto titulares de una soberanía común constituyente.
El régimen autonómico concede a los catalanes unos –amplísimos– márgenes de organización propia, pero lo hace en el marco de una ciudadanía nacional compartida. No existe una soberanía catalana y sí un derecho a decidir español. Y por tanto, la cuestión catalana no deja de ser una cuestión española, que debemos discutir entre todos sin ningún criterio de prevalencia ni de exclusividad. Como algo nuestro.
Por tanto estamos ante un problema de Estado. Del Estado español y sobre todo de los ciudadanos españoles. La hegemonía intelectual y política del nacionalismo ha conseguido deconstruir esa idea en el imaginario colectivo, de modo que resulta imprescindible restablecer la claridad de las cosas. Las soluciones, sean cuales sean, las tiene que aportar España, cuya opinión pública es determinante en este asunto. Justo al contrario de lo que defienden los soberanistas catalanes en su designio de segregar el debate en su propio ámbito. Conviene admitir que en ese sentido han logrado imponer una cierta independencia psicológica.
Y como se avecinan días confusos es menester aplicarse a la simple aunque esforzada tarea de esclarecer la superchería y demostrar lo obvio. Quizás el auténtico punto crítico del caso sea el displicente y comodón abandono en que los españoles en conjunto hemos dejado caer en la invisibilidad nuestro legítimo soberanismo democrático.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 19/08/14