Todavía no se ha pronunciado el Supremo, pero la criatura ya tiene hecha la campaña electoral. Nunca tantos soplaron tanto a favor de una candidatura. Nunca se expresó tanta fe en unos estatutos no leídos, ni en una presunta voluntad de ETA de abandonar la violencia que la banda jamás ha insinuado.
Sortu significa crear o nacer. Su anagrama es un sol naciente y su imagen en El nacimiento de Venus que se exhibe en la florentina Galería de los Uffizi. Ahí está la criatura, en pelota picada entre la espuma, saliendo de la concha (venere, de ahí su nombre) y auxiliada en todo momento por gente de la ilegal Batasuna que tiene su protagonismo en el parto de las aguas, según la representación de Botticelli: los angelotes que soplan, la abogada que le tiende el manto, y los que no están en el cuadro: el ginecólogo, la matrona, los redactores de los estatutos, todos batasunos. También están las estrellas invitadas: el constitucionalista español y el juez que puso en libertad a Usabiaga para el cuidado de su anciana madre, en un auto delirante, que advertía al mismo tiempo del riesgo de que reincidiera en el mismo delito que lo había llevado a la cárcel: reconstituir la ilegalizada Batasuna, una profecía autocumplida de Baltasar Garzón. Tenía razones el ex juez de la Audiencia Nacional para temerse que el excarcelado no iba a emplear su tiempo en llevar a su madre de paseo, sino en quedar con la cuadrilla, Iruin y Rufi, para hablar del tema. La vida moderna es en sí misma una extraordinaria paradoja, como un auto de Garzón: éste, sin ir más lejos.
Los informes policiales acreditan sobradamente todo esto. También dan fe de la presentación del «nuevo proyecto político y organizativo de la izquierda abertzale», realizada en el Hotel Tres Reyes de Pamplona, el 27 de noviembre. Los maestros de ceremonias fueron Rufi Etxeberria y la alcaldesa de Hernani, Marian Beitialarrangoitia, y tuvieron detrás unos coros que ni los del Ejército Soviético en los años de esplendor del Bolshoi: cerca de un centenar de personas detrás, de las cuales, las FSE identificaron a 92 como «relacionadas con órganos de dirección de HB/EH/Batasuna», las tres marcas de la cosa expresamente ilegalizadas por sentencia del Supremo el 27 de marzo de 2003.
Todavía no se ha pronunciado el alto tribunal sobre el asunto, pero la criatura ya tiene hecha la campaña electoral. Nunca tantos soplaron tanto a favor de una candidatura. Nunca se expresó tanta fe en unos estatutos no leídos, ni en una presunta voluntad de ETA de abandonar la violencia que la banda terrorista jamás ha insinuado.
Éste es un problema para el nuevo proceso. La mera posibilidad de que una parte de ETA rechace la idea de abandonar y lo exprese como suele, tiene que inquietar no poco al Gobierno, que no puede permitirse más riesgos, aparte de los que ya arrostra. Rubalcaba no cree que haya división en ETA, pero el futuro no es una ciencia. ¿Y si tiene razón Jáuregui?
La nueva Batasuna o nueva marca blanca está ya en marcha y, pese al énfasis gubernamental, ya ha recibido un regalo inapreciable: la propaganda. Hoy se siente mucho más fuerte que hace tres meses y su listón va a estar más alto. De una posición agónica ha pasado a ocupar el centro del debate político español, por no hablar del vasco: el lehendakari ha completado brillantemente una ronda de conversaciones con los partidos vascos para hablar de Sortu y, coherentemente, el presidente del PNV le ha exigido que acorte la legislatura y convoque elecciones autonómicas en el momento en que lo que venga sea legalizado.
No hay que extrañarse de nada. Las mitomanías de hoy se alimentan de las mismas paradojas que la mitología clásica: después de todo, Venus nace virgen en su concha y a nadie le sorprende que, a pesar de su falta de experiencia, estuviera predestinada a ser la diosa del amor y a prestar su nombre, ay, a las enfermedades venéreas.
Santiago González, EL MUNDO, 28/2/2011