Para valorar a Sortu hay que considerar también las palabras y los silencios de los líderes de Batasuna. Porque, ¿quién representa mejor a Sortu, los desconocidos que han firmado los papeles del notario o los Etxeberria, Txelui o Iruin que han parido políticamente el nuevo partido y han reivindicado su intervención?
Después del comunicado de tregua de ETA el pasado 10 de enero, Batasuna debió pensar que tenía despejado el camino de la vuelta a la legalidad asumiendo un compromiso genérico de rechazo del terrorismo y prometiendo rechazar la violencia de la banda terrorista en el futuro. Como ETA iba a estar en tregua como mínimo el tiempo de la tramitación legal del nuevo partido, no sería necesario volver a pronunciarse sobre la actividad de la banda.
Sin embargo, la desarticulación del comando Otazua ha constituido un tropiezo en los planes de la izquierda abertzale -léase Batasuna- para legalizar la marca Sortu. De manera imprevista, una operación policial ponía de relieve que ETA sigue siendo una amenaza real, que tiene planes para futuros atentados y los medios para llevarlos a cabo. ETA no es un ectoplasma de existencia virtual, sino un peligro presente. En un primer momento, Sortu se atiene al guión para evitar pronunciarse y dice que no dirá nada hasta que sea legalizado.
Esa maniobra inicial de ponerse de perfil podía convertirse en un bumerán que se volviera contra los intereses de la nueva sigla. La sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre Batasuna dice que hay que valorar también las «omisiones o silencios» ante el terrorismo porque «pueden equivaler a tomas de posición y ser tan elocuentes como cualquier acción de apoyo expreso». Así que Sortu rectifica y muestra su rechazo a los planes para asesinar al lehendakari, aunque sigue guardando silencio sobre los asesinatos realmente cometidos por la célula etarra, dando más importancia a lo que no ha hecho ETA que a lo que ha hecho.
No ha sido ese el único pronunciamiento de Batasuna sobre los hechos relacionados con el comando Otazua. Txelui Moreno se negó a rechazar a ETA o a pedir nada a la banda terrorista. Se acoge a la doctrina que ha establecido Batasuna: después del anuncio de la tregua, ya no hay nada más que pedirle a ETA, se han acabado los movimientos unilaterales y ahora le toca al Gobierno «comenzar a dar pasos». Incluso han señalado cuáles deben ser esos pasos: la legalización del partido y el cambio de política penitenciaria.
A la hora de valorar la reacción de Sortu no basta con mirar sólo el papel que ha salido con las siglas de este partido sino que hay que tener en cuenta también las palabras y los silencios de los líderes de Batasuna. Porque, ¿quién representa mejor a Sortu, los desconocidos que han firmado los papeles del notario o los Rufi Etxeberria, Txelui Moreno o Iñigo Iruin que han parido políticamente el nuevo partido y han reivindicado su intervención? Sin duda, estos últimos. Los primeros sólo son el Sortu administrativo, los otros el Sortu auténtico.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 15/3/2011