José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Sánchez se burla de los medios porque no aplauden entusiasmados sus generosas limosnas y se empeñan en preguntar sobre la corrupción y las braguetas
Ocho años en el poder y ya se aburre. Churchill completó nueve en dos mandatos y se retiró a los 80 pero con ganas de más. Sánchez apenas tiene 53 pero se aburre. Se encuentra en avanzado estado de fatiga mental, de agotamiento espiritual. Quizás falta de calcio. Nada le anima, nada le estimula, nada le motiva. Se diría afectado por aquel spleen de Baudelaire que inspiró las columnas de Umbral en la transición. Un proceso de melancolía, hastío, tedio, desasosiego que el poeta maldito combatía con las drogas, el sexo y la escritura.
Sánchez no ha dado aún con las flores que le ayuden a atajar su mal. No le gusta leer ni puede pisar la calle. Apenas va al cine, a hurtadillas, y solo disfruta cuando sube ocasionalmente al Pirineo a corretear en bici o a esquiar con su señora. Se reúne con sus amigos del baloncesto en la cancha de Moncloa o se los lleva a la Mareta a navegar y tomar gintonics con lo nuestro. Imaginen qué elementos compondrán esa peña si se piensa en la banda que seleccionó para acompañarle en el Gobierno. Así ha salido todo. No olvidemos que se sufragó las primarias del pucherazo con el dinero de las saunas del suegro, que plagió su tesis doctoral, que falsificó su currículum y que no escribió ninguno de los dos libros que firma su nombre. Lo que se dice un tramposo encantado de serlo..
Los trenes chinos de Puente
¡Qué aburrido! Así decía en su comparecencia del lunes, cuando los periodistas le preguntaban por la corrupción, las mordidas, los acosos sexuales y él se abrazaba a la ironía (más bien a la burla) para defender ‘la sustancia’ de su gestión, es decir, un bono transporte que ni siquiera fue capaz de explicar para qué sirve, si para viajar de Toledo a Zaragoza, ida y vuelta por 60 euros al año, o habrá que seguir encomendándose a los trenes truchos de Puente, que se ha ido a Pekín a comprar una flotilla de locomotoras en una operación posiblemente apalabrada por Zapatero, el comisionista chino.
Le molesta a Sánchez que los medios se aburran con sus novedades, lo que llama la ‘sustancia’ de las cosas (no confundir con la de Demi Moore, tan inquietante). O sea, la subida de las pensiones y los salarios de los funcionarios, a cuenta, claro está, de la descomunal deuda pública que a nadie le importa.
En el fondo, Sánchez también se aburre, pero no del poder, que no lo quiere dejar ni por el forro. Está hasta las narices de que no se le adore como se merece, de que a su alrededor solo escuche loas cuando enchufa su telePedro, de que hasta los columnistas de El País le pidan que convoque o que se vaya, de que en las redes, que ahora frecuenta con sus voluntariosos tiktok, haya más memes satíricos sobre su persona que sobre Yolanda, que para eso la tiene de vice, como el monigote de las bofetadas, y de que hasta Bolaños empiece a mostrar los primeros síntomas de desafección con gestos que huelen a ansias de delfinazgo. El lío de las braguetas del progreso le ha arrebatado al triministro su nombramiento como portavoz que tanto anhelaba. Toca nombrar a una mujer para el puesto, sólo faltaría.
Begoña y el hermanísimo
Esto de la democracia le rsulta cansino y tedioso. Le han dejado sin Presupuestos, por lo que no puede gobernar, no puede sacar leyes, no puede mangonear tan a gusto como cuando Ábalos saqueaba la caja común para pagarse sus líos de entrepierna o Cerdán amañaba concesiones para pillar mordidas. Cuando Begoña, bachillera del montón, se pavoneaba con su titulazo de catedrática de la Complu, con su currículum de empresaria global, con sus business como gran emprendedora, cuando su hermano cobraba en Badajoz por un cargo diseñado a su medida y que jamás ejerció. Todo eso se ha ido al garete.
Ni siquiera le queda el consuelo de la política internacional, una fuente de alegrías, él tan alto y tan guapo, con Úrsula a sus pies y Macron a sus mejillas. Se ha convertido en un paria estrambótico empeñado en defender banderas que ya solo se agitan en Caracas y un poquito en Brasil, que su baza de Gaza se ha desinflado, que odia los Estados Unidos y se abraza a Pekín, y que en toda Europa, salvo un pseudomedio italiano que lee la suegra del director, lo consideran un farsante en el que no se puede confiar. De Marruecos, el móvil y el Pegasus, mejor no hablar, que se mosquea Mohamed.
Este domingo, su monigote extremeño, ese Gallardo que diseñó la plaza de batuta fantasma al hermanísimo, se pegará la costalada del siglo frente al PP y Vox. Será la mayor derrota sufrida por el PSOE en una región que siempre fue suya. Luego vendrá Aragón, que hará de Alegría un mar de lágrimas. Después CyL, y Andalucía. Así hasta las generales, si es que no convoca antes. Inútil insistir en que si no disuelve es porque, pese a todos los desastres, “menos mal que gobernamos nosotros». ¿Menos mal para quién? No será para los españoles (salvo los xenófobos reaccionarios de la periferia), sin vivienda, sin salarios dignos y con terror al momento de plantarse ante la caja del súper.
Mayormente, será para el aburridito, que pretende mantenerse en el sillón al único objeto de controlar que el TC se porte cuando aterricen por su negociado los casos del fiscalín García, Begoña y el hermanísimo. Mientras tanto, seguirá aburriéndose, («la corrupción es monótona y el dinero aburre», decía Umbral), aislado y enrocado en un búnker que ya amenaza ruina y que, inevitablemente, se le precipitará encima. .