El submarino catalán

ABC 16/11/14
EDURNE URIARTE

He hablado con varias personas para escribir este artículo y con todas ellas he llegado a la conclusión de que es mejor no citar sus nombres. Porque podría perjudicarles profesionalmente, por lo que me relatan del poder nacionalista en Cataluña, porque ABC es un periódico muy español y nacional. Lo que me hace pensar en la expresión de aquel colega mío de la Universidad del País Vasco en tiempos de la movilización cívica contra ETA: «Abajo el periscopio». Para describir su modo de vida, activismo anónimo en los movimientos cívicos y máxima discreción pública. Por precaución. Salvando todas las distancias entre ambas situaciones, mis interlocutores catalanes coinciden sobre todo en un diagnóstico: hay una mayoría silenciosa en Cataluña que tiene miedo a hablar, a expresar sus verdaderas ideas. Por el rechazo de su entorno, por las consecuencias profesionales, por una vida cotidiana mucho más incómoda.

En Cataluña, la mayoría va como mi viejo colega, en un enorme submarino, y la minoría, en un barco ruidoso, con música, banderas y la cubierta llena de pasajeros. Cataluña se divide en tres tercios, me dice uno de mis interlocutores. El tercio ruidoso, el nacionalista, que tiene el 90% de poder en todas las esferas de la sociedad catalana, pero que, atención, me alerta, es una minoría, la formada por el 1.800.000 votos favorables a la independencia del 9-N. No hay más en el barco ni habrá, ese tercio es lo logrado con la máxima movilización posible como ha sido la del 9-N. Otra cosa es lo que hagan los del submarino, los otros dos tercios, el de los constitucionalistas, del PP, de Ciutadans, algunos socialistas, y el tercio desmotivado, más afectado por la crisis económica, no identificado con Cataluña pero tampoco con España, abstencionista. La clave del futuro, lo que ocurra, dependerá de esos dos tercios ya que no habrá aumento del tercio independentista. ¿Qué pasará con los del submarino? Esa es la cuestión y ninguno de mis interlocutores lo tiene claro.

Se hicieron del Barça ¿Se ha resquebrajado la convivencia con el 9-N? ¿Es ahora mayor la brecha social? pregunto a todos. Hay más tensión, sí, responden. Pero, sobre todo, hay silencio, silencio de esa mayoría que no fue a votar el 9-N. El silencio no es nuevo, sí más evidente, más llamativo, en contraste con la movilización nacionalista de estos dos últimos años que ha culminado en el 9-N. Pero viene de muy atrás. Por ejemplo, me relata un seguidor desencantado del Barça, «en mi pueblo del interior de Cataluña, hace años había seguidores del Barça pero también bastantes del Real Madrid. Pero, poco a poco, se hicieron todos del Barça, para no llamar la atención, para ser aceptados, para integrarse».

¿Y todos aquellos madridistas que había en el partido del Madrid contra el Cornellá? «Bueno –me aclara– si en Cataluña se hiciera una votación realmente confidencial, saldrían muchos seguidores del Barça, del Español, pero también del Real Madrid». Me recuerda, le comento, a los dos chicos que estaban delante de mi en un bar de Bilbao viendo el Barça-Celta (0-1), y pidiendo, en voz baja, que el árbitro pitara el final. Y no eran del Celta. Pero, aparentemente, tampoco hay seguidores del Real Madrid en el País Vasco. Se le llama «espiral del silencio» y no estaría mal que Elisabeth NoelleNeumann, la politóloga que desarrolló ese concepto, resucitara para hacer una nueva investigación en Cataluña. O en el País Vasco.

Los huérfanos
El problema de esos dos tercios silenciosos, coinciden mis interlocutores, es que están huérfanos de liderazgo y de ideas. No hay oposición, no hay argumentos frente al discurso nacionalista. La gente que se siente española y catalana y quiere seguir formando parte de España se siente desamparada. Por el Estado, por las élites políticas e intelectuales.

O por los medios de comunicación, prácticamente en su totalidad bajo el dominio nacionalista. Y los catalanes, me insisten, no siguen los medios nacionales sino TV3 o canales como 8TV. En 8TV habla Pilar Rahola, líder intelectual del nacionalismo, sin que sus mentiras sobre los supuestos doctorados le hayan pasado factura alguna en su autoridad moral. Tampoco al inhabilitado juez Elpidio Silva, el líder de ese partido que copió a Equo parte de su programa electoral. Ahora, Silva se ha convertido en referencia jurídica en 8TV para argumentar por qué son «ridículas» las querellas contra los nacionalistas que desobedecieron al TC el 9-N.

¿La corrupción de los Pujol?, pregunto. Apenas tiene efecto, como tampoco lo tienen las mentiras de Rahola o los desmanes de Silva. «Aquí, los medios solo hablan de la corrupción del PP», me dicen. O de Monago y sus viajes; llevan varios días atacando a Monago y reproduciendo una y otra vez sus críticas a las exigencias fiscales de Cataluña.

¿Comienza la gente a plantearse la idea de irse de Cataluña? Algunos, sí. No hay una movilización, pero sí bastantes personas que hablan de esa posibilidad. Y los que comienzan a tomar precauciones, como un abogado amigo mío, me relata un profesional de Gerona, que ha abierto cuentas en Madrid y las ha preparado para poder transferir fondos inmediatamente desde Cataluña, si fuera necesario. «Yo mismo –continúa– estoy pensando en trasladar la sede de mi oficina a Madrid. Por lo que pudiera pasar. Por lo que ya está pasando con empresas que, o bien trasladan sus sedes, o no quieren trabajar con profesionales radicados en Cataluña».

El soufflé soberanista El tercio nacionalista, el que se movilizó el 9-N, es ruidoso y tiene el poder en Cataluña. Pero tampoco está tranquilo. Porque, en expresión de un buen observador de la política catalana, el soufflé soberanista está muy subido, los nacionalistas han dado un gran salto, pero no están muy seguros de dónde van a caer. Desde un punto de vista político, por un lado. Pero, además, desde un punto de vista económico. Hay temor a las consecuencias económicas, a lo que pueda pasar en una posible Cataluña independiente.

¿Qué ocurrirá con los inversores españoles en Cataluña? ¿Con los de la Caixa, por ejemplo? ¿Con las consecuencias en el resto de Europa? Este es un asunto de dinero, piensan bastantes catalanes. Ha calado en casi todos los sectores de la sociedad, incluso entre los constitucionalistas, la idea de que Cataluña es discriminada fiscalmente, maltratada económicamente por el resto de España. Parte del soufflé soberanista se debe a eso. Y, quizá, parte de la solución, piensan los mismos. Un buen acuerdo de financiación que acabe con esa percepción de trato fiscal injusto a Cataluña puede hacer mucho por acabar con el problema.

Como también lo haría una participación de los empresarios catalanes en el debate, en la explicación de las consecuencias de la independencia. Pero tampoco hablan. En aquella encuesta a empresarios catalanes según la cual había un alto porcentaje de simpatizantes independentistas, me aclaran, respondió, en realidad, un 7% de los empresarios encuestados.

Los ruidosos y los encabritados ¿Hacia dónde camina Cataluña tras el 9N? ¿Podría convertirse esa mayoría silenciosa en encabritada, como me señalan algunos? ¿Podría producirse una movilización anti-soberanista en unas próximas elecciones? Es muy posible, piensan bastantes observadores. Porque sería su única opción de acción en el silencio impuesto por la presión nacionalista. Depende bastante de la evolución del PSC, añade alguno, de lo que decida finalmente. Porque la clave del futuro de Cataluña está, me dicen, en esa mayoría de votos que se concentra en el Baix Llobregat, Barcelona y algunas zonas de Tarragona. El independentismo no ganó en esas zonas el 9-N, pero está por ver si se movilizarán en las elecciones o se abstendrán.

Y lo cierto es que las encuestas ratifican la teoría de los dos tercios o las limitaciones del soufflé soberanista. Incluso al CEO, al centro de estudios de la Generalitat, le sale tan sólo un 24% de ciudadanos que se siente únicamente catalán (encuesta de mayo de 2014). En la misma línea del CIS. En 2012, en el III Barómetro Autonómico, al CIS le salió un 21,9 autodefinido como exclusivamente catalán. Algo más del 14,3% del I Barómetro Autonómico de 2005, pero insuficiente para fundamentar un movimiento masivo por una Cataluña independiente.

La gran mayoría de catalanes tiene una identidad compartida, catalana y española. ¿Cabe esperar que un 49,4% pudiera votar a favor de la independencia, como predijo el CEO en su última encuesta de octubre de 2014? Dada la estructura de la identidad catalana, eso es como pensar que Podemos, situado por los españoles en la extrema izquierda (lo colocan en el 2 en la última encuesta del CIS en una escala del 1 al 10), pudiera ganar las elecciones en una España autodefinida mayoritariamente como centrista.

En el silencio o en ruido, la identidad política más profunda permanece. Otra cosa es si se moviliza. Y eso depende de los líderes, políticos, intelectuales, empresariales, periodísticos. Ahí está la clave de lo que ocurra tras el 9-N.