Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- Al presidente del PP le pesa la herencia cada vez que los derrotados en el Congreso de 2018 muestran el recetario
Hay una parte del PP, emboscada detrás del cómodo entrecomillado de la moderación, que insiste en decirle a Casado lo que tiene que hacer. Esas voces susurran en los oídos de terceros juzgando al líder del PP a toro pasado. Casado no fue sucesor designado. No hubo dedo señalando el camino y abriéndole el paso entre las aguas. Su liderazgo es una anomalía. Alguno de los que ahora le dan lecciones consiguieron el puesto con una llamada de teléfono de su anterior jefe, apartando al rival de turno. Al presidente del PP le pesa la herencia cada vez que los derrotados en el Congreso de 2018 muestran el recetario. Como si no hubieran roto un plato, obviando los incumplimientos y desistimientos que llevaron al PP a ser tercero en las encuestas en el primer semestre de 2018 tras el otoño independentista. Ciudadanos hubiera ganado las elecciones si Rajoy convoca para evitar la moción sanchista. Aquellos pronósticos se guardan en un despacho de la calle Génova como antídoto del olvido.
Ciudadanos nació en Cataluña como respuesta al movimiento nacional independentista y en defensa de la igualdad de todos los españoles frente a la voracidad del nacionalismo, excluyente por definición, y aprovechando que tanto el PSOE como el PP ya se habían fragmentado a imagen y semejanza del Estado autonómico. Tras la autodestrucción de Rivera, el terreno quedó abandonado hasta el pasado 4 de mayo con la sorpresa que para la élite autonómica del PP supuso la victoria de Ayuso: fusión con Ciudadanos por abajo, entre los votantes, tras la disgregación iniciada en 2015. Ahora, Casado trata de recuperar lo que no se hizo entonces, como la reforma liberal del gobierno de los jueces. No lo tiene fácil, incluso dentro de su partido. Como afirmó ayer en ABC, cree en «la libertad y responsabilidad individual», frente a quienes hacen de la lengua, el territorio y los colectivos titulares de los derechos. Esas voces de fondo entrecomillan sus palabras y recomiendan a Casado que ante el magma identitario sea correcto y ponga al PP otra vez de perfil.