Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • Para desgracia del sanchismo, afortunadamente, no están obteniendo el éxito esperado en su objetivo de incentivar el crecimiento de Vox

Hay quienes creen que al sanchismo se le puede derrotar en su campo, en el propio Partido Socialista. Al menos, los 50 que se reunieron en Madrid hace unos días, incluidos el exministro Jordi Sevilla y el expresidente del Senado Juanjo Laborda. Tienen mérito, pero los hechos demuestran que hablan de un PSOE que ya no existe. Como prueba, el pasado martes los diputados socialistas de Aragón se negaron a aplaudir la concesión de una medalla a Javier Lambán. Todos sanchistas, incluidos los que ayer, estaban con las posiciones del expresidente aragonés fallecido. Desde el Comité Federal a la más pequeña agrupación socialista, toda la organización ha apoyado las derivas anticonstitucionales de Sánchez sin rechistar. ¿García-Page? El problema es la falta de sintonía entre sus críticas a la amnistía o al cupo catalán en las televisiones y cero actuaciones en una organización política de la que él es un destacado dirigente. Únicamente el senador socialista Juan Lobato, defenestrado de la secretaría general madrileña, ha respondido. No llamarse a engaño. Hace menos de un año que los militantes de esa federación hicieron secretario general al ministro Óscar López, por aclamación. Lo que una simple observación evidencia es que toda la organización socialista está entregada al sanchismo. La purga ha funcionado. Para demostrarlo, Sánchez contestó desafiante desde Nueva York: se presentará en 2027 y seguirá al frente del PSOE hasta 2031, al menos. No consultó a nadie; un autócrata no lo necesita. Desde los ministros-socialistas y comunistas- hasta el último militante aplaudieron con entusiasmo, como se aplaude a un “amado líder”, sin disonancias. La organización política que los cincuenta pretenden restaurar es ya una simple pieza de museo. De hecho, no podrían haber tenido esa reunión en ninguna sede socialista, incluidas todas las de Castilla-La Mancha, sin autorización de… Sánchez.

Procesos de fanatismo

Es muy razonable aspirar a preservar los valores de la socialdemocracia, como han confesado. Pero es un espejismo pensar que el Partido Socialista, en el que de esa ideología no quedan ni las raspas, pueda ser restaurado para volver a una política de centroizquierda. El voluntarismo exhibido –“tiene que haber un cambio, esto se tiene que mover”- servirá de poco. Ese partido es una pata más de la izquierda reaccionaria que, incluidas todas las variantes comunistas, utiliza como único pegamento un “que no sea presidente Núñez Feijóo”. Los reunidos en Madrid ruegan ingenuamente que no se les considere desleales. Hoy, en todas las sedes socialistas, se califica como traidores a Felipe González y Alfonso Guerra. El mal ya lo identificó un gran experto en procesos de fanatismo, el escritor israelí Amos Oz: “No convertirse en fanático significa ser un traidor a ojos del fanático”. En fin, ese PSOE del que habláis, queridos amigos, es un país al que no se puede volver.

Un futuro fuera del PSOE

Desde su origen, el sanchismo necesitaba desvitalizar al PSOE, librarse de críticos, para construir un sistema basado en el Patrimonialismo, que Max Weber define como un régimen político en el que se confunden propiedad pública y propiedad privada, y de cuya práctica las investigaciones judiciales están dando buena cuenta. ¡Se han puesto las botas! En esas condiciones de degradación, lo menos importante es que los socialdemócratas se hayan quedado sin partido. Lo más grave es la destrucción de la convivencia democrática que han provocado en el país y que intentan normalizar diariamente, plató a plató. Para desgracia del sanchismo, afortunadamente, no están obteniendo el éxito esperado en su objetivo de incentivar el crecimiento de Vox para centrar la competición electoral entre extremos. Si comparamos con los países europeos, en ninguno resiste la centralidad política en los niveles de apoyo que las encuestas asignan a Feijóo. Lo que anuncia la deriva sanchista del PSOE, cada día más delirante, es un futuro similar al de los socialistas franceses. Una variante española de la coalición electoral denominada Nuevo Frente Popular -¡el nombre lo dice todo!- con la suma del Partido Socialista y todas las variantes comunistas. En contraste con Alemania, donde los socialdemócratas mantienen un bloque de centralidad coaligados con el centroderecha, o del Reino Unido, donde, a pesar del crecimiento espectacular de la extrema derecha, los laboristas en el gobierno resisten las acometidas de la izquierda reaccionaria de su propio partido. Las enseñanzas son obvias: en España, los valores de la socialdemocracia liberal, que reclama el grupo de Laborda, solo tendrán futuro fuera del PSOE.