- Con el correr de los años, los países árabes siguen sin querer un Estado palestino, pero ahora se nota más la verdadera razón: los «palestinos» son una fuente de conflictos allá donde se instalan
Seguir con la cantinela de los dos Estados es pereza intelectual. Ese callejón sin salida llegó a contar con el entusiasmo de Israel. Pero los «palestinos» no querían dos Estados; querían borrar uno del mapa y establecer el suyo sobre los muertos. ¿Dos Estados? El israelí existe desde 1948. Casi medio siglo después, tras vencer varias guerras defensivas (faltaban las intifadas y la actual) afloraron las verdaderas y únicas intenciones del egipcio Arafat, cleptócrata sin Estado cuya capacidad de seguir acumulando poder y riquezas personales dependía, justamente, de no alcanzar nunca el supuesto objetivo. Un poco como los separatistas catalanes, que no buscan la independencia sino el mantenimiento indefinido del independentismo, fuente de oscuras fortunas, patente de corso para delinquir sin consecuencias y excusa eterna para un trato de privilegio sobre el resto de españoles. Lo de Palestina es eso en plan bestia.
Los representantes de «Palestina» servían al mundo árabe en la medida en que podían exhibirse como incombustible agravio. Con un Estado funcional, perdían ese comodín. Con el correr de los años, los países árabes siguen sin querer un Estado palestino, pero ahora se nota más la verdadera razón: los «palestinos» son una fuente de conflictos allá donde se instalan. Llevan la guerra consigo, el deseo inextinguible de venganza que les han inoculado con la complicidad de UNRWA. Incluso si esa agencia de la ONU estuviera gestionada por gente pacífica centrada en beneficiar al «pueblo palestino», su existencia seguiría siendo anómala. Todos los refugiados del mundo dependen de otra agencia, consagrada a que aquellos logren sacudirse su condición. Mientras, UNRWA se dedica a hacer exactamente lo contrario: se ocupa en exclusiva de los refugiados «palestinos» y trabaja denodadamente para que nunca dejen de serlo, y para que la condición de refugiado la hereden hijos y nietos. Así sucede.
Los refugiados iniciales tras la guerra de 1948, desatada por todos los vecinos de Israel (que no aceptaron la solución de los dos Estados de la ONU), eran unos 700.000, número similar al de los refugiados judíos. Solo que a estos los absorbió Israel y a los primeros los han macerado en el odio. Ascienden ahora a más de cinco millones. Tuvo hace 19 años Gaza su administración, su territorio, sus elecciones, su generosa financiación occidental (y oriental). Obtuvo la retirada de todos los judíos de la franja. Los gazatíes quisieron votar a Hamás conociendo las consecuencias: no votar más. Los recursos se han dedicado a cavar túneles, comprar armas y formar terroristas. El tiempo y UNRWA, a regar de odio escuelas y programas infantiles de tele. El 7 de octubre de 2023 se suicidaron, consciente y voluntariamente.
(No voy a dedicar una sola línea a refutar la patraña del genocidio. El populacho ignorante llama genocidio a la guerra, llama guerra al terrorismo, llama terrorismo a la violencia machista y llama violencia machista a criticar a una ministra. El único genocidio en esta guerra fue el que la desató. Lo perpetraron «palestinos» salpimentados con funcionarios de UNRWA).