- Lo que está diciendo Laura Borrás es que cualquier delito de cualquiera que se declare independentista debe quedar impune en los tribunales.
Laura Borrás ha pedido al Tribunal Supremo la amnistía de sus delitos afirmando que su «perfil» es «netamente independentista» y que cuando ella los cometió, aprovechándose de su cargo como directora de la Institución de las Letras Catalanas, en Cataluña había «un gobierno con vocación netamente independentista».
Y como el ambito de aplicación del perdón sanchista alcanza todos las infracciones relacionadas con el procés, pero no aquellas que no han tenido nada que ver con él, Laura Borrás ha intentado vender pulpo prevaricador como animal de compañía procesista alegando que, palmo más palmo menos, cualquier delito de corrupción cometido por un independentista es bueno pa’l convento de la amnistía.
Otra cosa no, pero hay que admirarle el morro a doña Borrás, cuya condena a cuatro años y medio de cárcel por los delitos de prevaricación y falsedad documental fue confirmada ayer por el Tribunal Supremo, provocando la habitual berrea, con gritos de «lawfare«, «Toga Nostra» y «fascismo», entre sus compañeros «de vocación netamente independentista». O sea, entre todos aquellos que también se pusieron las botas en 2017, pero que tuvieron la suerte de hacerlo en el contexto del procés.
Lo que está diciendo Laura Borrás es, por hacer el cuento corto, que cualquier delito de cualquiera que se declare independentista, y entiendo también que sus multas de tráfico y hasta los retrasos en el pago del alquiler, debe quedar impune en los tribunales. «Oiga, que yo soy independentista». «Ah, haberlo dicho antes, señorita, aquí tiene las llaves de la caja fuerte. ¡Alguacil, acompañe a doña Borrás a la cámara acorazada y ayúdele a cargar los lingotes en el coche, que ella es independentista catalana!».
Sin embargo, el Tribunal Supremo, con clara animosidad fascista, ha dicho que ser independentista, masón o del Betis no implica necesariamente que tus delitos hayan sido cometidos en el contexto del procés. O sea: que si quieres arroz, catalana.
«La existencia de un perfil intensamente independentista remite a una consideración propia de un derecho penal de autor y no un derecho penal de actos» ha dicho el Supremo con una prosa tan clara y diáfana que podría ser entendida hasta por un independentista. Pero es que a eso es, precisamente, lo que aspira el nacionalismo. A un derecho penal de autor. La suerte para ellos es que al otro lado está Pedro Sánchez, al que el derecho penal de autor, e incluso el derecho de pernada, le parece un precio pequeño a pagar a cambio de un minuto más en la Moncloa.
Decía el escritor y filósofo sicalíptico Francesc Pujols que llegará un día en el que a los catalanes «por ser catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados. Y se les ofrecerá el hotel, el más preciado regalo que se le pueda hacer a un catalán cuando viaja. Al fin y al cabo, y pensándolo bien, más valdrá ser catalán que millonario».
En 2025, a lo que aspiran los catalanes ya no es que les paguen el hotel, como si fueran nuevos ricos, sino a que sus delitos queden impunes, como si fueran socialistas españoles.
Claramente, la raza superior ha degenerado.